Por Luisa Fernanda Hernández Rueda
La discusión se dio en torno a género, raza y paisaje en la modificación de mosquitos para el control de enfermedades en el contexto colombiano.
El conversatorio inició con la presentación de la Profesora Rivera Amarillo, quien, a partir de noticias sobre “pestes” (como dengue, chikunguña o zika) en Colombia, Puerto Rico, Brasil y Burkina Faso, abrió la reflexión en torno a la relevancia que adquieren estas enfermedades en el debate público, su distribución geográfica en zonas habitadas por poblaciones racializadas y los trabajos de cuidado que recaen en las mujeres para evitar su propagación. A partir de la exposición de datos epidemiológicos de estas enfermedades se hizo evidente que uno de los lugares del país donde hay menor cantidad de personas infectadas por las mismas es Bogotá D.C.
Retomando el caso del Zika, Rivera mostró cómo, históricamente, ciertos lugares y grupos de personas han sido escogidos para la experimentación de técnicas de control de enfermedades. Hacia 2016, en medio de la preocupación de Estados Unidos por la posible entrada del Zika a su territorio a través de Puerto Rico, se empezó a hacer uso del Naled en la Isla para atacar a los mosquitos que transmiten la enfermedad. El Naled es un pesticida orgánico que tiene efectos tóxicos en otros animales (como las abejas) y efectos neurológicos en los seres humanos. Esto ocasionó numerosas protestas de la población puertorriqueña que se opuso a la fumigación aérea, exponiendo que temían por sus vidas y bienestar, así como por el daño que pudiera ocasionarle al medio ambiente. Este hecho evidencia cómo se toman decisiones que afectan a poblaciones específicas a partir de relaciones coloniales e imperialistas, donde las vidas humanas tienen valores distintos según los territorios que habitan.
Para continuar con la idea de las relaciones de poder que se pueden evidenciar al analizar este tipo de casos, la investigadora retomó otros ejemplos donde se emplean mosquitos genéticamente modificados. En algunos casos, se busca que las modificaciones que evitan la infección en seres humanos se transmitan a las generaciones siguientes de mosquitos. Una de las técnicas que más llamó la atención del auditorio apunta a que únicamente se puedan desarrollar machos y no hembras del Aedes Aegypti -ya que estas son las transmisoras de enfermedades-. De este modo se haría imposible la reproducción sexual de los insectos, para reducirlos así hasta su exterminio. La atención en este punto se centró en la preocupación de las personas que habitan los lugares donde se desean realizar este tipo de experimentos, que reproducen órdenes coloniales y raciales.
Las reflexiones que acompañaron el espacio identifican, nombran y describen las relaciones de poder que han existido en estos intentos de control de pestes, que van más allá de buscar el bienestar de la población en general y que se enfocan en “proteger” de estas enfermedades a poblaciones específicas. En un intento de controlar las enfermedades, los pesticidas y las modificaciones genéticas pueden causar graves daños a las poblaciones donde se utilizan, pero mientras eso no perjudique a territorios o grupos sociales privilegiados, no representa una razón para replantear su uso.
Metodológicamente, la investigadora hace uso de contrazoografías (método relacionado con las contracartografías) para leer las inquietudes y temores de la gente alrededor de este tema en específico, pero también comprender que los mapas pueden leerse como respuesta a las relaciones de dominación.