Todo se verá afectado
Por:Juan Manuel Sarasua
Foto:Alberto Sierra, Milagro Castro, Ximena Serrano, Juan Ramírez
Ambiente
Por:Juan Manuel Sarasua
Foto:Alberto Sierra, Milagro Castro, Ximena Serrano, Juan Ramírez
“En la actualidad no hay duda de que el cambio climático está comprobado”, declara Benjamin Quesada, climatólogo y líder del programa Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario. Según datos de la 3ª Comunicación Nacional de Colombia a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (2016), el 98,33 por ciento de los habitantes en Colombia considera que el cambio climático está sucediendo. Y no se equivocan.
“Lo que muchos gobiernos y ciudadanos comienzan a darse cuenta es que es un problema social, económico y político, que va mucho más allá del simple aumento de la temperatura”, agrega Quesada. “Los efectos los vemos en muchas áreas. En todo el país los extremos climáticos están aumentando. Tenemos cada vez periodos de sequías más fuertes y de lluvias más intensas que están impactando de manera sistemática, y también tenemos máximos de calor importantes que están comenzando a afectar a varios ecosistemas del país”.
Para citar un ejemplo, en los últimos 50 años hemos perdido ocho de los 14 glaciares que hay en el país. A finales del siglo XIX el país contaba con 374 km2 de glaciares y en 2021 tenemos solamente 37 km2, una pérdida del 92 por ciento. Para el año 2040 se espera un aumento promedio de la temperatura en todo el país de 0,9°C y es muy probable que en el 32 por ciento de nuestro territorio la lluvia disminuya entre un 10 y un 40 por ciento.
Para ese año se verá impactado el 80 por ciento de los cultivos que existen actualmente en más del 60 por ciento de las áreas que se destinan a ese uso, y la dimensión de este impacto es grande pues la gran mayoría de productores de alimentos del país son pequeños cultivadores, incluso de productos importantes como el banano, el café y el cacao.
Además del aumento de la temperatura, el campo colombiano observará un mayor estrés hídrico (como la ya referida desaparición de los glaciares) y una precipitación errática. Entre muchos otros efectos, las plagas y otras enfermedades se incrementarán considerablemente en diferentes cultivos. En el caso del banano, el plátano y la papa, impactarán zonas de mayor altura, y con el café, el cacao, el maíz y la yuca atacarán en tierras más bajas de lo usual.
También será perceptible un aumento en el nivel del mar. En las últimas décadas se ha observado un incremento promedio de 2,6 mm/año, aunque en las zonas costeras puede llegar a ser hasta de 9,9 mm/año. Las aguas del mar inundarán tierras con cultivos de palma de aceite en la Costa Pacífica, de plátano y banano en Urabá y de ganadería en la Costa Caribe. Incluso ya se comienza a ver una pérdida en la aptitud climática (las características de clima que permiten un buen crecimiento) de ciertos cultivos como el café en cotas superiores a los 1.500 m.s.n.m., o la papa por debajo de los 2.500 m.s.n.m.
El aumento de temperatura ha sido evidente desde que comenzamos a quemar combustibles fósiles hace más de 200 años. Esta quema ha aumentado la concentración de CO2. Desde el comienzo de la era industrial, alrededor de 1750, la concentración de CO2 en la atmósfera ha aumentado de 277 partes por millón (ppm) a 407,38 ± 0,1 ppm en 2018, según datos del Global Carbon Budget de 2019 presentado en la reunión de la COP25 en Madrid.
La pandemia por COVID-19
Quizás una de las ilusiones que todo el mundo tuvo al inicio de la pandemia era si el parón de muchas actividades económicas que vivimos durante los primeros meses de confinamiento había afectado al cambio climático, o al menos reducido el aumento de temperatura.
“El cambio climático no se vio afectado ni la pandemia tendrá un impacto grande en él”, continua Benjamin Quesada. “La contaminación atmosférica por el contrario sí se vio impactada al haber una reducción notable del transporte; pero no confundamos esto con el cambio climático, este no se detiene”.
Antes de la pandemia las emisiones de CO2 estaban aumentando un 1 por ciento anual en la última década, a pesar de todos los esfuerzos y acuerdos firmados para promover su reducción. En 2020 las emisiones globales de CO2 de origen fósil disminuyeron alrededor de 2, 6 gigatoneladas (Gt), una reducción aproximada del 4 por ciento comparada con el mismo periodo en 2019. “Pero estas diferencias son debidas por completo a que hubo una menor demanda de energía, no a reformas estructurales, es decir, son reducciones temporales nada más”, continua Quesada.
“La COVID-19 es coyuntural mientras que el cambio climático es estructural y a corto, mediano y largo plazo será más dañino para la salud. Con cuarentenas no acabaremos con el cambio climático, pero lo que hagamos ahora sí tendrá efecto décadas después”.
Ahora bien, los grandes causantes del aumento de emisión de GEI son la quema de combustibles fósiles y la deforestación, y es esta última la que muestra una imagen poco alentadora para el país. “Las emisiones de GEI en Colombia se concentran en los sectores de agricultura, bosques y cambio de uso de suelos, y con lo que está pasando con la deforestación en el país, en estos tiempos pos acuerdo de paz y en plena pandemia de la COVID-19, la situación es realmente preocupante”, agrega Quesada.
A finales del siglo XIX el país contaba con 374 km2 de glaciares y en 2021 tenemos solamente 37 km2, una pérdida del 92 por ciento. Para el año 2040 se espera un aumento promedio de la temperatura en todo el país de 0,9°C y es muy probable que en el 32 por ciento de nuestro territorio la lluvia disminuya entre un 10 y un 40 por ciento.