A menudo, durante el proceso de aprendizaje, los niños se encuentran con dificultades cognitivas. Para comprender estos problemas, muchas veces relacionados con la lectura y escritura, los terapeutas ocupacionales suelen recurrir a pruebas basadas en observaciones directas y cálculos estadísticos manuales. Sin embargo, aquello demanda mucho tiempo, recursos e incluso la información puede perderse porque, algunas veces, los registros manuales no incorporan un almacenamiento sistematizado. Estas complejidades, a su vez, limitan el acceso de niños vulnerables a este tipo de monitoreos.
Para abordar esta problemática, un equipo de investigadores de la Universidad del Rosario propuso una tecnología para identificar dificultades de lectura y escritura en los niños, de manera automatizada y con poco gasto. Consta de un sistema basado en sensores electromagnéticos que, aprovechando el efecto Hall, evalúan con precisión el desempeño de un paciente.
El efecto Hall es una diferencia de potencial (voltaje) que se produce en un material conductor o semiconductor por el cual se hace pasar una corriente eléctrica y un campo magnético (algunos sensores usan este efecto, especialmente, para medir la proximidad de otro objeto).
Una necesidad social
Según la Unesco, 6 de cada 10 niños, niñas y adolescentes presentan deficiencias en las competencias de aprendizaje. Asimismo, se estima que cerca de 700 millones de niños y adultos en el mundo corren riesgo de sumirse en el analfabetismo y la exclusión social de por vida, por padecer de estas carencias. En ese sentido, la coordinación ojo-mano es uno de los componentes que afectan los procesos de lectura y escritura. Por ello, las deficiencias en esta relación se traducen en fallas como la escritura ilegible y la inversión o desaparición de las letras. La mayoría de los niños latinoamericanos no tiene acceso a evaluaciones de aprendizaje.
El dispositivo propuesto para solucionar este problema, creado por Daniel Quiroga Torres y miembros del grupo de investigación GiBiome de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, ayudaría a disminuir tiempos y costos de las pruebas estándar de lecto-escritura, especialmente la que evalúa la coordinación ojo-mano.
Desventajas del método tradicional
Actualmente, para detectar los problemas de lecto-escritura se utiliza la Prueba del Desarrollo de la Percepción Visual (DTVP-3, por sus siglas en inglés). Con ella, los profesionales pueden medir el grado de déficit de percepción visual e integración visual (capacidad de asociar lo que los ojos ven) en niños de 4 a 12 años de edad. Esta prueba consta de cinco subpruebas principales, incluida una de coordinación ojo-mano (EHCT, por sus siglas en inglés).
Quiroga explicó a la revista Divulgación Científica que el cuestionario EHCT consiste en utilizar un conjunto de pistas, en las cuales el niño usa un lápiz y una hoja para dibujar trazos a lo largo de una línea guía. Si el niño abandona el área demarcada o levanta el lápiz, su puntaje baja. Luego, los evaluadores hacen un cálculo manual basándose en tablas estándar para medir en qué nivel se encuentra el infante. El resultado, relacionado con su edad, le da una noción al terapeuta. Este conjunto de tareas consume mucho tiempo; peor aún, la observación y medición no están libres de errores.