El arte de Ramón Gener
Andrés Felipe Escovar
Ramón Gener se ha dado a conocer en nuestro continente por programas televisivos como “Esto es opera”, “200.
Una noche en El Prado” y “Esto es arte”. Si bien su formación musical le permitió dedicarse al canto, pronto decidió alejarse. Ese alejamiento precipitó la exploración en el arte y la música, además de la divulgación de una sensibilidad que busca propiciar el encuentro con trabajos hechos desde lejanos tiempos. También ha escrito un par de libros y participa en programas radiales.
La charla que sostuvimos fue en medio de la pandemia, en tiempos donde se evoca cualquier encuentro físico como un milagro. Hablamos durante casi dos horas y lo que a continuación aparece es parte de su voz.
La escritura de libros
Eso me vino de refilón en el sentido que, cuando uno tiene un programa de televisión de cierto éxito, empiezan a llegar ofertas de escribir un libro. Rechacé un montón de ofertas de gente que quería que escribiera algo relacionado con el programa, hasta que un día encontré una pequeña editora de Barcelona que me dijo que quería que escribiera algo. Yo no sabía si iba a poder hacerlo, pero ella sí estaba convencida. Luego vino otra editorial más grande y escribí un segundo libro y ahora va un tercero. Debo decir que la escritura es una de las cosas que me producen más placer y estoy encantado de que la música se complemente con las cosas de alrededor.
Catalán y español: formas de la escritura
Me es indiferente, el primer libro lo escribí en catalán, el segundo lo hice directamente en español, como el que ahora estoy escribiendo. Es una cosa aleatoria cuando las dos lenguas son maternas, es un proceso extraño: de golpe uno se sorprende escribiendo en catalán o español.
Las lenguas de los sueños
Yo soy de esas personas que no se acuerdan en absoluto de lo que sueñan, no sabría qué responder, pero las dos lenguas son muy iguales y parejas. Después hay una tercera que es el alemán porque en mi casa se habla en ese idioma; es una tercera lengua que ya casi casi está incorporada como materna dentro de mi cerebro.
Los primeros libros
Yo fui el típico estudiante calamitoso. No fue hasta que conocí a Victoria de los Ángeles, la soprano, cuando ella me dio un empujón para entrar al mundo de la música, así fue cómo llegué a aprender canto, ella se postulo para ser mi maestra. Yo iba en las tardes a su casa para la clase y a los 18 años me metí de lleno a lo que era una formación más poliédrica; recuerdo que un día cantando, mientras ella me acompañaba en el piano, me dijo: “Perdón, Ramón, solo cantas notas”. Y yo le contesté: “Pues claro, ¡qué cosas hay más que cantar sino notas!”. Ella me aclaró que no se trata de cantar notas sino de hacer música y para eso había que leer, estudiar filosofía, historia del arte y antropología, por ejemplo. Ella me dio ese estímulo y, a partir de allí, empecé a devorar muchísimos libros; también me dijo que necesitaba hablar muchas cosas: “Si vamos a cantar Schubert, necesitas saber alemán o italiano si decides interpretar a Puccini”. Así me metí en el estudio de los idiomas y empecé a leer todo lo que debí haber leído hasta los 18 años.
Sí hay algunos libros que he leído y releído cincuenta mil veces, por ejemplo, Los Miserables de Victor Hugo, que es una novela inmensa que cada vez que leo, encuentro placeres en sus personajes, como en su protagonista Jean Valjean en quien me gustaría reconocerme. Otro libro es Il Promessi Sposi y naturalmente Don Quijote, que siempre me acompaña y que es maravilloso, cada vez que lo retomas, te das cuenta de que el libro es nuevo, como si te estuviera esperando para una cosa que antes no estabas preparado para captar. Pero soy, sobre todo, mucho de leer a los “clásicos,” me cuesta mucho llegar a la literatura de hoy día, pues me da la impresión que dejo muchas cosas en el camino.
Música clásica
Imagínate que si coges el diccionario de la lengua española, la palabra clásico tiene muchas acepciones; una dice que es cualquier cosa que genera un modelo a seguir, así que, desde ese punto de vista, uno puede decir que tan clásico es Mozart como Springsteen.
No me gustan mucho los cajones y menos el de la llamada música clásica porque dentro de ese compartimento entran muchas cosas; Wagner es romántico, Debussy es impresionista, Bach es barroco y Monteverdi es renacentista. Así que música clásica, en un sentido enciclopédico, es lo que corresponde a la segunda mitad del siglo XVIII.
