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Fenómeno de La Niña en transición: implicaciones y recomendaciones

Fenómeno de la Niña en transición: implicaciones y recomendaciones
Para el lunes 26 de agosto, El Centro de Predicciones Climáticas (CPC) de La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) prevé con una probabilidad del 66 % que entre septiembre a noviembre ocurra la formación da la fase negativa del fenómeno del Niño Oscilación el sur (ENSO), La Niña”

Actualmente, el fenómeno de La Niña se encuentra en un período de transición. Álvaro Ávila, profesor del programa en Ciencias del Sistema Tierra de nuestra Facultad de Ciencias Naturales, señala: “esto significa que, aunque hay un 66 % de probabilidad de que se forme entre septiembre a noviembre, aún no existe una certeza del 100 %”.

“Este margen de incertidumbre se debe a que la temperatura del océano Pacífico ha comenzado a bajar, pero se requieren varios meses consecutivos con esta tendencia para confirmar la presencia del fenómeno. Se espera que, para noviembre a enero de 2025, si las temperaturas continúan descendiendo, se pueda declarar oficialmente la llegada de La Niña”, añade el experto.

El CPC, junto con otros organismos especializados, ha advertido sobre las posibles consecuencias de este fenómeno, ya que presenta tanto desafíos como oportunidades para la agricultura colombiana. Mientras que algunos cultivos pueden beneficiarse de las lluvias, otros pueden verse gravemente afectados, lo que a su vez podría impactar significativamente los precios de los alimentos.

Es esencial que los agricultores, corporaciones autónomas regionales (CARs) y el sector privado estén preparados para afrontar estos desafíos y minimizar cualquier impacto negativo en sector de alimentos, energético y de transporte. “Es importante que a la sociedad y los diferentes sectores académicos, públicos y privados inicien obras de adaptación y preparación frente al exceso de lluvias que podrían presentarse”, agrega el profesor Ávila.

Las medidas más recomendadas incluyen el mantenimiento de alcantarillas y sistemas de drenaje, la prevención de deslizamientos de tierra, y la correcta gestión de residuos sólidos para evitar que estos lleguen a los ríos.

Respecto a los embalses, el impacto de La Niña varía según la región. El profesor afirma que: “por ejemplo, los embalses ubicados en los Andes, como El Peñol, La Esmeralda, Betania y entre otros, podrían beneficiarse del aumento en las precipitaciones, aunque se necesitaría un fenómeno La Niña de larga duración para que se llenen los embalses en gran parte del país. Sin embargo, la duración exacta de este fenómeno aún es incierta”.

Es importante recordar que, independientemente de si La Niña se desarrolla plenamente o no, las obras de adaptación y preparación deben realizarse de manera continua para mitigar los efectos de cualquier fenómeno climático que pueda presentarse en el futuro.

De acuerdo con Leonardo Briceño, profesor de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, los efectos en la salud por la presencia del fenómeno de La Niña han sido derivados de las fuertes inundaciones ocasionadas por la lluvia abundante, así como por la pérdida de cosechas de cultivos de pancoger (aquellos cultivos que satisfacen parte de las necesidades alimenticias de una población determinada. Por ejemplo, en la zona cafetera son cultivos de pancoger: el maíz, el fríjol, la yuca, el plátano, entre otros) o cultivos comerciales, que afectan a las poblaciones que tienen su sustento en ellos.

También, problemas de salud mental asociados a la mortalidad por inundaciones y al severo estrés hídrico, como el aumento de la presencia de huracanes en países y zonas costeras, que se afectan por la aparición inesperada de lluvias y vientos torrenciales.

¿Cuáles son sus efectos en la salud?

El doctor Briceño resalta que la presencia del fenómeno de La Niña genera efectos en la prestación de los servicios de salud con afectaciones directas a la infraestructura, disminución del acceso oportuno a los servicios de salud, escases de suministros médicos y desbordamiento del recurso humano y económico de los sistemas de salud. Los efectos en la salud se pueden clasificar en directos e indirectos.

Los efectos directos prevén un aumento de las enfermedades vectoriales como el Dengue y la Malaria, las enfermedades infectocontagiosas respiratorias y diarreicas, las enfermedades respiratorias no transmisibles como el asma y la enfermedad obstructiva crónica, la mortalidad materna, infantil y fetal y la muerte por eventos cardiovasculares.

Los efectos indirectos son los asociados a lesiones, fracturas y los desórdenes en la salud mental.

“Dependiendo de la cantidad de lluvia ha aumentado la cantidad de casos de dengue, que llegan a un 35%, y en malaria aumentos hasta del 55%. Las diarreas aumentan su incidencia en un 26% y las infecciones respiratorias hasta en un 150%. También se han encontrado tasas de ataque aumentadas desde un 24,5% hasta un 68% para infecciones virales y bacterianas, hepatitis A, Escherichia Coli y protozoos. Las tasas de incidencia de síntomas y de hospitalización por asma y enfermedad pulmonar también han evidenciado aumentos sustanciales que duplican las tasas usuales. La mortalidad materna se ha visto aumentada en un 27%, la mortalidad infantil ha aumentado en un 40%, siendo así hasta 6 veces más que en épocas sin este fenómeno. Con relación a los desórdenes mentales, en algunos estudios con grupos de exposición y grupos control se ha descrito que en personas víctimas de inundaciones, la ansiedad ha incrementado un 16%, el estrés post traumático un 15%, probabilidad de depresión un 15% e ideación suicidad un 7%”, indica el profesor Briceño.

¿Cómo prevenir y mitigar los efectos?

Es prioritario que los servicios de salud trabajen varias direcciones para evitar y mitigar las consecuencias del fenómeno climático. Las actividades a fortalecer incluyen, pero no se limitan, al mejoramiento del monitoreo meteorológico, la vigilancia epidemiológica poblacional, el control de vectores, el desarrollo de capacidades institucionales y del talento humano en salud, la vacunación, la gestión de los recursos hídricos y la educación, la capacitación y el trabajo intersectorial y en redes.

Considerando la aparición desigual del fenómeno y sus efectos, es necesario realizar y actualizar los análisis sectoriales, locales, departamentales y regionales asociados a las predicciones meteorológicas para priorizar áreas de trabajo intersectorial bajo esquemas de gobernanza colaborativa entre los diversos sectores que se ven involucrados en la prevención y mitigación.