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Primer discurso de la Dra. Ana Isabel Gómez Córdoba como rectora electa de nuestra Universidad

Primer discurso de la Dra. Ana Isabel Gómez Córdoba como rectora electa de nuestra Universidad
Un saludo con todo mi afecto a las personas que componen la Universidad del Rosario: estudiantes, profesores, funcionarios, administrativos, directivos, egresados y socios estratégicos.

Me siento profundamente emocionada y agradecida por la decisión que ha tomado el Colegio Elector de designarme como la rectora del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en los dos años que están por venir. Es una inmensa responsabilidad, más aún cuando por primera vez en la historia de nuestro Claustro le corresponde a una mujer.

A los Consiliarios y Colegiales les quiero agradecer el trabajo realizado durante este tiempo, acatando las Constituciones y la participación de la Comunidad en la elaboración del perfil y las preguntas para el proceso de elección.

A todos los 34 postulados y, en especial, a la Dra. Martha Elena Penen Lastra, a la Dra. Marta Juanita Villaveces Niño, al Dr. Antonio Agustín Aljure Salame, al Dr. Germán Alberto Bula Escobar y al Dr. Javier Ricardo Vásquez Herrera les agradezco su vocación de servicio y su amor por el Rosario. Ha sido un privilegio estar con ellos en este proceso final.

Quiero también agradecer a los doctores Gustavo Quintero Hernández y a la querida Laura García Matamoros, quienes durante estos meses han dado continuidad a la dirección de la Universidad desde sus roles como rector encargado y vicerrectora encargada, adelantando acciones de diagnóstico e implementación de planes de intervención y mejoramiento, coordinando equipos de trabajo y manteniendo comunicación permanente con la comunidad. La historia les reconocerá el papel fundamental que han desempeñado en este tiempo.

No puedo dejar de mencionar con infinito agradecimiento a mis amados padres, María Victoria y Gustavo; a mi amado esposo, Germán; a mis hijitas, María Paula y Laura; a mi hermano y su familia; y a Lucy, que ha cuidado toda la vida de mí también, porque yo soy el fruto de sus sacrificios y amor. Quiero recordar a todos los amigos y profesores que a lo largo de la vida me han enseñado tanto y cuya compañía y consejo han sido el bálsamo en los momentos más difíciles, en especial, a mi director de tesis doctoral, el Dr. Carlos María Romeo Casabona, recientemente fallecido a quien en este día extraño inmensamente.

No obstante, en este momento, con especial afecto, quiero dar las gracias a mis estudiantes de los que siempre aprendo, que me hacen crecer y soñar que es posible transformar el mundo a través de ellos, que son el centro de todas mis acciones y a quienes quiero con todo mi corazón. En sus ojos amorosos encuentro todo lo que necesito para ser feliz.

Debo confesarles que en mi fuero más íntimo, en el fuero de mi corazón, durante estos meses le he pedido a la Virgen de la Bordadita y a Dios que le diera la sabiduría a los responsables de la elección para escoger una persona que pudiera cuidar de todos nosotros y de la institución en su conjunto. Mi deseo es responder a su voto de confianza y a mi oración, con todas las fuerzas de mi ser.

He dedicado la mayoría de mi proyecto vital a la Universidad del Rosario, como profesor titular, investigador y gestor académico de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, y de la Facultad de Jurisprudencia, porque estoy plenamente convencida de que la educación, que incluya aspectos no solo técnico-científicos, sino especialmente éticos y humanistas, es el medio para la tan necesaria transformación de nuestro entorno, el camino a sociedades más equitativas, diversas y sostenibles, en donde las libertades fundamentales sean garantizadas para todos.

No podemos ignorar que hemos atravesado tiempos difíciles, y en nuestro campus quedan rastros de los sentimientos de tristeza, desconfianza, desesperanza y sufrimiento que hemos experimentado, pero les pido que no nos quedemos atados a ellos. Todos deseamos profundamente que el legado que nos fue entregado a nosotros sea conservado y potenciado hacia el futuro para las nuevas generaciones en un siglo retador y apasionante. 

Si bien como rectora me corresponde un rol fundamental en esta transformación, no lo puedo hacer sola. Requiero del valor y la acción decidida de cada uno de los miembros de la comunidad desde la diversidad que nos caracteriza: de saberes y disciplinas, de género, de funcionalidad, cognición, origen étnico, orientación sexual e ideología, entre otros aspectos. Nos imagino trabajando a todos desde el valor de nuestras realidades con un solo objetivo, nuestra amada Universidad. Muchas personas y familias dependen de nosotros.

Para lograrlo, debemos volver a tejer los lazos de confianza que nos han unido, abrir espacios de diálogo y participación en el marco del respeto a la diferencia que nos ha caracterizado históricamente, orientados por nuestra misión, así como por los valores y principios expresados en nuestras Constituciones.

Es mi deseo más profundo que la Universidad sea un espacio de paz, de trabajo armonioso y colaborativo, en donde el deseo de cada uno de nosotros por trasformar la realidad que nos rodea mediante el desarrollo de nuestras funciones sustantivas de educación, investigación y extensión sea un posible ético, mediante el uso cuidadoso y responsable de los recursos que tenemos. Si bien es una prioridad durante mi rectoría dar continuidad a los planes ya instaurados para garantizar nuestra viabilidad y sostenibilidad financiera, y ajustarlos conforme a los resultados, creo firmemente que nuestros esfuerzos también se deben orientar a cuidar a todas las personas de nuestra comunidad universitaria, que son su valor más importante, y brindarles las condiciones que les permitan alcanzar su máximo potencial de desarrollo humano. El instrumento de esto será el diseño conjunto de la hoja de ruta para los siguientes años, así como el trabajo sobre nuestro modelo de gobernanza.

Sin embargo, tengo claro que no hay paz sin justicia, y esta  última palabra se debe materializar en la capacidad de tratar a todos las personas con respeto, de reconocer su valor intrínseco y libertades fundamentales, de revisar nuestras acciones y resultados con trasparencia, dando cuenta a la comunidad y aprendiendo de nuestros errores, para lograr las trasformaciones requeridas que nos permitan conservar nuestra identidad y esencia, pero que también posibiliten los cambios que nuestra sociedad, las nuevas ciudadanías, tecnologías emergentes y problemáticas del  entorno nacional y global nos reclaman.

Hoy los invito a todos ustedes conmigo a ser guardianes de nuestro legado.

Muchas gracias.