Música popular, música buena, mala música
Verdi era inmensamente popular en el siglo XIX, como ahora Shakira; hay que pensar que Haendel era popular en Londres en el siglo XVIII como Lady Gaga lo es hoy en día. Que sea popular una música es circunstancia de su tiempo; todos los músicos tienen mayor o menor fortuna en eso: Beethoven era popular y Mozart también, eran populares y no les decían que eran malos por eso. Si la música es popular o no, eso no determina que sea buena o mala.
Ahora, vamos a ver qué determina que sea buena o mala la música. La música tiene dos vías: la vista desde la perspectiva matemática-técnica y la que corresponde a las emociones que genera. Es decir, técnicamente, desde el punto de vista de dificultad musical o cantidad de música en una partitura, es evidente que hay más música en un compás de Bach que en todo el Reggaetón. Pero hay otro elemento que corresponde a los sentimientos que provoca la música: ¿qué emociones despiertan?
Otro aspecto es preguntarse si esa música es o no es arte. Esa es una pregunta que nosotros, a principios del siglo XXI, podemos contestar y decir que lo hecho por Bach es arte pues llegó a nuestro tiempo, es universal, atemporal, siempre vigente y tiene algo que decirnos. ¿Qué pasa con el reggaetón? No sé. De momento es sólo una música popular que, técnicamente, es nada, pero es inmensamente popular y despierta muchas emociones en la gente. ¿Es arte? Pues veremos en un siglo si tenía algo que decir o si simplemente era una mera distracción. Me temo que sea un pasatiempo y tiene sólo esa aspiración.
Oír y escuchar
Cuando la música suena, necesito detenerme y escucharla… yo escucho poca música, lo que hago es estudiarla, pero escucho poca. Cualquier otra música que no precise ser escuchada y solo oída tiene todo dicho: es como ver y mirar; hay cuadros que necesitan ser mirados y hay muchas músicas que precisar ser escuchadas.
Estudiar la música
En los grandes músicos, en los músicos que después de tantos siglos seguimos tocando e interpretando, encontramos que su música tiene una razón de ser; es decir, el compositor tiene una intención en todo lo que hace. Yo me pongo frente a la partitura, e intento tener una conversación con el compositor. Este me ha dejado escrito lo que quería decir y lo que intento es descubrir todas las cosas que dijo y que no se ven a primera vista. El intérprete no es más que un médium entre el músico y el escuchante, si te pones frente a un cuadro no necesitas a un mediador, pero, si tú escuchas una sinfonía de Beethoven, si necesitas una orquesta, necesitas un médium y ese médium necesita escarbar.
Intérpretes
No se puede tocar sin más; las notas no están ahí porque si, están por una razón. Es necesario saber por qué, por ejemplo, Gould era un obsesivo de tocar a Bach; decidió que solo podía dedicarse a ese autor y, para eso, se pasó horas, días, meses y años delante de esas partituras intentando entender el porqué de las cosas y así intentar convertirse en el mejor médium de Bach. Esto significa saber quién era, cómo trabajaba, cuántos hijos tenía, si pasaba hambre o no.
Genios
Para los griegos el genio no era algo intrínseco al ser humano sino algo externo. Ellos lo llamaban el daimon, que era un espíritu entre los humanos y dioses; siempre estaba por ahí y, de algún modo, en algún momento, ese sujeto exterior, ese daimon, si tenía a bien, te poseía y en ese momento de posesión y por inspiración que te ofrecía ese daimon eras capaz de escribir una música, un poema o de pintar algo, sobre una tela o vasija, era algo que te venía de fuera.
Los romanos continuaron con esa visión y nace la palabra genio que, en el momento que te posee, concibe a la inspiración. En la edad media siguió esa inspiración. Por eso cuando la iglesia estipuló que hay una serie de ángeles y una jerarquía, hablaron del ángel de la guarda y del ángel custodio, que era una creencia que también tenían los judíos y era un ente entre dios y los humanos que estaba contigo para darte un empujón.
El renacimiento italiano pone al hombre como centro del universo y por lo tanto, se piensa que la potencialidad de hacer algo que perdure no tiene que ver con que alguien te posea, sino con tu propia capacidad de crear. A partir de ese momento comienza la concepción del genio que tenemos hoy día y explosiona con el romanticismo: yo soy el genio creador y todo depende de mí.
