Álvaro Pablo Ortiz a través de sus obras
Nova et Vetera en colaboración con la Editorial de la Universidad del Rosario
Nova et Vetera en colaboración con la Editorial de la Universidad del Rosario
Dadas sus grandes habilidades como académico, el profesor Ortiz publicó varias obras y escritos bajo el sello de la Editorial de la Universidad del Rosario. Muchas de ellas aportaron significativamente a la historia del Colegio Mayor así como a la de Colombia. A continuación, se presentan los títulos de algunas publicaciones en las que participó como prologuista o como autor, acompañados de un fragmento del escrito.
Historia de la enseñanza secundaria en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 1767-1998.
Editorial de la Universidad del Rosario
Introducción (fragmento)
En términos generales, la historia de la educación en nuestro medio sigue siendo, pese al esfuerzo de los últimos tiempos, un espacio parcialmente explorado. Y es lamentable que así sea, dado que la educación desempeña un papel fundamental en el trinomio memoria, historia y nación, pues interviene en la asimilación individual de una imagen colectiva de la nación. Sin embargo, esta función ha sido poco estudiada. Este vacío se hace aún más notorio en el seguimiento histórico de la denominada educación secundaria, en particular sobre su origen, desarrollo, prolongación en el tiempo y difusión en gran parte del devenir histórico del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
En efecto, dicha carencia se sigue notando en las transformaciones que ha tenido el bachillerato según las distintas épocas, con su correspondiente impacto en la sociedad a la cual ha estado dirigido, que sirven para entender algunas de sus características. En ese orden de ideas, ha sido necesario puntualizar la evolución de lo que usualmente se denomina educación secundaria; además, a favor de varias miradas y de un análisis comparativo, hemos pretendido hacer la lectura de este proceso que en lo educativo corresponde a la educación media, o mejor, teniendo en cuenta lo que ocurría en el lugar en que fue creada, así como en la sociedad a la cual iba dirigida, remitiéndonos a referentes europeos, con énfasis en España (sin subestimar la influencia en su momento de Francia, Inglaterra y Alemania), entendiendo que la enseñanza nunca permanece insensible a la estructura general de la sociedad, sino que las formas que adopta en su nivel de escolaridad media están mediadas por la vida en sociedad.
(…) Sin embargo, valga desde ya la aclaración: el concepto de educación secundaria, de bachillerato, no puede utilizarse indiscriminadamente, menos aún en retrospectiva. Así, por ejemplo, el período colonial no resiste tal suerte de comparaciones, puesto que la educación de entonces no obedecía a una estructura por niveles académicos ni hacía parte de ella, y cuando se suponía que la educación primaria era el eslabón previo a la educación secundaria, como ocurre en la actualidad. De ahí que cualquier categoría que le acomodemos, que pretenda darle un rótulo, no da cuenta de las particularidades de una forma específica de enseñanza en ese largo período. Como se verá más adelante, la inclusión de los distintos niveles de la enseñanza en un escenario tanto social como espacial ya no será una tarea y una función inherente de las instituciones eclesiásticas; la instrucción comienza a perfilarse por sí misma como institución, cuya práctica ya no estará dispersa en otras prácticas sino fijada progresivamente, con ciertos organismos estatales que regularán su funcionamiento (…).
“Los aportes de Geo Von Lengerke al desarrollo comercial y empresarial del Estado soberano de Santander (1850-1882)” (fragmento). Capítulo publicado en el libro 200 años de la presencia alemana en Colombia, editado por Juan Esteban Constaín.
Editorial de la Universidad del Rosario
De la franja relativamente amplia de inmigrantes alemanes que llegaron a mediados y en las postrimerías del siglo XIX al estado soberano de Santander, ninguno ha logrado calar tan hondo en el imaginario colectivo como Georg (en adelante Geo) Ernst Heinrich Von Lengerke. En efecto, dentro de la carga afectiva, emocional y de contenidos simbólicos desde la cual una sociedad construye su visión del mundo, sus esquemas de pensamiento y sus hábitos, Lengerke ha sido transformado en una leyenda, con la inevitable dosis de idealización y de estigmatización, propia de esta dinámica mental. A la luz, entonces, de estos fuertes componentes emocionales, la imagen de este alemán subsiste hasta el presente en medio de un juego de polarizaciones y de calificativos extremos. Dentro de esa “lógica visceral”, su nombre, para muchos, es sinónimo de prófugo de la justicia de su propio país-en donde bajo un triple ritual, amor, honor y duelo dio muerte a otro hombre. Para otros, su parábola vital está estrechamente asociada al perfil de un Casanova, atribuyéndosele la paternidad de innumerables hijos por cuenta de sus furtivos encuentros sexuales consensuados o realizados a la fuerza, con mujeres del pueblo y también con las de estratos sociales elevados. Otros lo han acusado, basados en fuentes documentales fiables, de haber aprovechado su origen extranjero y sus relaciones de poder con las élites locales para obtener privilegios y ganancias económicas en beneficio propio con el fin de favorecer, entre otros negocios, los de importación y exportación de productos agrícolas. Muchos se han detenido, con particular morbosidad en otras presuntas facetas negativas de su personalidad: las de su alcoholismo, las de su total descreimiento en materia religiosa, las que lo conectan con lecturas blasfemas o con gestos excéntricos, en una cotidianidad convertida en piedra de escándalo que le representaron duras amonestaciones desde púlpitos y parroquias.
