La ciudad para todos: un sueño posible
Por:Juliana María Vergara Agámez
Foto:Ximena Serrano, Milagro Castro
Cultura y sociedad
Por:Juliana María Vergara Agámez
Foto:Ximena Serrano, Milagro Castro
El futuro es una obsesión permanente de los seres humanos. Buscamos respuestas a nuestras aspiraciones y temores, planeamos y construimos pensando en trascender o en dejar legados perdurables. Esa preocupación por lo que vendrá nos ha entregado grandes obras artísticas. En el cine y la literatura se compilan largas listas de títulos como 2001: Odisea del espacio, Blade Runner o 1984, que han servido de inspiración o de alerta. No importa cuál sea el referente, por nuestra mente pasan multitud de imágenes que nos llaman a esos futuros imaginados.
El proyecto semestral de los estudiantes del curso Ciudad y Desarrollo de la Humanidad, del Programa de Gestión y Desarrollo Urbanos (GDU) del Rosario, los está llevando a dar un paso más en esa senda. Ellos están dedicados a pensar y dar forma a los posibles futuros de las ciudades a partir de aproximaciones tomadas de distintas disciplinas, como la arqueología, el arte o la planeación urbana. Diego Silva, profesor responsable de esta asignatura en la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos, explica que los griegos y los romanos pensaban el futuro a partir de las ruinas que encontraban; de esa manera se creó la ciudad romana, la primera en la historia que tuvo un catálogo de lo que debe tener y debe ser una ‘ciudad’, al menos, desde el punto de vista occidental.
Puede que resulte más sencillo de lo que parece, de acuerdo con la perspectiva de Silva: “Así como hoy en día una ciudad debe tener un edificio, un puente o un aeropuerto diseñados por arquitectos de renombre como Norman Foster o Santiago Calatrava, por citar solo dos, en la antigüedad debía tener un teatro, unos baños, un estadio, para ser considerada una ciudad”. Con esos elementos, los estudiantes están construyendo el devenir del equipamiento urbano a lo largo del tiempo y de la geografía. Al final del curso podrán conversar sobre el futuro, un futuro que inevitablemente será impactado por los efectos de la pandemia de la COVID-19, pues esta nos ha alejado de los espacios sociales y nos ha obligado a refugiarnos en el ámbito privado.
Silva matiza la situación explicando que, por su vocación internacional, el Programa 2084/Movimiento de Futuros Imaginados desde el Sur, como se ha nombrado el proyecto que sirve de marco a estas y otras actividades, ha hecho de internet su punto de encuentro. “Incluso, sin pandemia, sería de la misma manera. Un punto de inicio para que cada persona, como gestora de su futuro, lo imagine desde cualquier lugar”. Añade que, aunque para los ciudadanos de hoy esta es una situación nueva, las epidemias y pandemias han sido una constante en la historia de la humanidad.
“Las ciudades que conocemos hoy son el resultado de situaciones como esta”, advierte. Sin ir muy lejos, en muchos lugares de América, incluida Colombia, las ciudades coloniales se fundaron a partir de las restricciones y el miedo al mosquito trasmisor de la malaria (también conocida como paludismo) y otras enfermedades tropicales, siguiendo las ordenanzas del rey español Felipe II, que en el siglo XVI advertía sobre buscar lugares no “muy bajos porque suelen ser enfermos”.
El programa se centra en lo urbano y en la vida cotidiana en las ciudades, partiendo de los centros educativos y culturales para abrir paulatinamente espacios de expresión y construcción colectiva a las voces de minorías y sectores vulnerables y marginados. Se trata de imaginar futuros inclusivos –siempre resaltando la expresión en plural–, de crear canales para la comunicación colectiva que permitan expresar, compartir y reflexionar sobre las esperanzas, las expectativas, los temores(…).
Además de apoyarse en la virtualidad, la estructura de trabajo entre todos los participantes permite que cada institución promueva y lleve a cabo actividades que aporten a la realización de los objetivos. Los resultados que van obteniendo los socializan para ir avanzando en ideas claves y nuevas líneas.
Obviamente, salir al espacio público es una de las actividades previstas, pero por la pandemia no ha sido viable, así que la página web de la iniciativa cuenta con un espacio de participación abierto al público, en el que se invita a compartir creaciones que muestren distintas visiones del futuro, en formatos como imagen, texto, audio o cualquier otro que se pueda difundir por internet, extendiendo así una invitación a la especulación creativa hacia nuevos actores, en línea con los cuatro objetivos que se propone el proyecto.
El primero de ellos es activar la capacidad de apropiarse del futuro urbano en el conjunto de la comunidad universitaria y extenderlo a aquellos habitantes que tienen menos oportunidades de expresar sus expectativas y aspiraciones sobre la forma de vivir en la ciudad.
El segundo es compartir los deseos, esperanzas, sueños o temores sobre habitar en la ciudad en un futuro a mediano plazo, a través de la plataforma web del Museo de los Futuros.
El tercero es dialogar y aprender sobre los insumos multimedia compartidos a través de mesas de diálogo con ciudadanos y especialistas que interpreten esta información, reflexionen críticamente y documenten el aprendizaje.
El cuarto y último es conectar los múltiples futuros imaginados por los distintos actores con los llamados tomadores de decisiones, para convertir los resultados de las convocatorias y los diálogos en insumos para acciones concretas de política pública.
