El sendero de Gonzalo Ariza
Paulo Córdoba
Por este camino
ni un solo hombre va;
tarde de otoño.
Matsuo Basho. (1)
El camino recorrido por Gonzalo Ariza antes de que su obra empezase a ser reconocida en Colombia fue el camino de un viajero voraz capaz de agudizar profundamente su perspectiva sobre el mundo para así poder representarlo de la forma más intensa que le fuera posible.
Nacido en la Bogotá del año de 1912, en el hogar compuesto por el renombrado fotógrafo Aristides Ariza y la señora María Mercedes Vélez, el maestro Gonzalo Ariza pasó sus primeros años “entre las enseñanzas del colegio y el estudio fotográfico de [su] padre,”[2] lo cual le permitió tener una aproximación a las técnicas fotográficas que de alguna manera influyeron en el tipo de arte que él mismo habría de desarrollar tiempo después.
Su ingreso en 1931 a la Escuela de Bellas Artes de Bogotá fue quizá el hecho que más determinó su carácter contestatario: el joven Ariza, educado en las tradicionales costumbres bogotanas de su época, se tornó un pintor de lo social[3] en un sentido muy distinto del que se entendía normalmente por definición de dicho calificativo.
Si bien sus pinturas nunca se centraron en la dominación social (como exige la tradicional conciencia de clase marxista), su fijación por lo relegado de la conciencia histórica colombiana resalta el carácter social de su obra: sus sobresaltos juveniles de conciencia muestran la necesidad de centrar la atención sobre los contextos colombianos menos valorados por la población que se asentaba en las ciudades. De esta manera, de su ingenio y sus pinceles emergieron obras cuya finalidad era la representación del paisaje ajeno a la realidad urbana; pero que no por ello carecía de encanto e importancia.
Según el testimonio de su nieta Valentina Ariza Romero, “[Gonzalo] Ariza afirmó alguna vez que su intención era hacer con el paisaje lo que el muralismo mexicano había hecho con el pueblo.”[4] Y fue a partir de esta idea -que sería la base de toda su obra artística- que el maestro Ariza se enfrentó a sus diferentes y tempraneros opositores en Colombia. Entre estos últimos destaca el intelectual colombiano Jorge Zalamea, quien era una autoridad en el campo de la cultura[5] en Colombia y mantenía ciertas disputas con el artista debido al carácter contestatario de este último.[6]
Fueron precisamente estas disputas las que determinaron el destino de Gonzalo Ariza el día en que se postuló para una beca de estudios artísticos en el extranjero, la cual era otorgada por el gobierno colombiano, pues Zalamea terminó influyendo ampliamente para que su destino fuera efectivamente el que el artista había pedido después de que las becas para México, Francia y España hubiesen sido ocupadas con antelación por otros artistas de la época: Japón.
Su hijo Francisco Ariza explica la razón por la cual su padre decidió ir al lejano Oriente para continuar sus estudios de arte: “Mi papá había visto los grabados japoneses que también habían influenciado mucho a los impresionistas y, seguramente, tal vez, diría yo, él correspondería en Occidente, en todo Occidente, a la última manifestación de esa influencia”[7].
Durante aquel viaje Gonzalo Ariza definió su propio estilo. Había arribado a territorio nipón con la esperanza de descubrir algo completamente nuevo y, en efecto, lo hizo, pues su arte pronto empezó a adoptar los matices del arte del contexto en el que el artista se había decidido a explorar.
Finalizada su estancia académica en Japón, Ariza regresó a Colombia y pintó paisajes locales al estilo japonés; tiempo después (en 1955) viajó nuevamente hacia el levante como primer secretario encargado de asuntos culturales de la Embajada de Colombia en Japón (allí permaneció hasta 1958, momento en que regresó a Colombia). Fue durante ese segundo viaje que llevó al público japonés una serie de obras en la Galería Daimarú de Tokio, convirtiéndose así en el primer colombiano en exponer su arte en Japón. Sin embargo, tras su retorno a Colombia, sus producciones artísticas en el país no fueron precisamente elogiadas de inmediato.
La crítica de arte argentina Marta Traba fue la más importante polemista a la que se enfrentó Gonzalo Ariza. Según el pintor Cristo Hoyos, Marta Traba “muchas veces descalificó al paisajista [Ariza]”[8] sin lograr, por fortuna para la posteridad, deslegitimarlo como artista. Fue en aquellos tiempos de disputa con Marta Traba que Ariza empezó a denunciar la europeización que sufría América Latina por cuenta de tendencias como el abstraccionismo y el surrealismo:
“Durante largos años todo el apoyo se dirige a estimular el desarrollo del arte no nacional, no latinoamericano, en sus dos principales tendencias europeizantes, el abstraccionismo y el surrealismo. […] Los comerciantes del arte y los entendidos en estética entraron en el juego. Una crítica exclusivista se desató en todos los países latinoamericanos contra todo artista que pretendiera, aun en la forma más leve, mostrar la realidad nacional, afianzar las tradiciones o buscar rumbos regionales propios.”[9]
Estas palabras de Gonzalo Ariza reflejan su inquietud en torno a la pérdida de libertad artística, inquietud que terminaría por convertirse en una característica de su personalidad. Y por diez años (desde 1963 hasta 1973) no expuso sus obras en los Salones Nacionales colombianos, acaso porque estaba fatigado de las disputas con la crítica y se oponía a ser condenado por expresarse autónomamente.