En contraposición, en esa memoria del que es considerado como “el otro”, desde esa tradición oral que ha resistido el paso del tiempo, tenemos, en ese mismo juego de dualidades, a un Lengerke pleno de virtudes personales y culturales. De un lado está el hombre de modales exquisitos, el sibarita, el anfitrión magnífico, el virtuoso del piano, el conversador profundo, el de una generosidad con el entorno rayana en el derroche. Del otro, el cosmopolita, el empedernido lector de Kleist, Schiller, Hoffman, Goethe y Novalis, Michelet, Lamartine y Víctor Hugo. De aquel que, en fin, era dueño de un extraordinario carisma. Y este don, esta facultad, este eco misterioso, hace las veces para el que lo posee, de una gracia y un estigma, desencadenando unas pasiones contradictorias de amor y de odio, de desafío y de repulsión. Al margen de esta ambivalencia -sin negarla de plano- de sentimientos y juicios con relación a Lengerke, lo que nos interesa privilegiar es al empresario, al comerciante, al constructor de realidades tangibles, al que logró desde su nivel, transformar y dotar de nuevo sentido a la región en la que vivió por más de tres décadas. Sin ignorar en ese proceso, pese al encanto que inspira, a un hombre cuya existencia osciló entre mareas de alta y baja intensidad, y en donde en más de una ocasión las segundas amenazaron con rebasar a las primeras.
Con todo, el mito de Lengerke se resiste a ser desmontado, y se opone desde el tiempo al examen crítico, al que trata de iluminar la realidad no bajo la fascinación de la leyenda, sino desde la recurrencia a la lógica, desde la exigencia historiográfica de ahondar en los datos y en los argumentos, con el propósito que afortunadamente comparte hoy más de un estudioso, de seguir elaborando y editando trabajos decisivos y aclaratorios sobre Lengerke. Sabido es que la desvirtuación de la historia envenena la memoria colectiva, y sus efectos no pueden en ningún caso ser benéficos. Ojalá, entonces, más temprano que tarde, la historia de este emblemático alemán pueda ser reducida a proporciones soportables (…).
“Germán Colmenares y su aporte a la Historiografía Nacional”, introducción para el libro Esquemas para una historia de las ideas políticas en Colombia durante el siglo XIX y otros textos, de Germán Colmenares.
Editorial de la Universidad del Rosario
Hasta hoy, el desarrollo de los estudios históricos en Colombia puede verse como una respuesta adecuada a preguntas implícitas en transformaciones sociales profundas y a veces exóticas. El éxito que puede atribuirse a la historiografía colombiana reciente, ha obedecido así a dos circunstancias: primero, que se trata de una disciplina cuyo objeto primordial es el análisis de los cambios sociales y, el segundo, que como disciplina de síntesis no confina sus explicaciones a un solo aspecto de estos cambios, sino que busca explorar una por una las capas de un tejido denso y complejo. Estas circunstancias señalan la dirección que podrían tomar las investigaciones históricas en el futuro. En este terreno se mueven trabajos todavía pioneros sobre historia de la ciencia, historia de las ideas e historia de la cultura popular. Por estas razones, sólo podría recomendarse el impulso de investigaciones que llenen vacíos evidentes o un tipo de trabajos que amplíen un diálogo con el resto de las ciencias sociales. (Colmenares, G. 1997. p. 111)
La anterior cita, para precisarla aún más, corresponde a Germán Pablo Colmenares –nacido en Bogotá el 1 de Agosto de 1938 y fallecido en Cali el 27 de Marzo de 1990. Su padre Pablo a secas, fue una suerte de farmaceuta autodidacta, que por vía de una notable disciplina personal mezclaba, adaptaba, recreaba y permeaba con maestría suma –como si se tratara de algún ritual alquímico– las formulas médicas para la cura de variadas enfermedades domésticas, adquiriendo gradualmente posicionamiento en los organismos de salud de la capital y logrando por último, en esa concatenación de esfuerzos, su título, expedido por la Universidad Nacional de Colombia. Fallecido joven, su prima y esposa, Luz, heredera universal de sus recetas médicas se convirtió con menos de 20 años de edad en la primera visitadora médica del país ocupada a tiempo completo en promocionar medicamentos que importaba de laboratorios alemanes. Bajo esa cercanía referencial, y bajo unos nexos existenciales, sumatorias de boticas, abuelos, y junto a Clara, su única hermana, y de la mano de esa mujer batalladora que fue su madre, trascurrió la niñez de Germán Pablo. Niñez que por una serie de razones que ya se han venido comentando, contó con más espacios para la adversidad y las privaciones, que no para los juegos y la risa. En ese sentido, se nos antoja inferir que Germán era poseedor de un rostro grave, adusto, hermético y solemne desde niño. Un rostro como condenado desde el comienzo a pensar (…).
