Lo mortal y etéreo
Manuela Vargas Osorno
Se dice que los ojos son las ventanas que nos permiten ver el alma, se sabe que nuestro corazón trabaja para mantener la irrigación de todo nuestro cuerpo, los pulmones por su parte inhalan para permitirnos interiorizar un poco de ese mundo exterior, la piel es el órgano más grande del cuerpo humano y se compone de diversas capas (Epidermis, Dermis e Hipodermis) que nos protegen de cualquier noxa que nos quiera hacer daño, además de mantener nuestro calor. Así, podríamos hablar de todo lo que nos hace humanos, de todo lo que nos hace mortales. Son las voces a nuestro alrededor las que susurran que nada de esto es eterno, que nuestro cuerpo se desgasta, que para hablar de vida es necesario hablar de muerte. Todas nuestras experiencias se almacenan en la mente, herramienta poderosa porque nos permite saber quiénes somos y cuáles son nuestros recuerdos, todas nuestras acciones se encuentran determinadas por nuestro pasado.
Elizabeth Kübler-Ross, médica Psiquiatra quien dedicó su vida al estudio de la muerte, visita el campo de concentración de Majdanek donde se encuentra con grandes montañas de zapatos, pero además se da cuenta de la existencia de mariposas grabadas en las paredes. Y es así como la metáfora que usa Kübler-Ross cobra vida, donde compara el significado de la muerte con una mariposa, mariposa que despliega sus alas y vuela, vuela liberándose de lo corpóreo, de las ataduras, para estar libre, para respirar aire limpio, mariposa que llega a realizarse: “En los últimos días, tal vez en las últimas horas, previas a su muerte en las cámaras de gas, aquellos hombres, mujeres y niños condenados habían querido dejar un mensaje. Pero no se trataba de un mensaje de desesperación, sino de esperanza, no era de dolor, sino una promesa de libertad” (Kübler-Ross, 1997, pg 42). Sin embargo, aunque la concepción de la liberación de la mariposa suena poética, nuestra concepción occidental sobre la muerte ejerce el efecto contrario de liberación, es más bien un efecto de masa que nos quita el aire, concepción que nos ahoga lentamente. Nos aturde enfrentarnos a la realidad, a lo pasajero de los momentos, a lo efímero de nuestros cuerpos y a la idea de que algún día nuestros ojos ya no estarán abiertos, estos ya no serán la ventana a nuestra alma. Es esta concepción occidental que nos hace creer que: “La muerte va asociada a un acto de maldad, es un acontecimiento aterrador” (Kübler-Ross, 1972, pg 15).
Nuestra vida pasa por la tierra como una estrella fugaz que cruza el firmamento. Morimos y el mundo sigue girando sobre su eje, jamás para. La muerte es inseparable de la vida, está intrínsecamente ligada y adherida a las entrañas de lo humano. Al hablar de muerte nos vemos inmersos en la oscuridad, en la incertidumbre y en lo desconocido, la muerte es la conjunción y culminación de todo lo que se realizó en vida. Por lo anterior, buscamos la profundidad de nuestro pensamiento, deseando la extinción de la palabra muerte como si ésta fuese un tumor cerebral que requiere ser extirpado. Pero tenemos la certeza de que: “Las personas son como vidrieras de colores. Su verdadera belleza sale a relucir cuando se iluminan desde dentro. Cuanto más negra es la noche, mayor claridad despiden” (Kübler-Ross, 1997, pg 31). Es entonces, cuando nos damos cuenta que la oscuridad de la noche permite que nuestro brillo empiece a realzar nuestra sonrisa. Al sumergirse en sueños de papel, sabremos la enorme similitud de la muerte con la niñez, morir es volver a ser niño: “Pasó el tiempo y pasó el tiempo y al final la señora contraria no se murió de viejita sino de niñita” (Niño, 2003, pg 28). La muerte es un viaje sin regreso, cogemos nuestras maletas y no volvemos, empacamos lo necesario. Es la conspiración del silencio la que se encuentra en la fría niebla, evitamos hablar de la muerte, le damos la espalda, pues aquello que no vemos no existe en nuestro imaginario.
Elisabeth Kübler - Fair use
Como seres humanos somos organismos complejos de entender, es por esto que se crean concepciones como la que establece Humberto Maturana, en la entrevista realizada por BBC mundo: “La pregunta básica que me hice fue qué es lo vivo y qué muere, o qué tiene que estar pasando en su interioridad en un ente para que yo, mirándolo desde afuera, pueda decir que es un ser vivo” (Maturana, 2019). Además, este biólogo, establece el concepto de “autopoiesis”, término que se deriva del griego: “Auto” (a sí mismo) y “Poiesis” (creación), esto quiere decir que los seres vivos son sistemas “autopoiéticos”, sistemas que se crean a sí mismos, fenómeno que constituye la vida, esto quiere decir que la muerte es sinónimo de culminación de la “autopoiesis” pero es el renacer de la libertad.
Por otro lado, un reciente estudio realizado por la Universidad de Glasgow, en Reino Unido, afirma que las 4 emociones básicas del ser humano son: miedo, rabia, alegría y tristeza. Con respecto al miedo, Karl Albretch establece que el ser humano posee 5 miedos esenciales, el primero de ellos es el miedo a la muerte explicado por el temor de dejar de existir, seguido por la pérdida de autonomía, la soledad, miedo a la mutilación y el miedo dirigido al daño de nuestro ego como lo es el miedo a ser humillado. Lo anterior, muestra la importancia del miedo a la muerte como parte inamovible de nuestra realidad al estar adherida a nuestras emociones. La muerte implica un miedo a la inexistencia, a dejar ir, al desvanecimiento de los lazos afectivos, a la perdida de la corporalidad, siendo un duelo y un proceso de adaptación que cada individuo vive a su manera.
Nuestros miedos ya no serán miedos, cuando sepamos cuán pesada es nuestra alma y busquemos aligerarla para que al morir contemplemos la belleza de este acontecimiento, ya que sin este acto no se podría apreciar la fugacidad de nuestra vida. Aunque el miedo se encuentra adherido a los huesos, la muerte es inevitablemente parte de la vida, es la música que suena en nuestros oídos que algún día terminará.
Bibliografía:
1. Schaup, S. (1997). Elizabeth Kübler-Ross. Una vida para una buena muerte. 1st ed. (pp. 7-95). Martínez Roca.
2. Niño, J. (2003). La señora contraria. 1era ed. (pp. 8-29). Panamericana.
3. Pais, A. (2020). La autopoiesis de Humberto Maturana, la definición de vida del biólogo chileno que hizo reflexionar hasta al dalái lama. Retrieved 17 July 2020, from https://www.bbc.com/mundo/noticias-46959865.
4. Beck, J. (2014). New Research Says There Are Only Four Emotions. Retrieved 16 July 2020, from https://www.theatlantic.com/health/archive/2014/02/new-research-says-th….
5. Pincheira, C. (2020). Humberto Maturana: "Las emociones son el fundamento de todo hacer". Centro de integración cognitivo corporal. Retrieved 16 July 2020, from http://www.cognitivocorporal.cl/noticias/maturana-las-emociones-son-el-….