La historia ‘cantada’ del conflicto en Colombia
By: Magda Páez Torres
Photos: 123RF, Leonardo Parra
By: Magda Páez Torres
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La historia del conflicto armado en Colombia se ha escrito con sangre y fuego, y aunque suene paradójico, también con música. A punta de contrastes, cada uno de los bandos ha encontrado en los diversos géneros musicales un canal elocuente para contar –o mejor, para cantar– el dolor, la victoria y la derrota, desde la visión subjetiva de su esquina de combate.
“Voy al campo de batalla a cumplir con la cita / Voy dispuesto al sacrificio que sea necesario / El sacrificio es el fuego que le purifica / El alma y el corazón al revolucionario”.
Canciones como Nada personal, de Julián Conrado, alias ‘Guillermo Enrique Torres Cueter’, llamado también ‘El cantante de las Farc’, develan la otra cara del conflicto, desnudan la mirada interna de los actores que, mientras empuñaban las armas, también se enfundaban uno que otro instrumento musical en busca de ganar otras batallas. Guerrillas, paramilitares y hasta el propio Ejército han apelado a canciones para sobrellevar sus faenas, para enviar mensajes a la población civil, para celebrar sus triunfos y hasta para vivir el amor, a su manera, detrás de las trincheras.
Ha sido tan importante la expresión musical en el interior de estos grupos, que la Universidad del Rosario, desde su Facultad de Jurisprudencia, en compañía de otros investigadores de la Universidad Nacional y la Universidad Libre de Berlín (FU Berlin), se ha dado a la tarea de analizar estas canciones a través de un proyecto denominado Memoria sonora de la guerra y la paz: biblioteca musical del conflicto armado en Colombia, con el apoyo financiero del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y del Centro Nacional de Memoria Histórica.
De esta manera se le da continuidad a un trabajo que arrancó con el estudio de la compilación musical de las Farc. Ahora se abre el abanico al M-19, el ELN, las AUC, la Fuerza Pública (Ejército, Policía Nacional, Armada y Fuerza Aérea) y la sociedad civil victimizada.
Entre ellos se destacan, además, de Julián Conrado, cantantes como Kike Pacheco, soldado del Ejército Nacional; y las Cantadoras del Pacífico, que representan a la población víctima del conflicto y que se han convertido en una voz emblemática en el país.
“Nos dimos cuenta de que esa producción artística ha sido sostenida en el tiempo, prolífica, y no existe un conocimiento profundo del manejo de ese material, las lógicas de composición, de producción, de circulación y de recepción, y eso se debe en parte a que no hay todavía una base de datos o biblioteca que nos permita sistematizar y analizar. Es ahí donde nace el proyecto”, explica el profesor e investigador de la Universidad del Rosario, Rafael Camilo Quishpe, quien junto a los profesores Enrique Prieto Rios, Maguemati Wabgou y Laura Malagón lideran este proceso.
“Por lo tanto –agrega– esta iniciativa responde a dos objetivos: conocer los contenidos y tendencias de las canciones producidas por las víctimas, la fuerza pública y los actores armados organizados; y analizar el mensaje de esos temas musicales para comprender las historias regionales de la violencia en Colombia y, por supuesto, de la construcción de paz”.
Y es que en palabras de la profesora Laura Malagón, de la Universidad Libre de Berlín, “la música ha sido un elemento constitutivo de las identidades de esas organizaciones armadas, ha cumplido un rol en la cohesión interna y, por ende, en la edificación de sus estructuras, de sus lazos sociales. Ha funcionado como un medio que posibilita la conexión tanto cognitiva como emocional, entre los actores”.
En ese sentido, Quishpe subraya que al interior de grupos como las Farc, la música cumplía un papel para motivar a los combatientes, como elemento de moralización, pero también de diversión. Y hacia afuera era un canal determinante de propaganda usado en muchos casos para el reclutamiento, para atraer personas a las filas o simplemente para agradar a los simpatizantes.
Un estudio anterior terminado en 2019 y enfocado solamente en las Farc, dejó como resultado tres cancioneros de geografía, vida cotidiana, paz y reconciliación. Gracias a este se encontró que los géneros musicales utilizados estaban correlacionados con cada región de Colombia. Los más preponderantes eran vallenato, corridos, música popular y hasta llanera.
Ese análisis también permitió identificar un top de palabras reiterativas en sus mensajes: igualdad, libertad, amor, Farc, vida, Colombia, poder, riqueza y hasta paz, incluso antes de que se iniciaran las conversaciones del proceso de paz en La Habana, Cuba (2012). Una vez empezaron los diálogos, se percibió un giro en el discurso lírico: aparecen con más fuerza los vocablos vida, reconciliación, bienvenida, Colombia, libertad y, por supuesto, paz.
Al final de este proceso investigativo, la idea es tener una sólida memoria digital, pero también una memoria física con los vinilos rescatados. Se creará una biblioteca online con acceso gratuito para todos los colombianos, así como una compilación musical de las voces de víctimas y excombatientes.
En busca de la memoria cultural
En Memoria sonora de la guerra y la paz, proyecto que comenzó en diciembre de 2020 y que concluye a mediados de 2022, se adelanta una fase de recopilación, en tres categorías: grupos armados, fuerza pública y víctimas. Para ello, se están usando distintas herramientas: se ha recurrido, por ejemplo, a instituciones como la Agencia de Reincorporación, la Unidad de Víctimas, la Unidad de Restitución de Tierras, Ejército, Policía y asociaciones de excombatientes, entre otras, para indagar si tienen material musical o conocen gente que tenga archivos. También se ha accedido al material que ya está en internet, y que ha contribuido a recopilar cerca de 2.000 canciones entre todos los actores. Se cuenta, además, con la posibilidad de recuperar material físico, como vinilos del Ejército, de las Farc y de las víctimas.
