Al mejor estilo del folclore regional, en el imaginario nacional prevalece la amenaza de un monstruo al acecho. El legendario Coco se refugia en la sombra y se prepara para atacar a cualquier signo de desobediencia y provocación. Pero, más allá de ser una historia para niños, es evidente que metafóricamente, la leyenda del Coco ilustra con mucha precisión el predicamento en el que está envuelta la nación. Y es que en Colombia vivimos del efecto analgésico que produce creer que poniéndole nombre estamos a salvo porque sabemos a qué nos enfrentamos. Alguna vez nos dijeron que nuestro coco era la coca, o en su defecto, la marihuana o la amapola y de eso nos convencimos. Pues bien, siguiendo la tradición me propongo cambiar el rostro y el nombre de la amenaza entre las sombras, que hoy más que nunca, parece hacernos presas de su poder intimidatorio. En 1971, cuando el presidente Richard Nixon inauguró la “Guerra contra las drogas” creímos verlo de frente, pero en realidad, desde entonces Colombia se fue a dormir con el coco detrás, anestesiada con un almizcle tóxico de glifosato y coca-cola.
Así es, desde que empezó esta disputa sangrienta y eterna entre Estados Unidos, sus gobiernos aliados, y la droga, el problema de la producción y el tráfico de estupefacientes (en toda su extensión) solo se ha alimentado de la ignorancia y de la desidia que sustenta la actual política anti-narcóticos. El proyecto americano ha moldeado la estrategia de lucha contra las drogas combatiendo la producción e intentando disminuir la oferta. Su método favorito: la aspersión aérea, anhelan extender su poder mesiánico sobre las vastas plantaciones de coca para salvarnos a todos. Muy a su pesar, este enfoque represivo, que ve en la reducción de la oferta y de la demanda una ganancia, solo ha logrado cernir el debate sobre el actor equivocado. La culpa no es de la hoja, ni del campesino que la cultiva, ni de la persona que la consume. Si bien es evidente que la COCAÍNA (resultado de un procedimiento químico que extrae los alcaloides de la hoja) representa un peligro para la salud pública como consecuencia de su potencial adictivo y perjudicial en casos de abuso, la estrategia que se ha adoptado, no ha sido eficaz en la reducción del consumo de sustancias ilícitas, cuyas consecuencias se acentúan diariamente. Así las cosas, no queda sino preguntarse ¿por qué esta estrategia sigue vigente? Pues para ser sinceros, parece estar desconectada de la realidad.
Erythroxylum coca - Dominio Público
Es en este punto, en el examen y la reflexión sobre la realidad, en donde la estrategia anti- narcóticos se diluye irremediablemente. Detrás de las miles y miles de hectáreas de coca sembradas en Cauca, Nariño, Valle, Antioquia o Bolívar, hay una infraestructura social y comunitaria dependiente de la hoja. La región del Naya es un ejemplo, estas plantaciones no solo son la fuente de sustento para los agricultores, sino también para los raspachínes, para el señor que tiene mulas para hacer el trayecto hacia los laboratorios, para los que procesan la hoja, y para el lanchero que saca el producto por el río hacia el mar. Por donde se le mire, es una industria que emplea y sostiene miles de familias campesinas en Colombia, como lo hace en el Naya. Pero no es precisamente una opción. En estos territorios hay una carencia general y sistemática de derechos básicos, no hay servicios públicos, atención médica, educación de calidad o garantías de seguridad. En resumen: abandono, puro y duro. Para 2019, 22 departamentos registraron áreas sembradas. Lo que quiere decir que la tendencia a cultivar coca es generalizada, incluso si la mayor parte se concentra en el 5% del territorio nacional, en tan solo 8 municipios. Sin embargo, esta es solo una forma de ver la realidad, y parte de la imposibilidad o la obstinación ¿de qué? De reconocer que hay una diferencia estratosférica entre COCA y COCAÍNA. Criminalizar la coca podría ser un anacronismo, un desacierto insalvable que erradicaría los sueños y las oportunidades de miles de colombianos que podrían tomar parte en una nueva y potencial industria.
