Como lo han mostrado diversos estudios sobre el aprendizaje ético, uno de los problemas más difíciles de lidiar es la distancia que hay entre lo que las personas consideran se debe hacer y lo que efectivamente hacen. En este sentido, el reto de la enseñanza de la ética, no es sólo que las personas tengan criterios o principios normativos que les permita determinar en cada situación concreta, cuales son los cursos de acción correcto y cómo deben relacionarse con los otros, sino que efectivamente sean motivadas a actuar con estos principios.
La formación ciudadana es, ante todo, una de carácter ético ya que tiene como problema central la cuestión de cómo vivir juntos en sociedad. Dicha cuestión no sólo se pone en juego en las instituciones educativas y al interior de las familias, sino que es constitutiva de cada espacio que, como ciudadanos y ciudadanas, compartimos.