El Cursus philosophicus Thomisticus, por fray Juan de Santo Tomás
Contra escolásticos, nuevos datos
En este blog se ha hecho una serie de artículos sobre el tomismo en el Rosario. Esta vez, aportamos otra anotación polémica, un poco oculta al final de la Dedicatoria (las notas suelen ocupar las guardas). Los partidarios de la Filosofía moderna atacan los tradicionalistas se defienden tímidamente.
El Cursus philosophicus Thomisticus, por fray Juan de Santo Tomás.
Todo principia con la típica (aunque atípica por su ubicación) indicación de pertenencia:
Pertense[1] a la Libreria del Collegio M[ayo]r del Rosario de / Santafee.
Luego, una lista de reconocidos catedráticos rosaristas:
D[octor] D[on] Tomas Tenorio, y Carbajal[2]
D[octor] D[on] Man[ue]l Mar[i]a Arboleda[3]
D[octor] D[on] Man[ue]l Santiago de Vallecilla y Caycedo. Año de 90.
Una mano distinta escribió, más abajo, escribió una nota, en buen latín:
Nómina para 1784: catedrático de Canónico, Tomás Tenorio; colegiales, los hermanos Manuel María y Julián Arboleda. AHUR, vol. 125 f. 19v.
Cui enim tales libri unquàm sunt profuturi? Año de 91.
El interrogante, que debe datarse en 1791, pone en duda el valor del libro, Cursus philosophicus Thomisticus [Curso de filosofía tomística, AHUR E03N072], por fray Juan de Santo Tomás: ¿a quién, pues, le han de aprovechar semejantes libros?
El círculo de los modernos en el Rosario.
El personaje de más larga vinculación al Rosario es Tomás Tenorio: catedrático de Filosofía (1781) y de Derecho canónico (1784-1824). Aparece en su propio retrato y en el grado de Marcelino Castro, ya bien entrado el siglo XIX, en 1821. Manuel María Arboleda vino a terminar su formación en el Rosario pero, por la época de la nota que comentamos, ya había vuelto a Popayán, desempeñando funciones eclesiásticas y académicas. Manuel Santiago Vallecilla, natural de Cali, había iniciado sus estudios en el Seminario de Popayán, que concluyó en el Colegio Mayor, en 1790. Desde entonces, ocupó varias cátedras, iniciando por la de Filosofía[1]. Se recibió de abogado de la Real Audiencia, en 1793.
El las conclusiones públicas del año 1790, José María Castillo[2] defendió veinticinco cuestiones de Lógica, bajo la dirección de Vallecilla, pero no se dan más datos. En las de 1791, Ángel Manrique defendió cuestiones sobre el alma racional y de los brutos; Ignacio Caicedo, “cinco questiones de causas”, ambos bajo la dirección de Pantaleón Ayala. En las de 1792, se defendieron conclusiones sobre leyes, bienaventuranza y los deberes del hombre, bajo la dirección del citado catedrático [AHUR vol. 125 ff. 36r, 37v, 43v-44r]. Parece, pues, que los contenidos de la cátedra de Filosofía eran los tradicionales.
Año de 90.
¿Qué ocurría en el Rosario por esa época, para que se reflejara en las notas manuscritas? El 15 de abril de 1790, se había posesionado rector don Santiago Gregorio de Burgos y Villamizar. Fueron sus vicerrectores Pantaleón de Ayala (1790) y Pedro Pradilla y Silva (1791). El 12 de julio de 1791, el virrey le notificó al rector que debían suspenderse los actos públicos de Filosofía, dirigidos por el catedrático Vallecilla, y los de otras facultades, hasta obtener aprobación de la Junta Superior de Estudios. El 23 de julio, le notificó de nuevo que era necesario obtener el pase, sin el cual no se podían defender conclusiones.
El 23 de noviembre, Burgos presentó renuncia del cargo ante el virrey, quien se negó a aceptarla. El 7 de julio de 1792, don Antonio Blaya, fiscal del Crimen, presentó un informe al virrey sobre la urgencia de fundar universidad pública en Santafé, valiéndose de los colegios de San Bartolomé y del Rosario.
Hernández de Alba, cronista del Colegio Mayor, sintetiza el problema en pocas frases: “Dos épocas, dos temperamentos, dos ideales incompatibles, diríamos, la secular especulación colonial y la idea libre, indice perfecto de la lucha sorda entre criollos y chapetones, van a librar aquí, bajo el ámbito del Claustro, una lucha definitiva que equivale, necesariamente, a la que ya se incuba para estallar indeficiente en 1810”. Vallecilla, formado por “el apóstol de la filosofía moderna”, José Félix de Restrepo, posesionado de su cátedra en 1790, no demoró en chocar con el rector Burgos, representante de la vieja escuela[3].
Esta nota, sin duda, se relaciona con otras que hemos comentado en este blog, incluso del mismo año, en las guardas de las cartillas de Filosofía. En este caso, el catedrático firma al inaugurar la cátedra [año de 90] y, a rengón seguido, se despide al abandonarla [año de 91]. Nótese, finalmente, que a la capciosa pregunta se añadió la respuesta: omnibus [a todos].
La nota latina es anónima, pero se puede decir que eran los desahogos de Vallecilla, al abandonar su cátedra.
[1] Muy llamativa esta forma ‘pertense’ pues, aparte la ortografía, recuerda la forma portuguesa equivalente: ‘pertence’.
[2] Tomás tenorio y Carvajal, de Popayán, bachiller, licenciado y doctor en Teología (1780). La cartela de su retrato pone un dato curioso: “fue conocido como habil jurisconsulto i por la agudeza de sus chistes i equivocos”. Familiarmente, era tío de Camilo Torres Tenorio.
[3] Manuel María de Arboleda y Arrechea vistió la beca del Rosario, en 1782, para estudiar ambos derechos. Alumno de Tomás Tenorio y luego catedrático de Filosofía en el Colegio Mayor. En su Popayán natal, recibió el presbiterado y fue catedrático del Seminario. Amigo de Caldas y socio correspondiente de la Real Expedición Botánica. Cf. Martínez, A., Gutiérrez, D. (2010). Quién es quién en 1810. Guía de forasteros del Virreinato de Santafé. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario. Tres hermanos suyos fueron asimismo colegiales: Antonio (1788), Francisco José (1770) y Julián Francisco (1782).
[4] Inició el curso en 1790, pero dejó la cátedra en el segundo año, el nueve de diciembre de 1791, remplazado por Pantaleón de Ayala [AHUR vol. 125 f. 37r]. Según Hernández de Alba, Vallecilla y sus antecesores dictaban la cátedra “según los libros del Padre Fr. Francisco Jacquier”, comentarista de los Principia mathematica de Newton.
[5] Nótese que no usaba la preposición ‘del’ en su apellido.
[6] Un capítulo entero dedica Hernández de Alba al choque entre rector y catedrático, que alcanzó las autoridades virreinales. Cf. Crónica del Colegio Mayor, tomo II, capítulo XVI.