Globo primero.
Por la respetable suma de mil pesos (el internado de un alumno valía 300), el argentino José María Flores* dio una función a los bogotanos de 1843**. Al efecto, los corredores altos y bajos del Colegio recibieron público, a razón de un real per capita. Estéticamente, el globo era muy santafereño, adornado de fajas blancas y rojas. El aparato, cuyo aro medía 16 metros de circunferencia, inflado se veía desde la calle. Para mantenerlo en tierra hacían falta veinte hombres. A ellos el aeronauta, vestido como para función teatral, una vez en la barquilla, dijo ¡suelten!
El despegue fue tan violento que, en ello, cargó con el alar del tejado, por la esquina noroeste. Se siguió, por supuesto, una desbandada del público, atado emotivamente al curso del globo. La ruta fue así: del Claustro a San Francisco, de allí al Boquerón, entre los cerros orientales. Por la altura que había ganado, la multitud se inquietó por la suerte del tripulante. Al fin comenzó el descenso, que el piloto completó descolgándose por una cuerda. El aparato, más o menos una estufa voladora, dejado a su suerte, fue a parar al edificio del hospital San Juan de Dios. Tanto al despegue como al aterrizaje, no menos improvisado, hubo heridos entre los curiosos. Allí hubo alarma de incendio, cuando el globo, chocando con el tejado, vertió parte de su combustible. Retozos pirotécnicos, en fin.
Un argentino, en Popayán, fue pionero de la aviación nacional. Imagen del blog Matacafe. Historia de la aviación en Colombia.
Lo curioso es que los bogotanos le permitieron a Flores otra diversioncita aeronáutica, esta vez despegando en San Victorino. Según cuenta Cordovez Moure, el pionero de la aviación colombiana vino a morir en Guatemala, cuando se le incendió el globo, en plena travesía. Más se sorprende uno de saber que el espectáculo estuvo a punto de repetirse cinco años después, por los mismos mil pesitos, de no haber sido porque al aeronauta le dio “canillera”. Luego repitió el acto un intrépido Antonio Guerrero, de quien no hay mayores datos.
Flores había entrado al país por Popayán, en el 43. Allí hizo su famosa rutina, despegando del Seminario y aterrizando en El Ejido, sin percances. De aquí tenemos, pues, que la aviación se estrenó en el Cauca. Lo que pocos saben es que un caucano, Carlos Albán, pudo haber pasado a la historia del arte, en vez de Zeppelin.
Ascensión en Versalles.
Globo segundo.
Luego del excurso histórico, volvemos al Colegio. Antonio María Barriga Villalba, conocido en este blog a propósito de la elección de Castro Silva, también echó sus globos. La vena experimental le venía desde que se graduó en Filosofía con la tesis El invento de Caldas. Su aparato aeronáutico tuvo, en 1909, el mismo fin de Ícaro; aunque quien pagó las consecuencias fue el Ícaro piloto. Quien no pudo encomendarse a la patrona de los aeronautas, la Virgen de Loreto, cuya advocación se daría apenas en 1920.
Primer vuelo tripulado, en 1783 (Wikipedia). Leña y tamo fueron los combustibles del globo nuestro, según Cordovez.
*Así en todas las fuentes, excepto en Cordovez, que pone José Antonio Flórez.
** Cordovez pone 1845. El aeronauta argentino principió su gira nacional en junio de 1843. Fuentes. En principio, las Reminiscencias de Santafé y Bogotá, de Cordovez Moure. Con datos más exactos, el blog Matacafe, sobre historia de la aviación. Sobre la icárica experiencia del Dr. Barriga, la columna Desde el foso: Aventuras y hazañas espaciales colombianas; cuya fuente es Oliverio Perry, Quién es Quién en Colombia. Tercera edición 1962-1963. Bogotá, 1962. Asimismo Alberto Mayor Mora, Inventos y patentes en Colombia, 1930-2000. Medellín, 2005.