(…) En esos intensos años sesenta, de creerle a las escasas biografías intelectuales que sobre él se han escrito, Germán Colmenares se colocó al margen, por no decir, que haciendo gala de un contundente escepticismo respecto de cualquier militancia que obrara en contra de su radical independencia mental. No lo atrajo ninguna forma de reclutamiento religioso, político o ideológico. Ni admitía ni ejercía proselitismo de ningún género. De ahí, que los comunistas lo calificaran de Reaccionario y los reaccionarios de Comunista. Todo indica, en un país como el nuestro, acostumbrado a confundir la amistad con la compinchería, el compadrazgo y el paisanaje, que Colmenares no era un ser humano muy predispuesto a las confidencias ni demasiado efusivo. Evitó a todo trance en ese sentido, hacer parte de la sociedad de elogios mutuos, negándose a permitir sin el menos pudor intelectual, como sucede con tantos otros, que su personalidad fuera condensada en un interminable catálogo de virtudes. Tal vez la primera persona que le dijo que las cometas no se elevan con el viento sino en contra del viento, fue su madre. Extraordinario ser que convirtió esta frase en el norte de su existencia. No todos, y menos en nuestro medio, tienen el valor civil en un momento dado, de ser capaces de volverse y revolverse contra sí mismos. Como sucede con todo perfeccionista que se respete de serlo, también Germán Pablo Colmenares padecía esa enorme tragedia de la lucidez inconforme de sí misma y de sus logros, descreía por eso, de los pensadores que se presumen sistemáticos resolviendo y solucionando todo en síntesis armoniosa.
Detengámonos ahora, en su tesis de grado presentada en 1962 en el Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario para optar el título de Doctor en Jurisprudencia. Con relación a la misma, pensábamos en afortunada equivocación, que con algunos ajustes, se había constituido en el primer texto de Colmenares: “Partidos Políticos y clases sociales” felizmente no. De la tesis de grado titulada “Esquema para una historia de las ideas políticas en Colombia durante en el siglo XIX” el futuro historiador solamente utilizó de manera parcial algunos datos. La tesis tuvo la dirección de Álvaro Copete Lizarralde y fueron los jurados los connotados juristas Jaime Vidal Perdomo y Bernardo Gaitán Mahecha. Pero en verdad, fue Antonio Antelo el que hizo las veces de tutor de la monografía en cuestión. La dedicatoria de Colmenares al español así lo corrobora: “Al doctor Antonio Antelo (sic) castalio puro, en quien la cultura ha alcanzado su más cabal significación vital. Su discípulo agradecido” (Colmenares, G. 1996. P. IV)
Editorial de la Universidad del Rosario
Aparte de su vinculación en la facultad de filosofía de la Universidad Nacional, fue uno de los principales protagonistas de la creación en Cali del Instituto de Filosofía, Letras e Historia de la Universidad del Valle, en 1962, del cual sería su director en 1966.