En el momento en que el hombre se pone en el centro y cree que todo lo que hace depende de él, la relación con el arte cambia. De algún modo, se corrompe porque si tú, por ejemplo, eres Michael Jackson y haces un disco que se llama Thriller, que es el más vendido de la historia: ¿cómo vas a vivir después de eso? Vas a tener que hacer un disco mejor y eso va a ser imposible y toda esa responsabilidad depende de ti y solo de ti, porque eres el genio creador; esta relación con el genio produce un nuevo vínculo con la música, la literatura y la pintura, pero la cual es mucho más paranoica y se llega a lo más profundo del ser para intentar ver la verdad de las cosas; si un griego no escribía no era su culpa, pero para nosotros ese genio lleva la cruz pesada de la creación, de la interpretación de todo lo que hace y eso es algo muy costoso, pero al mismo tiempo es muy bonito y estimulante porque permite profundizar en todo lo que uno hace.
Genios de nuestro tiempo
La gente tiene mucha tendencia a decir que este es un genio; cualquier persona a hacer una cosa y dicen que es genial. Yo creo que el genio es aquel que es capaz de decirnos algo; conecta con el alma del escuchante, el observador o el lector; el genio es el que hace posible el acto de amor y el amor es cuando tú eres capaz de identificarte con el alma de la persona que amas; el genio es aquel que es capaz de transformarte, aquel que después de esa lectura de un libro, te transformó o que después de escuchar una música, siempre irá contigo porque te enseñó algo que no sabías.
Dioses
A mi me gusta toda la música, sería incapaz de escoger. Naturalmente, la gente que me conoce mucho sabe que tengo una serie de dioses a los que adoro y los que forman parte de mi panteón. Berlioz decía que todos deberíamos tener un panteón de dioses a los cuales adorar; él tenía a Shakespeare, Beethoven, Goethe y Virgilio. En la música, igual que Berlioz, tengo a Beethoven; él siempre ha conseguido explicarme algo, siempre lo he sentido muy cercano, como que todo lo que él escribió hace doscientos años es como si lo hubiera hecho para mí.
Panteón de rechazos
Mira que soy un tipo optimista, siempre pienso que todo es un regalo y que hay como dos clases de personas… seguramente muchas clases, pero, una vez, Einstein dijo que existen dos tipos de personas: las que creen que nada es un milagro y los que creen que todo es un milagro. Yo estoy entre las que creen que todo es un milagro y las cosas me pueden producir también un tipo de rechazo, intento no perder el tiempo, evito esas cosas que no me van a llenar, que no me van a permitir ser mejor…no tengo ese panteón de anticristos.
Un adiós
Mis padres me transmitieron una virtud, que no estoy seguro de que lo sea: el perfeccionismo. Victoria de los Ángeles me despertó la ilusión de cantar, algo que habían intentado mis padres muchísimo antes, pero tuvo que venir una persona de fuera, como sucede muchas veces. Mi ilusión era cantar, ser el mejor barítono del mundo; mi ilusión era ser Messi, ganar el mundial y hacer tres goles en la final, pero en algún momento del viaje me di cuenta de que eso iba a ser imposible, me di cuenta que no iba a cantar en la Scala o en la Ópera de París y cuando supe que no iba a ser lo que yo quería ser, decidí dejar o tomarme un año sabático para pensar. Me costó mucho y lloré mucho y me lo pasé muy mal, pero he sido un tipo con suerte y la música siempre me ha perseguido; anda detrás de mí, así que apareció una oportunidad de seguir vinculado con la música y con el arte, pero ya no a través de cantar sino de intentar compartir la música con los demás de un modo distinto.
Radio y televisión
Siempre he sido un amante de la radio, creo que tiene una fuerza más verdadera. Cuando uno habla al micrófono es como poder llegar a todos lados y siempre me he sentido más cómodo en la radio. Naturalmente, la televisión me ha dado la posibilidad de que, en muchos sitios del mundo, se vea lo que hago; mis programas también los hago en inglés y eso me ha dado la ocasión de viajar muchísimo y conocer a mucha gente, lo cual es maravilloso. Pero siempre encuentro que en la radio hay un poquitín más de verdad, a pesar de que, cuando viajo con mi equipo, siempre intento decir lo mismo: en la tele todo tiene que ser mentira para que llegue a ser verdad; hacemos cincuenta tomas, quitamos de aquí y de allá; todo es mentira pero todo al final tiene que ser de verdad porque la única persona en el mundo a la que no puedes engañar es en la cámara: ella te pilla en el segundo uno.
Esto es ópera
Todo ha venido siempre muy natural. Yo recuerdo cuando me propusieron hacer un primer programa de televisión sobre ópera y yo siempre planteé hacer un programa para gente que no va a la ópera, así que lo hicimos para la gente que cree que eso no va con ellos y que puedan descubrir un nuevo mundo.