Inicialmente, el problema de la satanización y el estigma contra la coca provienen de la desinformación. “No plantes la mata que mata”, decían. Pero la hoja de coca nunca ha matado a nadie. De la tierra la vida, y del hombre la destrucción. Los cristales o los bloques de polvo blanco no brotan de las hojas. La cocaína es la profanación de una planta sagrada para muchas comunidades en la región andina, es ancestral, y es -ante todo- un estandarte y un símbolo esencial de su identidad cultural. No se siembra muerte, pero muerte se cosecha en un país en donde no se erradica la intolerancia, el odio, la polarización, la pobreza, la falta de oportunidades, pero sí la coca. Lo que financia la guerra es la desatención, un vistazo a las condiciones del territorio lo deja al descubierto. Los grupos armados y las organizaciones criminales se lucran con facilidad y cinismo del tráfico de estupefacientes porque la institucionalidad estatal se limita a las grandes ciudades. Una política anti drogas basada en principios de justicia social, salud pública, sostenibilidad, participación comunitaria y derechos humanos debería ser nuestro fin último. Eso incluye encontrar nuevas opciones, lo irónico es, que una de ellas y a mi juicio la mejor, es la mismísima hoja de coca.
Sin potenciar sus alcaloides, la hoja de coca es la más versátil e inofensiva, es incluso un producto estrella. Muchas poblaciones indígenas, que con el tiempo han logrado reivindicar su uso tradicional de la hoja (en Perú y Bolivia bajo el amparo de sus gobiernos), la han convertido en infusiones, harinas, bebidas y todo tipo de productos. Contrario a lo que sostienen muchas publicaciones sin sustento científico, múltiples investigaciones sobre el valor nutricional de la coca se han realizado, y el resultado es sorprendente: significativamente alto en proteína, calcio, hierro y fósforo. Adicionalmente, la hoja tiene beneficios de tipo medicinal, preventivo o terapéutico. También, en la agroindustria se ha utilizado como fertilizante, reduciendo significativamente los costos y aumentando el rendimiento. A diferencia de la cocaína que es todo petróleo y químicos, estos productos reflejan el altísimo potencial de la hoja de coca para ser industrializada. Lo más maravilloso es que los usos mencionados anteriormente aprovechan la capacidad instalada de producción de coca y la combinan con la transformación, la manufactura y la comercialización de productos con valor agregado que generan nuevos ingresos a los productores. Si se le abre la puerta a esta opción y se le acompaña con un marco regulatorio y una relación renovada instituciones del estado-organizaciones de la sociedad civil-comunidades, podría reconstruirse la confianza y con ella el tejido social. Decir que no se puede, es negar avances titánicos, como aquel que significó el Modelo Lerma para este país. Cerrarse a esta posibilidad, que le quita terreno a la ilegalidad, sería una vergüenza, incluso una traición para las comunidades, indígenas, afro, campesinas y mestizas que ven en la coca una oportunidad, y no una enemiga.
Que viene el coco, de Goya (1799) - Dominio público
En fin, seguir apoyando esta política antidrogas que criminaliza y acorrala a los campesinos y a los consumidores, no es sostenible y depende del respaldo y sombra de un gigante potentado, que abandona al vulnerable y que se encarga de destruir en vez de repensar… es como vivir dormido, como estar anestesiado por una falsa sensación de seguridad que emana del olvido, de que hay gente que pasa por necesidades y por sufrimientos inhumanos. Es momento de despertar y de recordar que le debemos a todos los que han dado su vida en esta guerra sin sentido, nuestra memoria y nuestro voto de confianza por un país mejor. Dejar que nos fumiguen, es dejar atrás un país infértil, que, en vez de cultivar sueños y esperanzas, cosecha odio y muerte. Sería permitir que nos asperjaran la conciencia.
Referencias:
International Drug Policy Consortium. (Marzo de 2007).
The 2007 Commission on Narcotic Drugs.
Recuperado el 10 de Julio de 2020, de TNI: https://
www.tni.org/files/idpc5.pdf
NIDA. 2020, May 21. ¿Cómo produce sus efectos la cocaína?. Recuperado de https://
www.drugabuse.gov/es/publicaciones/serie-de-reportes/cocaina-abuso-y-adiccion/como-produce- sus-efectos-la-cocaina en 2020, Julio 16
Peña, J. M. (Productor), & ¡Pacifista! (Dirección). (2018).
El Naya: la ruta oculta de la cocaína
[Documental]. Colombia.