Cuando el país celebraba el centenario de la Independencia, los estudiantes se organizaban para promover la discusión sobre sus intereses. Allí hubo representación del Colegio Mayor.

Pesimismo fue seguro lo que reinaba al iniciar el siglo veinte colombianos: acababa la guerra civil más extensa y mortífera del país, mientras que el mapa de Colombia prescindía forzosamente de su región ístmica. En la educación, regía la ley 39 de 1903[1], en cuya virtud la religión cobraba papel protagónico, en detrimento de la ciencia.

Los jóvenes se habían convertido en un grupo muy activo, desde la publicación del Ariel, de José Enrique Rodó. Los congresos estudiantiles se dieron en varias partes de América, por la cercanía del centenario de las independencias. A principios de 1908, en Montevideo, se celebró el Primer Congreso Internacional de Estudiantes, antecedente inmediato del nuestro, con estudiantes del Cono Sur. El 7 de diciembre de 1908, diez universitarios de Bogotá, se reunieron en la Sociedad de Practicantes de la Facultad de Medicina, para discutir la pertinencia de celebrar un congreso de estudiantes de Colombia, Venezuela y Ecuador, una reunión grancolombiana. Por el Rosario, concurrieron José Saavedra Galindo y Martín Vargas[2].

 

Primer Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia (julio de 1910). J. Casís – editor. Los representantes del Rosario, abajo a la izquierda.

Entre tanto, el gobierno de Rafael Reyes tocaba a su fin. Los estudiantes participaron en las protestas de marzo de 1909, que provocaron la salida del mandatario[3]. Mediante nota de once de septiembre de 1909, el Ministerio de Instrucción Pública solicitaba al rector del Rosario la elección de tres diputados al congreso de estudiantes de Venezuela, Ecuador y Colombia, que había de reunirse el 20 de julio de 1910, recomendando elegirlos “á la mayor brevedad posible”. La junta organizadora dejaba al Rosario en libertad de decidir el mecanismo de elección, recomendando en todo caso que allí intervinieran rector y profesores nombrados. Apelando a la autoridad de las Constituciones, en el sentido de que la representación del Claustro corresponde a los colegiales de número, la Consiliatura procedió a elegir los diputados, que lo fueron José Manuel Saavedra Galindo, Martín Vargas y Rafael María González^[4].

Demetrio García Vásquez, presidente de la Junta Organizadora del Congreso, le solicita a Carrasquilla que cambie la terna de diputados, pues ya se habían graduado, mediante comunicación del Ministerio, de 16 de junio de 1910. Se procedió a elección y obtuvieron la representación así. Por la Facultad de Filosofía y Letras: Principal, Miguel Arteaga. Suplente, Eleuterio Serna. Por la Facultad de Jurisprudencia: Principales, Alberto G. Abello y Miguel Vargas. Suplentes, Félix M. Reina y Elías Sabogal[5].

La instalación del congreso se verificó el 19 de julio, en el teatro Colón, con discurso del ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Carlos Calderón. Las sesiones tuvieron lugar entre los días 28 de julio y el 10 de agosto. Los puntos tratados fueron:

-Conveniencia de la unificación de los programas universitarios y equivalencia de títulos profesionales

-Conveniencia del método de oposición o de concurso para el desempeño del profesorado en las Facultades

-Representación de los estudiantes en los Consejos directivos de las Facultades

-Becas y canjes de estudiantes

-Franquicias y privilegios para los estudiantes, intercambio de libros, tesis, revistas (bibliotecas internacionales)

-Adhesión a la Liga de estudiantes americanos promovida en Montevideo

-Organización de Congresos periódicos entre los estudiantes de Colombia, Ecuador y Venezuela

Se indicaba, además, que los estudiantes grancolombianos podían enviar trabajos científicos a los delegados para presentar en el Congreso[6].

Respuesta del delegado Arteaga al estudio sobre representación estudiantil. La merma democrática se refiere a la suspensión de elección de rector durante el rectorado de Carrasquilla.

En la sesión de cuatro de agosto, se discutió sobre la representación estudiantil en consejos universitarios. Los delegados Ciro Caballero y Daniel Peralta estuvieron a cargo de presentar el estudio. El delegado Arteaga hizo uso de la palabra, diciendo entre otras cosas que “hoy, por desgracia, el régimen del Colegio del Rosario no es tan democrático como antes”. Con veintiún votos, se aprobó la siguiente moción:

El Primer Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia acepta como una legítima aspiración la representación de los estudiantes en los Consejos Directivos, designando al efecto un número justo de puestos en dichos consejos para que sean ocupados por estudiantes elegidos por el voto directo de sus compañeros.

Los delegados rosaristas trabajaron en el punto de franquicias y privilegios estudiantiles: provisión de empleos públicos a recién graduados, libre acceso a bibliotecas, archivos y museos (¡también a las barras del Congreso!), edición de las tesis por la Imprenta Nacional, prohibición de usar los edificios educativos para cuartel[7], derechos de grado en colegios oficiales, becas en el exterior, etcétera. Arteaga propuso, además, “que en los Colegios se dé á los jóvenes una educación adecuada para separarlos racionalmente de los males que ocasionan los placeres sexuales”, presentando al Congreso un Estudio sobre prostitución. Miguel Vargas recomendó el canje de libros y revistas para formar “bibliotecas internacionales”.

El diecinueve de agosto, la Consiliatura aprobó “la conducta observada por el Sr. Colegial D. Miguel Vargas”, mediante Acuerdo número cinco de 1910[8], sin que sepamos por qué no se mencionan los otros dos representantes del Colegio.

Así registró la prensa la recepción de los delegados de los países grancolombianos. S. A. (1910, 20 de julio). Congreso Internacional de Estudiantes. Recepción de los Delegados del Ecuador y Venezuela. Gaceta Republicana, 290-1, s. p.

Balance del Congreso

Celebrado el Congreso, los estudiantes ganan reconocimiento como sector organizado en defensa de sus intereses. En lo político, se manifestaron partidarios de suspender la discusión del tratado con los Estados Unidos respecto al caso de Panamá; en lo académico, defendieron la autonomía universitaria y apoyaron el plan de reforma de la Universidad Nacional, archivado por el Congreso.

El Congreso, si bien quedó afectado por el localismo de la representación (Bogotá), el relevo generacional (estudiantes graduados) y otros factores coyunturales, fue un precedente en la organización estudiantil y en el debate de la urgente reforma universitaria y otros temas educativos[9].

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