Los inicios de una colección: arte en el claustro del Rosario según el primer inventario de 1665
Ingrid Frederick
Ingrid Frederick
Autor desconocido.
La Virgen de Loreto, con caballero orante.
Óleo sobre tela.
Mediados del siglo XVII, restaurado en 1979.
Escalera principal del Claustro.
“Colecionar es una manera de vivir entre el caos y transformarlo, brevemente, a un sentido”
-- Susan Pearce, traducción literal en “Museums, Objects, and Collections” (1995:55).
“Collections are endowed with a life of their own, which bears the most intimate relationship to that of their collector, so that the collector sees them, in the most literal sense, as parts of himself. But at the heart of this relationship is an ambiguity of control; sometimes the collector shapes the collection and sometimes it shapes him – another way of saying that objects are always both active and passive.”
-- Susan Pearce, en “Museums, Objects, and Collections” (1995).
Los museos modernos se han conformado en gran medida a partir de la incorporación y herencia de colecciones y obras de arte de proveniencias diversas, usualmente aquellas obras que se han salvaguardado en manos privadas por coleccionistas yacen en museos hoy. Las historias de las colecciones hacen parte también de estos legados y huellas materiales, y le dan un carácter a una colección en una institución, que a su vez refleja los cambios de mentalidad y gusto entre diferentes periodos e individuos.
Pocas son las colecciones que han permanecido en un único lugar y manteniendo un vínculo tan estrecho al espacio geográfico y espacial, pero también a un mismo propósito y sentido institucional. Este es el caso de la colección de arte que se fue conformado desde la fundación del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
Por esta razón, la colección del claustro del Rosario se convierte en un objeto de estudio para conocer más acerca de la historia del coleccionismo, y sus inicios en un lugar como la ciudad colonial de Santafé en la Nueva Granada. Los primeros documentos que dan fe de la colección nos permiten tener una idea de lo que se consideraba valioso y significativo para la institución, así como nos permiten imaginarnos el panorama de la riqueza y variedad de cultura material que hacía parte de la vida al interior de un claustro dedicado al campo intelectual en la colonia.
Virgen del Rosario “La Bordadita”. Capilla La Bordadita, Museo de la Universidad del Rosario Siglo XVII. Bordado sobre tela. Seda, algodón, lino, hilos metálicos, perlas y lentejuelas y óleo.
Por otro lado, hoy en día, cuando desde el Museo de la Universidad del Rosario estamos en el proceso de aplicar estándares museales de documentación y salvaguardia de las colecciones, el hecho de contar con registros de algunas obras desde épocas tan tempranas nos permite dar constancia de la existencia y trayectoria de estas en la institución. Esto hace parte esencial de las labores de los museos: documentar la colección con la gestión de información relacionada con la proveniencia e historia de cada una de las obras, y que en particular contribuye al actual proyecto del museo universitario con la investigación y preparación del catálogo razonado de la colección.
Es así como resulta de especial interés el inventario histórico registrado el 17 de marzo de 1665[1]. Se trata de un documento realizado para la finalización del cargo del rector dominico Fray Juan del Rosario, haciendo entrega de los bienes del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y su capilla, a Juan Peláez Sotelo y en presencia del escribano de cámara y mayor de gobernación.
Este podría considerarse como el primer inventario conocido hasta el momento que da registro de la colección. Es de anotar que once años atrás, en el documento de las Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1654), Fray Cristóbal de Torres menciona en el punto tercero “De los Edificios” de la existencia de las imagénes de Santo Domingo, Nuestra Señora del Rosario y Santa Catalina de Siena, esculturas en cerámica estucada que todavía se preservan en el tímpano de la capilla de La Bordadita. También se hace mención de una imagen de Nuestra Señora del Rosario, la cual se encontraba en la iglesia pero el fundador sugiere que se instale esta “u otra semejante” en la testera de la escalera.
Aunque no se mencionan más obras las Constituciones, gracias al documento de 1665 se entiende que se hace en este momento cierta distinción entre los bienes que no son “de la fundación”, sino que fueron regalados al colegio de forma posterior. Es el caso de la icónica imagen de Nuestra Señora de Rosario que se resguarda en la capilla y le ha dado su nombre de La Bordadita. Aparece en el inventario de 1665 como una donación del rector dominico Fray Juan del Rosario: “Un lienzo pintado y bordado de la hechura de Nuestra Señora del Rosario, con bordadura de oro y seda con algunas piedras que dijo el dicho padre presentado que, aunque no es de la fundación del dicho Colegio, lo dio a él” (ibid). También recibe especial atención al continuar la descripción: “el cual dicho cuadro de Nuestra Señora, está en un altar separado con un recerco de madera coloreado de carmesí y plata y con dosel y cielo de damasco carmesí deslustrado el recerco, y el cielo de tafetán blanco el campo, y carmesí la caída, y el dicho cuadro tiene velo de lana carmesí y otro de velillo” (ibid).
