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Colegios de ayer y hoy: notas sobre la historia de una institución

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La denominación “colegio mayor” es hoy extraña para quienes nos educamos en colegios a secas. Para entender ese título, hay que ponerse a pensar en qué sentido tenía en la época de fray Cristóbal de Torres, por ejemplo, como fundador de su propio colegio mayor.
 

Para entender ese sentido antiguo, contamos con obras lexicográficas contemporáneas y con la propia definición que dejó el arzobispo Torres en sus Constituciones.
 
“Colegio”, en el siglo XVII.
En 1611, Sebastián de Covarrubias publica su Tesoro de la lengua castellana o española, obra en que se juntan materiales lingüísticos y enciclopédicos. El Tesoro aparece cuando fray Cristóbal de Torres estaba en España y puede decirse que representa el uso de la lengua española de esa época.
 
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La muy citada definición de colegio mayor,
por fray Cristóbal de Torres, en sus Constituciones.

 
Para Covarrubias, “colegio” es, en general, “compañía”. Lo comprueba apelando a la etimología latina, collegium, cuando dice: “Los Latinos se estienden a sinificar qualquier genero de compañia, como son las de los oficios mecanicos, vt Collegium Fabrorum [como compañía de artesanos]”. Volviendo al español, afirma que este es el sentido común de la palabra: “casas instituidas para criarse en ellas hombres bien nacidos, virtuosos, y professores de letras”. Si este es el sentido general de “colegio”, veamos qué añade el adjetivo “mayor”: “Los mayores son de hombres prouectos, que leen en las escuelas, y rigen catedras, los menores son de oyentes”. Entre sus características están: “Tienen propios habitos, viuen en comunidad. Tienen cierto genero de clausura religiosa y circunspecta. Son obedientissimos a su Rector”. Quien va leyendo hasta aquí pensaría que Covarrubias estaba viendo la obra del futuro arzobispo de Santafé.
Esto no es todo. Lo que sigue da una pista sobre el carácter que imprime el colegio en sus alumnos:

 

Deprendese[1] en los colegios, fuera de las letras y virtud, mucha cortesia y vrbanidad, sufrimiento y modestia, respeto al mas antiguo, y otras mil cosas buenas; por donde la calidad de auer vno sido colegial en los colegios que tienen nombre, es de mucha consideracion para los lugares que desde alli salen a ocupar, sean plaças seculares, o prebendas Ecclesiasticas. No por esto dexa de auer infinitos otros supuestos; en los quales concurren todas las calidades que en ellos; pero el auerse criado en congregacion, es vn particular importantissimo, para quando se hallan despues en los acuerdos y juntas, y en los cabildos[2].

 

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Covarrubias afirma que se requieren al menos tres personas
para formar colegio: "en numero tres, y dende arriba".

 
Importa señalar la última parte de la jugosa cita: los colegiales, por haberse criado en congregación, estarían más capacitados para las plazas seculares o eclesiásticas, donde la labor depende de “acuerdos y juntas”.
La definición de colegio, en las Constituciones de fray Cristóbal, parece resumir las ideas de Covarrubias:
Congregacion de personas mayores, escogidas para sacar en ellas varones insignes, ilustradores de la Republica con sus grandes letras, y con los puestos que mereceràn con ellas, siendo en todo el dechado del Culto Diuino, y de las buenas costumbres, conforme al estado de su profession[3].
Encontramos las mismas ideas de lugar de vida común y de formación de individuos para servir puestos seculares y eclesiásticos.
Es bien sabido que el arzobispo Torres, cuando escribió sus Constituciones, se basó en el modelo de las del Colegio del Arzobispo Fonseca, en Salamanca. También se ha señalado una diferencia clave: en los colegios españoles solo se vivía; en el del Rosario, también se recibían las lecciones.
La denominación de “mayor” se mantuvo hasta las reformas educativas del vicepresidente Santander, cuando se fundó la Universidad Central, en 1826. El Colegio del Rosario entonces pasa, con su homólogo de San Bartolomé, a depender de ella y luego de la Universidad del Primer Distrito.
 
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Covarrubias señala la filiación clerical de los colegios
y las ventajas de la vida en comunidad.

 

El claustro nuevo y la Quinta de Mutis.
Principiando el siglo XX, el antiguo Colegio del Rosario sufre una significativa ampliación: en 1905, la Consiliatura y el Gobierno se ponen de acuerdo para que el Colegio reciba los pensionados (becados, diríamos hoy) de la Nación[4]. Así nació el que conocemos como claustro nuevo, que el rector llama “internado”, en su informe.
A todo mayor corresponde un menor. En este sentido, se habló de Rosario “menor” cuando se puso en funcionamiento el bachillerato en la Quinta de Mutis, en la década de 1930. Ya este es un colegio en el sentido más familiar ahora, sin las ideas de internado y congregación originales.
Apéndice. ¿Colegios mayores en el siglo XX?
En 2003, Miguel García Bustamante publicó una investigación sobre el Colegio Mayor de Cundinamarca. Siguiendo la reseña que le hizo Catalina Laserna[5], podemos saber que los colegios mayores de cultura femenina fueron otra iniciativa educativa que adelantaron los gobiernos liberales en el país, desde la década de 1930, y que los dos primeros en funcionar fueron los de Cundinamarca (1945) y de Antioquia. Queda por averiguar qué significaba, en estos casos, la denominación “colegio mayor”.
 
[1] Deprender era un sinónimo antiguo de aprender.
[2] Covarrubias, S. (1611). Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Luis Sanchez, impressor del Rey.
[3] Torres, Cristóbal de, fray. (1666). Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, etc. Madrid: Juan Nogués. Título II, De los rectores. En línea.
[4] [Carrasquilla, R.] (1905). El nuevo internado del Colegio del Rosario. Revista del Rosario, 1(6), 375-78. En línea.
[5] Laserna, C. (2006). Miguel García Bustamante. Una historia de la educación femenina en Colombia: el Colegio Mayor de Cundinamarca. 1945-2000. Universitas Humanistica, (62), 455-58. En línea.