Cuando uno está dentro de un mundo, por ejemplo, el de la opera o el arte, siempre habla desde dentro; uno abre la puerta y, desde dentro, invita a los de afuera. Yo no quise invitar desde dentro, sino que tuve que salir al mundo de los demás para desde allí decir: “¿por qué no entras a mi mundo?... tal vez te despierte algo”.
Todo fue muy normal estaba dando conferencias, clases y cursos cuando se me acercaron a hacer un programa de televisión. Y no lo digo con ninguna vanidad, pero, desde siempre, recuerdo que el primer día llegó el director y me puso la cámara delante y me preguntaron si sabía hablar a la cámara. Yo les contesté que no sabía, así que, al cabo de treinta segundos, el tipo que estaba detrás de la cámara me dijo que sí podía hablar.
This is opera es la culminación de un trabajo que tuvimos con Unitel clásica, de Alemania y de la Televisión Española. El programa se ve desde Nueva Zelanda hasta México y muchas personas descubren algo con él, con lo que nada me podría hacer tan feliz.
Esto es arte
Saltar al arte era una cosa que tenía que venir. Para entender a Bach, a Haendel o a Mozart, no se puede solo abordarlos desde la música porque todas esas personas vivieron en un entorno y en un momento. Si tú ves cualquier programa de Esto es arte, nunca dejo de hablar de música e intento explicar cómo las emociones nos hacen como somos y el arte es un reflejo de ello.
El amor en los tiempos del cólera
Naturalmente me encantaría navegar por el río magdalena y llegar hasta el mar caribe, pero al final -y es lo que yo creo a lo mejor es que soy muy naif y demasiado optimista e inocente-, la verdad del libro está en el libro, no está en el río ni en el caribe, está en cualquier sitio, la verdad de García Márquez, de Borges o Neruda, o Quevedo o Góngora o Cervantes, está en ellos mismos. Claro que es interesante conocer los lugares, de hecho, yo lo he hecho; hay un programa de Esto es arte dedicado al humor en donde se lo dedico al Quijote y me voy hasta El Toboso pero, en realidad, eso es una anécdota.
El arte de escuchar, mirar y leer
Imaginemos que uno está leyendo El amor en los tiempos del cólera de manera lineal y en el final se encuentra con esta oración: toda la vida. Te das cuenta de que esa novela es para toda la vida, toda la eternidad, te das cuenta que está llamando a la puerta de tu alma para fusionarse con ella, eso me hace inmensamente feliz en mi trabajo, que mi trabajo consista en llamar a las puertas de las almas de la gente, intentar conmoverlas con lo que han hecho los demás.
Hay mucha gente que me llama y me dice cuál es la primera opera que debe escuchar o el primer cuadro que debe estudiar a fondo. Yo siempre digo que todo el mundo tiene una ópera que lo espera, incluso a la persona más lega. A mí me encantaría poder hacer es lo siguiente: si me explicas quién eres, cómo eres, de dónde vienes, si te casaste, si eres viudo o viuda, si tus papás te quisieron o no, si te gusta la profesión que tienes o no, si me cuentas los sueños que tuviste de pequeño, si sirvieron o no, si me cuentas esas cosas, yo te digo cuál es la ópera o el cuadro o el libro que te espera. Esto consiste en poder tener como una especie de consulta e intentar encontrar el “alma gemela” de esa persona.
Una noche en el Prado
Estuvimos casi dos meses rodando todos los días. El museo cierra a las ocho de la noche y nosotros entrabamos a trabajar a las nueve de la noche y terminábamos a las nueve de la mañana. Durante casi dos meses fuimos todas las noches en ese horario. Recuerdo el primer día, mientras estábamos inmersos en la vorágine de la grabación, pegué un grito y le dije al equipo que intentáramos parar el mundo cinco minutos y darnos cuenta de que estábamos solos frente a las meninas de Velásquez a las cuatro de la mañana. Cada día, yo intentaba que el equipo se detuviera durante un momento para que todos respiráramos y viviéramos el museo de noche. De hecho, recuerdo el ultimo día, al terminar el rodaje y salir a las nueve de la de la mañana, caminábamos por el paseo del prado; me giré y mi director de fotografía estaba llorando como un niño pequeño. Le pregunté qué le pasaba y me contestó que se había acabado la grabación y que nunca más podríamos ir al museo en la noche. Recuerdo que lo consolé como pude y le dije que en el sentido finito de las cosas estaba la belleza.
