Talento colombiano sí hay: traductores e intérpretes al escenario
Por:Lina María Leal Villamizar
Foto:Adobe Stock
Cultura y sociedad
Por:Lina María Leal Villamizar
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¿Sabe la diferencia entre un traductor y un intérprete? El traductor toma un texto escrito en una lengua y lo traslada a otra; en cambio, el intérprete lo hace con texto oral o señas de manera consecutiva o simultánea. Ambos profesionales permanecen ocultos tras el telón de la autoría mientras su labor necesita mayor reconocimiento social y económico.
Y es que han desempeñado labores esenciales durante el curso de la historia. Por ejemplo, han inventado alfabetos (tanto el alfabeto armenio como el georgiano se inventaron al traducir la biblia) para traducir textos de unas lenguas a otras, han promovido el desarrollo y la evolución del conocimiento, además de ser actores de poder aun cuando esto significara penas, condenas o rechazos. Su protagonismo ha sido clave en el proceso de laicización de la humanidad que partió de la traducción de las ‘escrituras sagradas’ a otras lenguas. Su valía y aportes son tan numerosos como crecientes en un mundo interconectado.
Sin embargo, en Colombia se conoce muy poco sobre ellos y frecuentemente se acude a agencias internacionales para servicios de traducción. El Comité Técnico 218 del Icontec (Comité de Lenguaje y Terminología) le ha puesto la lupa al trabajo y la imagen de estos profesionales. Su misión no es realizar investigaciones, sino considerar la adaptación de normas relacionadas con la traducción en el país.
Pero ¿a quiénes cobijan esas normas? Cinco expertos del comité –entre quienes se encuentran traductores, intérpretes, terminólogos y profesores, así como representantes de empresas y una asociación– decidieron en 2017 desarrollar una caracterización de los profesionales de esta disciplina en Colombia para reconocerlos y establecer estrategias que les permitan ser más competitivos a nivel nacional e internacional.
El profesor de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, Camilo Sarmiento Jaramillo, forma parte del comité y es uno de los autores de la investigación Hacia una caracterización de los traductores e intérpretes en Colombia. “Lo bonito de este ejercicio es que sale de una norma que entre todos estábamos traduciendo y, a partir de una necesidad del contexto, decidimos hacer el estudio”, recuerda.
Del mismo modo, el líder de esta investigación, el profesor John Jairo Giraldo Ortiz, de la Universidad de Antioquia, afirma que “había unos estudios preliminares de otros colegas, pero ya tenían varios años y nos interesaba volver a sondear para ver si seguíamos en el mismo estado o si la profesión había evolucionado”.
El profesor de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, Camilo Sarmiento Jaramillo, señala: “Existe una escasa oferta de programas académicos de traducción y nula de interpretación”.
En relación con el grado de formación, el 38 por ciento señala haber estudiado un pregrado en traducción (ninguno en interpretación), mientras que un 32 por ciento no tiene títulos y el restante 30 por ciento sí ha desarrollado estudios de posgrado. Otros participantes afirman tener títulos en áreas diferentes como Lenguas Modernas, Ciencias Sociales, Ingenierías, Derecho y Ciencias Políticas. Del total, una tercera parte aseguró capacitarse en cursos complementarios al menos una vez al año.
Anteriormente, personas que conocían otro idioma se dedicaban a esta labor de manera empírica. Actualmente, existen cuatro programas académicos de formación en traducción; un pregrado en la Universidad de Antioquia, una especialización en la Universidad del Rosario y dos maestrías: una en la Universidad de Antioquia y otra en la Universidad Autónoma de Manizales.
“Existe una escasa oferta de programas académicos de traducción y nula de Interpretación”, señala el profesor Sarmiento, y añade que antes de la pandemia la Universidad del Rosario ofrecía un curso de formación continua al año relacionado con interpretación. Se espera reactivar la oferta de manera virtual e incluso abrir algún énfasis al respecto en especialización o maestría.
En concordancia con la escasa oferta académica, la falta de agremiación (apenas un 31 por ciento) explica el desconocimiento de las normas que rigen y benefician al gremio, pues solamente las conocen alrededor del 15 por ciento de los encuestados. Según explican los expertos, durante el desarrollo de la investigación existían solamente dos agremiaciones llamadas Asociación Colombiana de Traductores, Terminólogos e Intérpretes (ACTTI), y el Colegio Colombiano de Traductores (CTT).
La falta de agremiación también incrementa el riesgo de vulneración de sus derechos y que su trabajo sea subvalorado. El 47 por ciento de los encuestados tiene como actividad principal la traducción y un 11 por ciento la interpretación; de ellos la mayoría (91 por ciento) trabaja como independiente lo que implica contrataciones informales e inestables, muchas veces con tarifas que no se encuentran unificadas. “Hay que decirle a la gente que ese servicio tiene un valor normal y digno como el de cualquier otra profesión”, apunta Giraldo.
¿Quiénes los contratan? Según el estudio, los clientes de estos profesionales son en un 91 por ciento de origen local, mientras que apenas un nueve por ciento proviene de entornos globales, según la demanda del mercado, en áreas como la traducción oficial y la técnica-científica en medicina, derecho, educación, ingeniería, tecnología, economía y finanzas, entre otras.
“Hay que decirle a la gente que ese servicio tiene un valor normal y digno como el de cualquier otra profesión”, apunta John Jairo Giraldo Ortiz, investigador de la Universidad de Antioquia.
Existe una clara predominancia del género femenino, con un 68 por ciento de los intérpretes y traductores encuestados, “un rasgo sociodemográfico que está en consonancia con lo que hay en otros países, como España y México” (con 61,7 y 54,1 por ciento respectivamente). En Bogotá y el resto del país, el porcentaje de mujeres oscila entre el 76 y el 78 por ciento, mientras que en Medellín la brecha de género es más balanceada con un 55 por ciento de mujeres y 45 por ciento de hombres.