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Mensaje del Dr. Gustavo Quintero a la comunidad Rosarista

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Al retirarme de la Universidad, quiero expresarles mis más sinceros agradecimientos por el afecto y acompañamiento que me han brindado durante estos meses desafiantes, en los cuales he fungido como rector encargado de nuestra alma mater. Una posición impensada que asumí con absoluta convicción y que se constituye desde ahora en el honor más grande que haya podido tener en la vida.

Querida comunidad Rosarista:

Al retirarme de la Universidad, quiero expresarles mis más sinceros agradecimientos por el afecto y acompañamiento que me han brindado durante estos meses desafiantes, en los cuales he fungido como rector encargado de nuestra alma mater. Una posición impensada que asumí con absoluta convicción y que se constituye desde ahora en el honor más grande que haya podido tener en la vida.

Me había comprometido con ustedes para que en este momento existiera una universidad posible, de forma tal que quien asumiera el cargo en propiedad pudiera gobernar como está ocurriendo ahora. Le deseo a la Dra. Ana Isabel Gómez la mejor de las suertes en el liderazgo de nuestro Claustro. Estoy seguro de que ella, con su sabiduría y bondad, podrá completar esta misión que queda en tercios, en un periodo en el que la educación superior atraviesa por un proceso de transformación fundamental.

En esta era de gran celebración de las tecnologías, se pondrá de relieve la importancia del humanismo y del pensamiento crítico en la educación. La tecnología digital y la conectividad deberán ser utilizadas para mejorar la vida humana y promover valores como la empatía, la inclusión y la justicia, así como para propiciar ese encuentro necesario entre humanos y máquinas. Este es el verdadero reto que enfrentamos: lograr que la tecnología sea una herramienta que potencie nuestras capacidades, sin perder de vista el sentido último de la educación.

Estoy convencido de que una educación superior pertinente debe enfocar todos sus esfuerzos para cumplir con su fin supremo, que es el de incidir en el bienestar de las personas y de las comunidades. Ahí, precisamente, está la agenda de nuestro desarrollo como Universidad.

Uno deja el corazón donde este haya latido con más fuerza. En mi caso, permanecerá aquí, pues ha sido así desde hace cincuenta y seis años cuando me recibió monseñor Castro Silva, siendo yo un adolescente con la ilusión de convertirme en médico, y hasta ahora, cuando me ha sido posible —por esas situaciones no buscadas— contribuir a que las cosas sucedan.

Con la misma convicción y la disposición de siempre, seguiré sirviendo al Rosario desde cualquier lugar donde me necesite.

Muchas gracias.

Gustavo A. Quintero Hernández
Rosarista