San Francisco de Asís Siglo XVII Óleo sobre tela
De las obras que podemos identificar hoy que todavía hacen parte de la colección se destacan: la pintura sobre tela de San Francisco de Asís, donación realizada por fray Tomás Navarro. Está mencionado “un retrato del señor arzobispo, su fundador” que puede probablmente tratarse del retrato de 1643 hecho por Gaspar de Figueroa y que se encuentra presidiendo el Aula Máxima. También se encuentra mencionada la Virgen de Nuestra Señora de Loreto, una pintura de gran formato con su marco dorado, y que se puede observar en la escalera del claustro. Así mismo, parece hacerse referencia a una escultura del fundador que podría muy probablemente tratarse de la escultura en posición orante del fundador de la Capilla: “bulto que parece ser retrato del señor arzobispo fundador del dicho Colegio que está en algún nicho con algún tafetán de la laya del de arriba en el recerco, y un cielecito encima” (ibid).
Se hacen otras menciones a “cuadros grandes” que no se han salvado en la colección. Está el de “un cuadro grande de Nuestra Señora del Rosario en un árbol con muchos santos de la religión de predicadores, que está en el altar mayor”. Tampoco sabemos qué pasó con el mencionado “cuadro grande, sin marco, de San Agustín y Santo Tomás”. No hay rastros de otras pinturas de caballete mencionadas en el inventario de 1665: “Dos cuadros sin marcos de San Francisco y el santo fray Bartolomé de los Mártires. Dos cuadros pequeños con sus marcos dorados y negros, de Santo Domingo y Santo Tomás. Otros dos lienzos pequeños de San Juan Bautista y San Antonio, sin marcos, digo, con unos marquitos pequeños sin dorar. Un apostolado de quince cuadros con sus marcos de oro y azul. Siete niños de Jesuses de bulto, tres de cuerpo entero y cuatro de medio cuerpo” (ibid).
Fray Cristóbal de Torres, fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario Gaspar de Figueroa (Firmado). Fecha: 1643 Óleo sobre tela
Podemos destacar en este documento la necesidad de mencionar aspectos como la existencia o no de marcos asociados a los cuadros, así como el del estado de su acabado (por ejemplo: marco dorado o marco sin dorar, o si se le aplicaron colores adicionales), lo cual nos recuerda que el costo de estos elementos podría ser igual o incluso superior al de ciertas pinturas.
Igualmente, además del espacio de la escalera y el de la capilla, se menciona otro espacio donde se ubicaban las obras de arte, es decir, la denominada “celda rectoral”. En este espacio se hallaban “doce lienzos de las sibilas en sus bastidores”. Las Sibilas son personajes de la mitología griega y romana que fueron representadas en la iconografía durante la Edad Media y el Renacimiento. En esta misma celda rectoral se menciona la ubicación de un “retrato del dicho señor arzobispo, fundador de dicho Colegio, y en la escalera dos lienzos de sus armas y uno de Nuestra Señora de Belén.”
Por último, podemos obtener unas ideas sobre el uso y la disposición de las obras en el claustro, donde se conjugaban texturas, formas y colores para adornar los espacios y enaltecer las obras. Esto sucede particularmente en la Capilla donde se hace mención de telas como el tafetán y elementos posiblemente en madera o tela recubierta mencionados como doseles: “Toda la fachada del altar mayor está aforrada en tafetán, sobre que caen los dichos cuadros, por cuya ocasión no pudieron contarse y dijo el dicho padre presentado haber nueve doseles grandes y pequeños, los cuales son a lo que parece, de Granada, listados de carmesí y amarillo” (ibid). Esto son solo algunos aspectos relacionados con las obras artísticas que podemos conocer a través del estudio de estos primeros inventarios, sin mencionar la información relacionada con otros objetos asociados al uso académico, doméstico y religioso, como utensilios, muebles, libros, adornos y ornamentos religiosos, que nos dan un panorama general de la vida del claustro donde el arte jugó un papel importante en sus espacios desde sus inicios.
Monumento al fundador Fray Cristóbal de Torres en la Capilla de la Bordadita Al interior del monumento se encuentra la escultura de bulto, existente posiblemente desde antes de 1665 según el mencionado inventario del 17 de marzo de 1665. El monumento funerario fue originalmente erigido el 3 de Noviembre de 1793 con la traslación de los restos de Fray Cristóbal de Torres de la Catedral a la Capilla del Colegio del Rosario. El actual monumento se encuentra con intervenciones que se evidencian al comparar con el fotograbado del sepulcro publicado en la Revista del Colegio del Rosario (1909, Volumen 5, Número 49, p. 420)