En otros escenarios intelectuales, fue fundador y director de la revista Stadium y colaborador en reiteradas ocasiones de las revistas Thesaurus entre otras. Lo que sí es cierto, es que con anterioridad a la vinculación de Antelo Iglesias al ámbito académico nacional, será el Presidente Eduardo Santos, quien rigió los destinos del país de 1938 a 1942, el que más atención le concedió al tema de migración extranjera, y particularmente, a la que se desprendió del éxodo Republicano como consecuencia del conflicto que más literatura ha merecido: La Guerra Civil española. Gracias a su trayectoria diplomática cumplida en Europa, y a sus simpatías ideológicas hacia la España que había instaurado la segunda República, alrededor de la cual se había aglutinado una nómina de primera línea tanto en el campo científico como en el de las letras, vislumbró la posibilidad que para el desarrollo cultural, científico y educativo en Colombia podría suponer la captación de esa inteligencia en el exilio. Importante sentido de coyuntura por parte del presidente Santos, si tenemos en cuenta que al país no puede considerársele como una nación abierta estatalmente al fenómeno migratorio. Sin embargo, las buenas intenciones de Eduardo Santos, que no deban confundirse con una política estatal, se vieron frenadas por una serie de factores diversos y adversos. Así, el canciller Luis López de Mesa vivía obsesionado ante la posibilidad de recibir “un montón de anarquistas que van a poner bombas”. Pero además, Colombia no fue un país particularmente atractivo para los exiliados españoles, siendo precario el número de refugiados en comparación con otros países hispanoamericanos (…).
(…) Ciertamente la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario estaba en hora de hacerle un sentido homenaje público y por escrito, al editar la tesis de grado, quien fuera uno de sus mejores hijos. En efecto disciplinado, metódico y meticuloso en grado superlativo, Germán Colmenares asumió el oficio del historiador con rigor espartano. En ese sentido, pierden el año los que pretendan encontrar espacios de su vida pública y privada proclives a la bohemia y a la lúdica en cualquiera de sus condenables o justificables variables, no. su vida siempre estuvo enmarcada dentro de los más altos niveles de autoexigencia y voluntarismo. De otra manera no hubiera podido adentrarse con tanta solvencia intelectual en disciplinas auxiliares de la historia como la estadística, las matemáticas, la demografía y la sociología. Eso explica que rehuyera siempre, lo que de entrada le parecía fácil o mediático, incluido el sustrato verbalista tan propio de nuestra idiosincrasia y tan reacio desde esa lamentable propensión a contar así sea en dosis mínimas con la soledad, el silencio y la meditación, para hacerlos los más efectivos aliados de la previsión y la constancia. Sin ese mapa mental tan coherente y ordenado, mal hubiese podido empeñarse, Colmenares a fondo en el campo de la historia social y económica. Obsesionado en el mejor sentido de la palabra por el entramado de determinadas configuraciones sociales, Germán Colmenares en el decir de ese otro grandes de la historiografía nacional, Jaime Jaramillo Uribe “A través de un estudio jurídico y económico de la institución de la encomienda y de las relaciones de propiedad agrícola y minera estableció las relaciones entre el poder político y el poder económico echando las bases para una verdadera comprensión de la estructura social de la época y de nuestras primeras formas de dominación.” (Tovar, B. 1994. P.13)
Editorial de la Universidad del Rosario
Otras obras
El período 1890-1930 seleccionado para reconstruir la historia de la Facultad de Filosofía y Letras se asocia a un período rectoral de gran trascendencia para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y por un empeño restaurador en el campo del pensamiento en medio de incidencias normativas externas de la vida nacional. Ello se evidencia en la forma como Monseñor Rafael María Carrasquilla concibe la Facultad como reacción a la situación difícil que encuentra al iniciar su rectorado: en el plan curricular que muestra una posición frente a polémicas filosóficas y políticas del momento y que se asocia a un proyecto educativo de la Regeneración que reacciona ante el ideario del radicalismo liberal y donde principios y valores cimentados en los de la Iglesia católica se convierten en derroteros. La descripción de los escenarios políticos, sociales y doctrinarios explica los objetivos que el rector le imprime a la Facultad y la intención de educar nuevos líderes de un pensamiento depurado para el país que tiene y acaba de atravesar por diversas crisis de las cuales no están ajenas las contiendas civiles.
Son muchos los biógrafos de José Celestino Mutis, algunos excelentes, y muy pocos, sin embargo, los que se han detenido a fondo en su labor docente. Por lo mismo, en un esfuerzo encaminado a desterrar lugares comunes, mitos fundacionales y espacios proclives a lo meramente episódico, este texto busca presentar una historia contextualizada de lo que fuera el devenir de la cátedra de matemáticas, desde su fundación en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario por Mutis, de 1762 hasta 1816. Con un amplio respaldo de fuentes primarias y secundarias, su autor, Álvaro Pablo Ortiz, logra enmarcar la génesis, el desarrollo y las vicisitudes de la cátedra en cuestión, con los procesos económicos, políticos y sociales que vivía el país en las postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX. Con un amplio respaldo de fuentes primarias y secundarias, su autor, Álvaro Pablo Ortiz, logra enmarcar la génesis, el desarrollo y las vicisitudes de la cátedra en cuestión, con los procesos económicos, políticos y sociales que vivía el país en las postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX.