La firma de Mendoza cuenta una historia
Ingrid Frederick, museóloga / Elkin Saboyá, editor virtual
Ingrid Frederick, museóloga / Elkin Saboyá, editor virtual
El retrato de Cristóbal de Araque y la declaración de Pedro José Figueroa
Un documento del Archivo Histórico de la Universidad del Rosario registra la diligencia judicial más curiosa que uno pueda imaginar. Y en la tela de una pintura del Museo de la Universidad parece encontrarse una evidencia material de esta historia.
En 1817, el entonces rector del Rosario, Domingo Tomás de Burgos, permite que el retrato de Cristóbal de Araque y Ponce de León salga del Claustro. El motivo no era una ceremonia o exhibición pública de la obra, sino la averiguación del rarísimo asunto de un cambio de color en una beca en un retrato. Simplemente eso: saber por qué el Araque que había en San Bartolomé tenía la beca roja y no blanca, como el original que hoy podemos ver en el Aula Máxima de la Universidad del Rosario. Pero más allá de la controversia de la beca, estaba también una inquietud sobre la copia de un retrato. Si bien para este momento no estaba todavía difundida la concepción del artista como individuo creador (y entre los artistas no era habitual firmar las obras), sí hubo una gran conmoción por el hecho de que se copiara el retrato de un personaje tan importante como el del primer rector del Colegio Mayor. Y se sumaba a la controversia el hecho de que se pintara con la beca “encarnada” o de color rojo del San Bartolomé y no con la beca blanca del Rosario. Muchas pinturas, como los retratos del Rosario, tenían un carácter documental, y esto se pone en evidencia con el hecho de que una pintura se enviara a un destinatario como se envía también una carta o un documento. Esto sería totalmente impensable hoy, y especialmente entre los trabajadores de los museos y las galerías causa estremecimiento pensarlo. El maestro Pedro Figueroa acudió a la justicia el 24 de diciembre de 1817, compareció ante el escribano Manuel Mendoza, jurando “por Dios nro S.r y una señal de cruz” responder la verdad al interrogatorio. Sobre la copia de la obra, dijo “que es corr.te q.e sacó copia de este Retrato”, por orden de Nicolás Mauricio de Omaña; “que se retrató como tomista, con la veca de San Bartolome ensima de la Meza”. Finalmente, que él no mudó la beca, “y que infiere seria Domingo Osorio”. Un dato marginal del documento es la declaración de la edad del artista. Pedro José Figueroa tenía en ese momento 39 años. Este es el dato archivístico de la historia y que ha permitido a los estudiosos de la historia del arte en Colombia determinar una fecha aproximada de nacimiento del pintor hacia 1778.
El retrato de Cristóbal de Araque en el Claustro (izquierda), que hace parte de la colección del Museo de la Universidad del Rosario, fue realizado hacia la segunda mitad del siglo XVII y se le atribuye al Taller de los Figueroa. La obra que se menciona en el documento como la versión realizada, alrededor de 1817, por Pedro José Figueroa, hace parte de la Colección del Colegio Mayor de San Bartolomé (derecha). Ambas pinturas tienen un formato bastante similar, siendo la pintura del Colegio de San Bartolomé de 83,5 x 64 cm y la del Rosario un poco más grande, 86,5 x 74 cm. Durante la restauración, se pudo comprobar que la obra del Rosario se encuentra recortada, ya que se encontró el borde de una cartela anterior que empezaría algunos centímetros más abajo de la actual.
Una inesperada prueba de lo que cuenta el documento apareció durante las intervenciones en el taller de restauración del Museo de la Universidad del Rosario. Allí, dentro del programa de restauración y conservación de las obras de la colección, a cargo de las restauradoras Cecilia Bagés y Blanca Maldonado, le correspondió el turno al retrato del Dr. Araque, durante el segundo semestre de 2019. Además del descubrimiento sobre la reducción del formato, se pudo detectar una firma, al principio enigmática: “Mendoza / Esño”1. La firma está hecha en tinta sobre el reverso de la tela. Este hallazgo nos lleva de regreso al documento, también firmado por el escribano Manuel Mendoza, y nos permite nuevamente comprobar el traslado realizado en 1817 y del cual fue testigo Mendoza.
Otras hipótesis aún están por explorar y el análisis que se ha realizado a partir de la observación en detalle de la obra y la lectura del documento histórico relacionado han abierto nuevos interrogantes sobre la obra que hace parte de la colección del Museo. ¿Ya se había realizado el recorte a la obra en 1817? ¿Este cambio en el formato y la adición de una nueva cartela pudo estar, de alguna manera, relacionada con estos eventos en 1817 y la conmoción que causó el retrato realizado por Figueroa en esta época?
Hacer este acercamiento a la obra nos comprueba que tanto en el Museo como en el Archivo Histórico seguimos descubriendo cada día más secretos que se albergan en las colecciones patrimoniales de la Universidad.