En julio de 2023, se declaró a nivel mundial el inicio de un nuevo evento El Niño de magnitud intensa, aunque en Colombia el IDEAM lo declaró oficialmente en noviembre del mismo año. Estos eventos climáticos anómalos causan el calentamiento del agua en el Pacífico colombiano, oleadas de calor y déficits de precipitaciones en gran parte del territorio nacional, especialmente en las regiones Andina y Caribe.
Según Andrea Devis-Morales, Profesora del Programa de Ciencias del Sistema Tierra, de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad del Rosario, “es evidente que la administración debe enfrentar medidas impopulares como los racionamientos de agua. Sin embargo, dado que la ciudad sigue en crisis y las lluvias esperadas no han sido lo suficientemente abundantes, no es comprensible que se hayan relajado los racionamientos y dado mensajes de tranquilidad a la ciudadanía”. Esto ha llevado a un regreso a los altos consumos y poco cuidado del recurso hídrico.
A finales de 2023, los volúmenes de agua de los embalses que abastecen a Bogotá y municipios aledaños mostraron una tendencia al descenso. En el Agregado Norte (Tominé, Neusa y Sisga) los niveles estaban al 65% de su capacidad total, y el sistema Chingaza (Chuza y San Rafael) al 42% de su capacidad total.
A pesar de empezar la temporada seca con niveles bajos, no se tomaron medidas preventivas ni se realizaron fuertes campañas de concientización sobre la importancia de cuidar el agua. Con el fortalecimiento de El Niño y sus efectos a principios de 2024, los niveles de los embalses siguieron bajando hasta condiciones críticas, que no se habían visto en la capital en más de 40 años. En abril, el sistema Chingaza llegó a niveles críticos (16%) y solo entonces se presentaron estrategias radicales de racionamientos de agua por sectores.
Impacto y efectividad de las medidas
Las medidas buscaban reducir el consumo de la capital a 15 metros cúbicos por segundo, pero ningún día de abril se logró esta meta. En algunos sectores, se observó un aumento del consumo el día anterior a su turno de racionamiento, ya que las personas almacenaban más agua de la que generalmente utilizaban. Para Devis, “esto demuestra que la medida no fue completamente efectiva y que los bogotanos no entendieron o no creyeron en la gravedad de la situación hídrica”.
En mayo, los niveles en los embalses aumentaron levemente, alcanzando un 31% en el sistema Chingaza, pero los consumos promedio se mantuvieron por encima de los 16 metros cúbicos por segundo. A finales de junio, los embalses incrementaron sus niveles a un 42,8%, y hasta mediados de julio siguieron aumentando, alcanzando un 45,8% gracias a las lluvias y no tanto al ahorro de los capitalinos, quienes continuaron aumentando sus consumos al ver que comenzaban las lluvias.
Durante el Seminario de Ingeniería Hídrica 2024 realizado en días pasados en Bogotá, se hizo un llamado especial al tema de la crisis hídrica que se está viviendo y se discutió que, si el consumo de sus habitantes no se reduce y las medidas del gobierno local se relajan, podría extenderse durante el 2025 el déficit de agua en la capital.
Durante los primeros días de agosto, el nivel de los embalses del sistema Chingaza se mantuvo alrededor del 51%, lo cual, si bien muestra una mejora con respecto a meses anteriores, sigue siendo un dato preocupante, considerando que las precipitaciones promedio en la estación Chuza son típicamente máximas en junio y julio y empiezan a disminuir hacia el segundo semestre del ciclo anual. Esto indica que es poco probable que el sistema de embalses se recuperen a condiciones adecuadas para un funcionamiento óptimo en la época seca de fin de año, lo que podría detonar en nuevas problemáticas hídricas en 2025.
Reflexión y llamada a la acción
Las condiciones oceánicas en el Pacífico ecuatorial son de neutralidad, indicando que a la fecha no estamos bajo la influencia de El Niño o La Niña. Sin embargo, los patrones de precipitación se han mantenido por debajo de lo esperado, lo que ha impedido que los embalses aumenten sus niveles como se esperaba. Si bien se ha hablado de la inminente llegada del evento La Niña, que se caracteriza por un aumento de las lluvias en la región Andina, a la fecha esta condición no se ha establecido, y la probabilidad actual es del 70% de que inicie en el último trimestre del año. Así las cosas, no podemos depender de anomalías climáticas que pueden o no ayudarnos a salir de esta crisis hídrica que estamos viviendo en la capital.
La planeación y toma de decisiones en una ciudad como Bogotá no deberían realizarse día a día ni a corto plazo. Según Andrea Devis, “se deben analizar estrategias sostenibles a largo plazo para el manejo del recurso hídrico. El clima del planeta está cambiando, y lo ocurrido este año es un ejemplo de lo que enfrentaremos en el futuro”. Gobierno, sector productivo, academia y ciudadanía deben trabajar juntos para buscar soluciones innovadoras, reales y efectivas, que permitan un crecimiento social y económico alineado con las condiciones climáticas y ambientales de la región.