Por ejemplo, los alabaos (velorios a los muertos) de las Cantadoras del Pacífico encarnan una historia de dolor, exorcizan la tristeza por la partida abrupta de un ser querido en medio de la violencia, buscan reparar, con cantos, arrullos y música, las heridas del alma: “Lo mataron sin piedad / Sin tener ningún consuelo / Ay, Saturio fue fusilado…”.
Con este verso, y muchos otros de su autoría, Elena Hinestroza da testimonio de la crudeza del conflicto y, en este caso, del fusilamiento de un reconocido líder afrocolombiano, símbolo de la lucha racial.
Para conocer de primera mano, historias como esta, el siguiente paso de la investigación es trasladarse a algunas zonas del país en aras de ampliar la exploración. “Vamos a viajar a los Llanos Orientales, a la Costa Pacífica, a la Costa Caribe, regiones que cumplen con tres características: tienen una fuerte producción cultural, fueron gravemente afectadas por el conflicto armado y albergaron a más de dos tipos de actores. Nos hemos dado cuenta en el camino de que mucha producción cultural está ahí”, explica el profesor Quishpe.
Vale aclarar que el trabajo de campo no involucra a miembros activos de grupos al margen de la ley, sólo a excombatientes en proceso de reincorporación, junto con sociedad civil victimizada y fuerza pública. En el caso del ELN, el objetivo, simplemente, es acceder al material musical, en diferentes formatos.
Al final de esta investigación, la idea es tener una sólida memoria digital, pero también una memoria física con los vinilos rescatados. En esta apuesta ha sido clave el apoyo de la cooperación alemana, particularmente del Instituto Colombo-Alemán para la Paz (Capaz). “Tendremos una apropiación audiovisual del conocimiento; crearemos una biblioteca online, con acceso gratuito y público para cualquier colombiano. Vamos a hacer una compilación musical de nuestro recorrido y lo que hemos logrado recopilar de esas voces. Por ejemplo, en el primer proyecto contamos con los aportes, en primera persona de los excombatientes, a través de las reuniones que realizábamos alrededor de esos materiales, mientras que para esta última buscamos articular las historias de los actores a través de videoclips donde narren las historias detrás de esa música”, señala el investigador.
Con este trabajo se quiere trascender de los archivos académicos a la interacción con el ciudadano, a través de la radio, las redes sociales y otros recursos tecnológicos. También se proyecta la creación de un semillero interdisciplinario con las Facultades de Jurisprudencia, Creación y Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, en conjunto con la Universidad Nacional, en aras de formar recurso humano en esta materia. Así mismo, se preparan dos cursos sobre música, conflicto armado y paz en Colombia, que se van a dictar en pregrado y posgrado en ambas universidades.
“Nosotros queremos que esa música también propicie ejercicios pedagógicos”, añade Quishpe. “Nuestro interés es que esta biblioteca permita también, al interior de la universidad, generar diálogos entre facultades para hacer diferentes productos que nos sirvan para visibilizar esta tradición de la música en el conflicto. Por ejemplo, la gente de periodismo tiene un aporte fundamental aquí al contar las historias que se esconden detrás de esas canciones. Las personas de teatro musical tienen un valor fundamental en interpretar o darles vida a las historias. No solo es un mensaje para afuera, sino también para la Universidad: cómo podemos pensar nuevas formas de vincular los saberes y las disciplinas en torno a un mismo tema.
Un paso hacia la reconciliación
ara el profesor Quishpe, más allá de reconstruir una memoria, esta investigación es clave en la construcción de paz. “Queremos visibilizar la producción musical tanto de la gente que dejó las armas y se está incorporando, como la de las víctimas que sufrieron, digamos, diferentes tipos de acciones, y la fuerza pública que también está en muchas regiones aportando a la reconciliación del país. La música de estos actores se tiene que conocer para entender de otra forma lo que pasó en el conflicto armado, ver de primera mano las ideas que tenían los grupos, bien sean víctimas, fuerza pública o excombatientes”, puntualiza.
De esta manera se busca que el país pueda reflexionar sobre el conflicto armado, no solamente desde el ámbito militar, sino también desde una visión más integral, como lo plantea la profesora Laura Malagón. “La música nos permite mirar a estos actores desde un ámbito más ‘humanizante’. Es un puente que nos conecta con otras historias, con otras experiencias; nos invita a ponernos en los zapatos del otro y, por ende, a avanzar hacia la paz. Es una deuda que tenemos con la construcción de la memoria: involucrarnos con el entendimiento de esa producción cultural para entender a ese otro y reconciliarnos”, acota.
La música, sin duda, ha sido un componente significativo de las sociedades, de las vivencias personales, pero también de los procesos colectivos; del amor y el desamor; ha sido un arma de guerra en el mundo entero, en los momentos más álgidos y determinantes de la humanidad, pero también de paz. Hoy Colombia, desde la academia, hace esta introspección lírica para trascender del uso bélico de las canciones a un lenguaje pacífico, a una nueva faceta cultural, que le permita al país ‘cantar’ una nueva historia.
“Nos dimos cuenta de que esa producción artística ha sido sostenida en el tiempo, prolífica, y no existe un conocimiento profundo del manejo de ese material, las lógicas de composición, de producción, de circulación y de recepción, y eso se debe en parte a que no hay todavía una base de datos o biblioteca que nos permita sistematizar y analizar. Es ahí donde nace el proyecto”, explica el profesor del Rosario, Rafael Camilo Quishpe.