Ahora bien, el reconocimiento que el artista no obtuvo pronto en Colombia lo obtuvo en Japón nueve años antes de su muerte (1995), cuando el gobierno japonés lo condecoró con el Kun Santo Zuimosho por su capacidad de pintar en estilo japonés aun aquello que no necesariamente lo era.
Por consiguiente, a manera de conclusión, cabe destacar las palabras de Álvaro Pablo Ortiz, íntimo amigo del maestro Ariza, quien afirma que “como todos tenemos […] un antes y un después, Gonzalo es antes del Japón y después del Japón.”[10] Esto, por supuesto, se evidencia en sus obras que perviven en la actualidad como son los casos de los óleos titulados Amanecer (Figura 1) y Salto del Tequendama (Figura 2), y de las acuarelas tituladas Paisaje (Figura 3) y Sin título (Figura 1), donde el artista representa típicos paisajes colombianos como si fueran paisajes pintados por maestros japoneses como los que le enseñaron[11] el sendero de la representación del Lejano Oriente por el cual ningún otro artista colombiano tuvo la oportunidad de caminar.
Bibliografía
Fuentes Primarias
Ariza, Francisco. En discusión con el autor y con Álvaro Pablo Ortiz. 21 de Octubre de 2016.
Ariza, Gonzalo. «La libertad artística.» El Espectador, 21 de Agosto de 1958.
Galería El Museo, Bogotá D.C.
Ortiz, Álvaro Pablo. En discusión con el autor. 9 de Septiembre de 2016.
Fuentes Secundarias
Ariza Romero, Velentina. «La batalla pictórica de Gonzalo Ariza.» El Espectador, 14 de Junio de 2015.
Colarte. Colarte. Patrimonio Cultural Colombiano. http://www.colarte.com/colarte/ConsPintores.asp?idartista=2&pest=recuento (último acceso: 25 de Julio de 2016).
Martínez, Marta. Biblioteca Luis Ángel Arango (Biblioteca Virtual). http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/arizgonz.htm (último acceso: 2016 de 07 de 25).
Medina, Álvaro. El arte colombiano de los años veinte y treinta. Bogotá: Colcultura, 1995.
Sección Cultural. «Gonzalo Ariza: pintor de los Andes.» El Meridiano, 20 de Abril de 2013.
Zuluaga, Gustavo (Comp.). La senda de Basho. El Haikú japonés. Medellín: Universidad de Antioquia, 1985.
[1] Gustavo Zuluaga (Comp.). La senda de Basho. El Haikú japonés. Medellín: Universidad de Antioquia, 1985, p. 22.
[2] Gonzalo Ariza, “Alrededor de mi pintura”, en Gonzalo Ariza – Pintura, Bogotá, Seguros Bolívar, 1978. Citado en: Medina, Álvaro. El arte colombiano de los años veinte y treinta. Bogotá: Colcultura, 1995, p. 241.
[3] Marta Martínez. Biblioteca Luis Ángel Arango (Biblioteca Virtual). s.f. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/arizgonz.htm (último acceso: 2016 de 07 de 25).
[4] Velentina Ariza Romero. «La batalla pictórica de Gonzalo Ariza.» El Espectador, 14 de Junio de 2015.
[5] Empleo el término “cultura” en su sentido originario del cultivo-de-sí a través del desarrollo de las cualidades intelectuales humanas, de teorías –en el sentido lato del término– sobre el mundo. En este sentido, el “campo de la cultura colombiana” significa el campo de todo aquello que ha alcanzado un estado de teorización que parte de la práctica y contribuye al desarrollo del intelecto colombiano.
[6] Álvaro Pablo Ortiz, en discusión con el autor, 9 de Septiembre de 2016.
[7] Francisco Ariza, en discusión con el autor y con Álvaro Pablo Ortiz, 21 de Octubre de 2016.
[8] Sección Cultural. «Gonzalo Ariza: pintor de los Andes.» El Meridiano, 20 de Abril de 2013.
[9] Ariza, Gonzalo. «La libertad artística.» El Espectador, 21 de Agosto de 1958
[10] Ortiz, discusión, 9 de Septiembre de 2016.
[11] “Estudió grabado en la Koto Kogei Gakko en Tokio; hizo los cursos de grabado con Maeda; aguafuerte y litografía con Ioth y acuarela en el Taller de Foujita.” Ver: Benjamín Villegas, Gonzalo Ariza, Bogotá: Villegas Editores, 1989. Citado en: Colarte. Colarte. Patrimonio Cultural Colombiano. http://www.colarte.com/colarte/ConsPintores.asp?idartista=2&pest=recuento(último acceso: 25 de Julio de 2016).