Editorial: Efemérides Rosaristas - Constituciones
Luis Enrique Nieto Arango
Luis Enrique Nieto Arango
La larga existencia de nuestro Ilustre fundador, Fray Cristóbal de Torres, (Burgos, 27 de diciembre de 1573-Santafé de Bogotá, 8 de julio de 1654), cuyo estudio a profundidad es una asignatura pendiente de la historiografía nacional, estuvo como la de todos los personajes que dejan honda huella atravesada por inmensas dificultades, las cuales siempre supo sortear, aun después de muerto, por lo que se le ha comparado con su coterráneo el Cid Campeador, quien ya difunto continuaba ganando batallas.
Los ochenta años de edad que alcanzó, excepcionales hoy y muchísimo más en su época, no fueron fáciles y estuvieron siempre salpicados de polémicas, disputas teológicas, rencillas familiares, enfrentamientos con las autoridades civiles y eclesiásticas, así como de luchas a favor de los desposeídos y, particularmente, de los aborígenes de esta apartada región andina, cuya Iglesia le correspondió dirigir por designación del Rey Felipe IV, del 2 de abril de 1634, o sea hace 385 años, precisamente cuando ya había llegado a los 60 años.
Todas estas vicisitudes, entre las cuales no fue la menor la amonestación que de sus superiores recibió en 1614 por un sermón sobre la Virgen que causó escándalo y motivó su salida de Córdoba, palidecen ante el gran esfuerzo que durante veinte años desplegó para obtener la autorización real para su Colegio Mayor, pretensión a la cual se oponían tantos sus hermanos de Orden, los Dominicos, como los religiosos de la Compañía de Jesús, quienes ya habían establecido las Universidades Santo Tomás y Javeriana, en la remota villa de Santafé.
Como sabemos, a pesar de la fuerte oposición, el 31 de diciembre de 1651 el Rey Felipe IV otorgó al Arzobispo de Torres la licencia para fundar en Santafé un «Colegio con los mismos derechos y privilegios que goza el del Arzobispo de Salamanca».
En el momento mismo de la fundación, 18 de diciembre de 1653, se produjo el enfrentamiento con los frailes de la Orden de Predicadores que no aceptaron la decisión de Fray Cristóbal de Torres de no incluir, entre los quince Colegiales Originales, a algún religioso Dominico.
El 14 de febrero de 1654 Fray Cristóbal de Torres, Arzobispo de Santafé, ante el Escribano de Cámara Mayor de Gobernación Antonio Salazar Falcón, protocolizó las Constituciones que aun hoy, en pleno siglo XXI, 365 años después, en lo esencial rigen la vida del Claustro y lo consagran como una entidad privada, autónoma, gobernada por un sistema sui géneris, en el cual el estamento estudiantil tiene un peso decisorio y que se mantiene incólume a pesar de los embates que ha resistido durante siglos, como consecuencia de los vaivenes políticos que han llevado a lo que es hoy Colombia de ser una parte, lejana y a veces olvidada, del gran Imperio Español, a intentar constituir, a pesar de sí misma, una nación independiente, próspera y equitativa para todos sus habitantes.
Esas Constituciones, dictadas por Fray Cristóbal unos meses antes de su muerte, como bien lo señaló el Colegial y Rector Nicolás Esguerra al inaugurar su estatua, que ocupa el patio central, el 10 de octubre de 1909 son:
«Modelo de previsión y de orden, y allí pueden beberse las más sabias enseñanzas sobre la organización del Gobierno. Nada aventuro al decir que esas Constituciones han tenido grande influencia en nuestra forma republicana de Gobierno, y que, la juventud salida de los Claustros del Colegio del Rosario, lleva en la mente y en el corazón, grabados de modo indeleble, los principios del Gobierno electivo, representativo y responsable y la división fundamental de las ramas del Gobierno, no menos que la idea de rechazar, aun de parte de la autoridad suprema, todo lo que salga de los límites fijados por las Constituciones, o sea, el abuso del poder en cualquier forma».
Hoy, en este mes de febrero, cuando se cumplen exactamente 365 años de este texto fundacional, merece la pena considerar esa gran batalla que ha ganado, a través de los siglos, Fray Cristóbal al consolidar la institución que creó, con sus recursos personales y sus inmensos esfuerzos, y que ha permitido, en las distintas etapas de la vida de Colombia, formar personas provenientes de todas las regiones del país, de diversas ideologías y que, por encima de todas las diferencias, han intentado Ilustrar a la República, o sea servir al bien común como lo estableció el Fundador.
La Universidad Colombiana, así con mayúsculas, tiene su más claro origen en el Rosario. La creación de la Universidad Nacional, en 1867, se sustentó en las cátedras que se dictaban en el Claustro Rosarista y, el primer Externado de Colombia, en 1886, surgió como reacción a la intromisión hecha por la Regeneración de Núñez y Caro en el Colegio Mayor.
Pero, más allá de su aporte a la educación del país, el Claustro Rosarista ha sido determinante en la creación de la identidad nacional, congregando en sus aulas a estudiantes de todos los rincones de un territorio que, por complejas razones, de muy variada índole, ha tendido a la fragmentación, a la insularidad y a la polarización, aún no superadas del todo.
Este año 2019 debemos recordar el primer centenario de la dolorosa, por terrible y absurda, iniciación de la guerra civil que duró mil días. Igualmente, los noventa años de la erección de la estatua de Fray Cristóbal en el patio central, que convocó a los rosaristas de todos los partidos en un acto de reconciliación durante ese primer proceso de Pacificación que se vivió en Colombia en el siglo XX.
Todo lo anterior, dentro del marco mucho más amplio de la celebración jubilosa de los 365 años de vigencia de unas Constituciones creadoras de la institución Rosarista que ha demostrado con sus ejecutorias que este acto de fe -al decir de Borges- que es Colombia bien puede ser una realidad, justa y equitativa para todos los colombianos, gracias a la inspiración y a la generosidad de Fray Cristóbal de Torres en la búsqueda del bien común.