De acuerdo con la profesora Alma Sarmiento, en muchos espacios, la gente está sacando el optimismo para darle sentido a la vida en medio de lo que está sucediendo. Y retoma una frase del movimiento juvenil de mayo de 1968: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.
“El proyecto es ambicioso a partir de aportes modestos”, dice Silva para introducir algunas de las actividades que van avanzando. Además del curso que él mismo dirige, está el trabajo de un grupo de estudiantes de la Universidad Icesi, de Cali, que salió a la calle a investigar y a ver los posibles futuros de la ciudad y del impacto de la pandemia. También de jóvenes de la Universidad de los Andes que están diseñando esas ciudades del futuro y de la Universidad del Rosario, desde la Facultad de Creación, quienes han aportado activamente a la construcción del Museo de los Futuros, una plataforma web que abre una serie de convocatorias públicas locales de producción creativa sobre futuros e invita a compartir experiencias colectivas.
Este sitio virtual, que permanece en constante construcción, presenta dos colecciones: Futuros 2084, que se enriquece con distintas ideas sobre cómo se pueden imaginar las ciudades hacia ese año, con 23 temáticas que incluyen, entre otras, justicia, vida cotidiana, contaminación e identidad y género, que se conectan entre sí.
La otra colección es Futuros del pasado, una selección de literatura, música, cine y otras expresiones artísticas y reflexiones que presentan las aspiraciones y temores que planteaba el futuro en la imaginación a lo largo de la historia.
Al frente de esta labor se encuentra Alma Sarmiento, artista plástica y profesora principal de carrera de la Facultad de Creación. Sus investigaciones y trabajos plásticos han abordado el tema del futuro, apoyándose en escritos del filósofo francés Élie During –que propone que los únicos futuros que existen son “los futuros del pasado”– en diálogo con la concepción del tiempo en la lengua Aymara, y plantea que el futuro está detrás y el pasado delante de nosotros.
Durante los estudios de doctorado de Sarmiento, estas ideas se materializaron en el Proyecto 2066, una propuesta de ‘falso documental de ciencia ficción’, que reúne entrevistas a artistas colombianos a quienes se les propuso disfrazarse en su versión de octogenarios y ubicarse en el año 2066 para hablar y reflexionar sobre los inicios del siglo XXI.
Con el programa 2084/Movimiento de futuros imaginados desde el Sur, Sarmiento va más allá: “2084 está orientado a movilizar el pensamiento sobre el futuro de las ciudades latinoamericanas con el objetivo de activar la construcción de horizontes urbanos de inclusión y justicia”. Agrega que es una invitación a pensar las crisis como oportunidades de cambio, una idea que sugirió el Observatorio de América Latina de la Universidad The New School, de Nueva York, y ha sido acogida por otras universidades y entidades culturales de Colombia, México, Argentina y Alemania, con el propósito de pensar de manera colectiva los futuros posibles.
Al escuchar a los profesores Sarmiento y Silva cabe preguntarles, ¿cómo trasmitir el entusiasmo con el que se desarrolla el proyecto, en medio de la situación actual? Para la artista plástica, la respuesta está en creer en el poder de los relatos, de la imaginación, de cambiar el curso de los acontecimientos. Destaca que, en muchos espacios, la gente está sacando el optimismo para darle sentido a la vida en medio de lo que está sucediendo. Y retoma una frase del movimiento juvenil de mayo de 1968: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Silva, economista e historiador, considera que el interés en pensar en una ciudad del futuro permite ser a la vez realista y optimista. “Nos hace dueños de imaginar lo que va a suceder en adelante y de que eso suceda (…). Muchas situaciones nos llevan a creer que el futuro es cada vez peor, pero la evidencia empírica demuestra que lo que ha hecho la humanidad es imaginar lo que va a ser peor y cambiarlo”. Por eso les pregunta con frecuencia a sus estudiantes: “¿Para qué planeamos? Aunque él mismo se responde: “Para hacer”.
En el caso del proyecto, se planteó un futuro a largo plazo: 2084. La razón de esto fue que se tuvo como referencia la novela 1984, del escritor británico George Orwell, aunque en esta obra, publicada en 1949, el futuro no es –en absoluto– esperanzador.
Sarmiento explica que se trata de jugar con dos caras de una misma moneda: una es la revancha a 1984; la otra es un balance de dónde estaremos, con respecto a esa proyección de futuro. “Se presta para verla desde muchos ángulos”, añade. Afirmación que Silva complementa: “Si 1984 era el número de Orwell, 2084 no tiene por qué serlo. Uno puede imaginar cualquier otro. Además, los jóvenes estudiantes que participan en el proyecto hoy, nacidos alrededor del año 2000, quizá podrán llegar a ver lo que sucede en esa fecha”.
Diego Silva, profesor, economista e historiador, considera que el interés en pensar en una ciudad del futuro permite ser a la vez realista y optimista. “Nos hace dueños de imaginar lo que va a suceder en adelante y de que eso suceda (…). Muchas situaciones nos llevan a creer que el futuro es cada vez peor, pero la evidencia empírica demuestra que lo que ha hecho la humanidad es imaginar lo que va a ser peor y cambiarlo”.