Diálogos de todos los días
Siguiendo con mi ingenuidad, diría que puedo hablar con ellos todos los días, diría que no me hace falta viajar con el tiempo para hablar con Velázquez o Beethoven, diría que soy capaz de hacerlo cada día, que soy capaz de interpretarlos cada día del mejor modo posible. Toda la idea del programa del Museo del Prado es que los cuadros me hablan y me dicen cosas y me veo inmerso en una especie ilusión. Toda esa idea me surgió porque, cuando era pequeño e iba al museo y me sentaba frente a un cuadro, imaginaba conversaciones con las personas que estaban en los cuadros; mi mamá me decía que nos fuéramos, pero yo decía que no porque me imaginaba hablando con un dios o una de las meninas, eso es algo que siempre he hecho y creo que tengo la suerte de hablar con ellos todos los días… pero ese puede ser porque soy muy ingenuo.
El primer libro
Como yo no había escrito nunca, recuerdo simplemente abrir el ordenador y empezar a escribir sin saber exactamente qué iba a hacer. El libro fue apareciendo; de golpe, empecé una cosa que me llevó a la otra y el libro nació… no sabría explicarlo mejor.
Ya con el segundo me pasó una cosa bien distinta pues tiene un punto de arranque: la muerte de mi padre por la enfermedad de Alzheimer, así que viajé en el tiempo para conocer a ciertas personas y saber cómo llevaron el duelo ante pérdidas semejantes. El texto que estoy escribiendo ahora, es muy distinto porque es ilustrado y lo hago con un ilustrador excelente, español; es una especie de biografía de Beethoven.
El padre y la escritura
Mi padre fue muy importante en mi vida, creyó mucho en mí. Desde su austeridad, siempre me dio mucho. Su muerte fue un palo muy fuerte y retomando esa idea de las conversaciones de las personas que de verdad valen la pena, yo encontré un modo de sobrellevar el duelo: aparecen las tres moiras del destino, las tres diosas griegas; ellas me llevan de viaje por el mundo y el tiempo y me acercan a ciertas personalidades que también han perdido a alguien en su vida y que han sentido lo que estoy sintiendo y veo que no soy capaz de resolver mi duelo hasta llegar a un lugar final. Lo escribí con la ilusión de un pensamiento que tenían los griegos que decía que la muerte no llega hasta que todo el mundo te olvida; si hay alguien que te recuerda, estás vivo.
Naturalmente, para personas anónimas es muy complicado porque si tú preguntas el nombre de tus papás los sabes y de tus cuatro abuelos quizá los sepas, pero de tus ochos bisabuelos seguramente empiezas a fallar. La pregunta es qué pasó con tus bisabuelos, nadie los recuerda, entonces mi idea del libro era la ilusión ingenua y naif: que, cada vez que alguien lea el libro mi padre esté vivo, pero porque sea especial sino para que todas las personas que quisiste estén vivas cuando leas el libro y por eso era la ilusión de volver a mi padre en inmortal.
El libro que viene
Lo estoy pasando muy bien porque, de hecho, ahora tengo dos libros, uno que es este del ilustrador y otro que se me va ocurriendo a medida que escribo el otro, de modo que voy esbozando otra cosa. Lo de escribir un libro que después será ilustrado es una experiencia muy bonita porque te estimula a escribir cosas ilustrables, es decir, si yo escribo que Beethoven el día tal compuso tal cosa y la estrenó el otro día, eso no le da nada al ilustrador. Lo que le dije al ilustrador, llamado Fernando, es que haría un libro que se pueda entender a través de la ilustración. Eso me lleva, más que a hablar de Beethoven, a explicar su mundo: por qué fue, cómo consiguió ciertas cosas, la presencia de Napoleón y las ideas de libertad, fraternidad e igualdad; es decir, tomo muchas cosas que giran alrededor del compositor y que son susceptibles de ser ilustradas.
El cine y su música
Tengo unas cuantas películas que forman parte de ese panteón que decíamos antes; podríamos empezar con una película italiana llamada Cinema Paradiso, de Tornatore, en esa película me veo muy reflejado yo de pequeño; pero habré visto muchas veces Shakespeare in love, El gran Lebowsky. Una película que me ha interesado mucho es La gran belleza de Paolo Sorrentino.
La música del cine es la que anuncian Rachmaninov, Puccini y después todos los grandes compositores alemanes, judíos y centroeuropeos que huyeron de Europa y se instalaron en Hollywood. La música del cine es la que intenta ilustrar unas imágenes y reforzar la emoción; hay, como en todas las cosas, una que creo que es más interesante: intenta no pasar por el cerebro sino ir directamente al corazón a través de las imágenes, por eso creo que es música a la que todo el mundo conecta inmediatamente.