La medida del Día sin carro en Bogotá, que tendrá lugar este 2 de febrero, a pesar de ser impopular y parecer un castigo para muchos de sus habitantes, es un llamado a reflexionar sobre la disminución de los combustibles fósiles, ya que “vamos a tener sí o sí que padecer en los próximos años reducciones de acceso a petróleo y encarecimiento”.
Así lo planteó el climatólogo Benjamín Quesada, profesor del Pregrado en Ciencias de la Tierra de la Universidad del Rosario, al señalar que la movilidad es un tema delicado en Colombia y, en particular, en Bogotá, donde la cantidad de trancones hace perder 5 días completos al año a cada automovilista, el triste record suramericano, como lo reveló recientemente un estudio de Global Traffic Scorecard de INRIX.
Para Quesada, “el ciudadano no puede ser tildado de culpable por la carencia estructural en las alternativas de movilidad, como por ejemplo el metro, que se han hecho esperar como nunca en la capital. Ahora, si bien el día sin carro podría parecer una punición o castigo, permite reconectarse con ciertas realidades en 2023”.
Primero, “la rarefacción de combustibles fósiles: vamos a tener sí o sí que padecer en los próximos años reducciones de acceso a petróleo y encarecimiento, ¿nos adaptamos o nos volvemos todavía más dependiente de este colapso previsible?”, afirmó el climatólogo.
Segundo, se reduce a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero durante este día en la ciudad.
Tercero, “permite explorar otras movilidades para ser más resiliente. Bicicleta, patineta, scooter o transporte público, serán sí o sí el futuro en un contexto de cambio climático y de rarefacción fósil”, señaló Quesada.
Para el profesor del Pregrado en Ciencias de la Tierra de la Universidad del Rosario, “si se prepara adecuadamente el día sin carro, los estudios demuestran que no tomar el carro reduce el estrés, favorece el ejercicio físico y permite tener mejor ánimo y mejor descanso”.