Microcréditos: una promesa que no cumple las expectativas
Por:Claudia Jasmín Flechas
Foto: Milagro Castro, Juan Ramírez, Ximena Serrano. DOI https://doi.org/10.12804/dvcn_10336.37300_num6
Economía y política
Por:Claudia Jasmín Flechas
Foto: Milagro Castro, Juan Ramírez, Ximena Serrano. DOI https://doi.org/10.12804/dvcn_10336.37300_num6
Nacieron para favorecer a los microempresarios, pero resulta que cuando el Banco de la República baja la tasa de interés, es el único producto en el que esta corrección no se refleja. El efecto es completamente diferente al esperado.
Accedí a un microcrédito para pagar una cafetera, pero al final hice mis cuentas y resulté pagándola como cinco veces. No fue una buena decisión”, expresa Aurora Martínez, una usuaria de este producto financiero.
¿Qué pasa con las tasas de interés en los microcréditos? ¿En la práctica sí cumplen el objetivo de fortalecer el emprendimiento, mejorar los niveles de ingresos y, especialmente, ser una solución financiera para los microempresarios?
Para las personas que se dedican, por ejemplo, a la venta de jugos o de arepas, pero a pequeña escala, deberían crearse fondos rotativos u otros productos que apoyen el escalamiento de su actividad.
En la Universidad del Rosario, la Alianza Economía Formal e Inclusiva (Alianza EFI), integrada por 18 actores (entre aliados internacionales, instituciones de educación superior y entidades del sector productivo) y financiada por la iniciativa gubernamental Colombia Científica, estudia el fenómeno de la informalidad desde diferentes vertientes, y dentro del del denominado Proyecto 7, Laboratorio social: herramientas para la gestión y apropiación del conocimiento para el diseño de política pública y difusión del conocimiento científico, hay una línea específica que se especializa en el acceso al crédito. Allí, un grupo de investigadores hizo un ejercicio que arrojó interesantes revelaciones.
“Una de las funciones del Banco de la República es manejar la política monetaria (control de la inflación) y financiera del país”, dice la profesora de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario Aglaya Batz Liñeiro, integrante del grupo de autores del estudio e investigadora del programa Alianza EFI. “Al modificar sus tasas establece unos mínimos para que no se sobrepase la llamada tasa de usura. Entonces, cuando este banco baja las tasas, automáticamente uno esperaría que todas las tasas de los productos financieros bajen. La pregunta es ¿cuánto tiempo se demoran en corregir los bancos las tasas de sus productos financieros? o más bien, ¿cuánto se demora en reaccionar el mercado a las modificaciones de las tasas de los bancos? La mayoría de los productos financieros terminan corrigiéndose a los tres, seis o 12 meses, pero encontramos que esto no pasa en el caso de los microcréditos”, puntualiza.
Esta es una información que deberían tener quienes buscan acceder a un microcrédito, pero que la mayoría desconoce y que seguramente influenciaría la toma de decisión.
El objetivo es ayudar a los microempresarios a mejorar sus condiciones de trabajo y su bienestar, para que pasen de ser emprendimientos de supervivencia a ser emprendimientos transformacionales.
La investigación titulada Análisis de la transmisión de la tasa de interés de política monetaria en la tasa de interés de microcréditos en Colombia: discusiones de independencia (2021) evaluó el acceso al crédito de las personas, especialmente las que se encuentran en condición de informalidad, utilizando las razones que sirvieron para tomar la decisión de pedir dichos créditos:
• Por el conocimiento y buscando el mayor beneficio para ellos mismos; aunque vale la pena decir que a veces las decisiones se toman en contra, por desconocimiento sobre cómo funciona el sector financiero.
• Por la localización geográfica de las entidades bancarias, cooperativas o instituciones autorizadas para dar crédito.
• Por la facilidad en cuanto a los trámites que se requieren para acceder a dichos créditos.
“Cuando empezamos a indagar el sustento académico para validar estas tres hipótesis nos preguntamos qué tanta relación tenía el efecto de moderación que ejerce el Banco de la República sobre estos productos financieros, en especial los microcréditos”, continúa Batz Liñeiro. “Nos dimos cuenta de que cuando el Banco de la República baja la tasa de interés, porque necesita que más gente acceda al crédito, los bancos que otorgan los microcréditos las mantiene altas. El efecto es completamente diferente al esperado y es el único producto que se comporta así”.
Para llegar a esta conclusión los investigadores exploraron un histórico de los últimos 10 años de la Superintendencia Financiera de Colombia, la entidad que controla y maneja la información oficial, tanto de las tasas entregadas como de los desembolsos hechos por las entidades financieras, e igualmente revisaron las tasas del Banco de la República en ese mismo periodo de tiempo.
Con esta información hicieron la correlación y análisis de los datos y así evidenciaron ese comportamiento de las tasas para los microcréditos.
Las teorías que contempla el estudio giran entorno a estas tres razones:
1. Cuando el Banco de la República baja la tasa es porque la demanda es mucho mayor. Un ejemplo perfecto es lo que pasó a causa de la pandemia de la COVID-19: el banco bajó la tasa convencido de que mucha más gente necesitaría acceder a préstamos. Pero como la demanda por servicios financieros creció, en especial los microcréditos, entonces los bancos y las cooperativas decidieron no bajar dicha tasa, porque la demanda estaba altísima. José Orlando Montes de la Barrera, coautor del estudio y también investigador de la Alianza EFI, indica que encontraron que la mayor demanda de microcréditos coincide con mayores valores en la tasa de interés.
2. Las personas que acceden a este tipo de productos son aquellas que el sistema financiero ha indicado que tienen un mayor riesgo, o donde es mucho más probable que los usuarios no hagan los pagos a los que están obligados para saldar la deuda. Entonces, dado que hay un mayor riesgo de que eso pase, los microcréditos no bajan dicha tasa y, en este sentido, lo que desconoce la mayoría de las personas es que es mucho más probable que un crédito de consumo le preste a una tasa menor que la de los mismos microcréditos. En este punto, lo que se encontró es que los desembolsos son superiores en aquellos establecimientos de microcrédito con mayores tasas de interés, lo cual no tiene mucha lógica, según Montes de la Barrera.
3. En cuanto a los mayores contrincantes de los microcréditos, compiten con la modalidad ilegal conocida como “gota a gota” y con financiamientos informales (préstamos de amigos, vecinos y otros). Entonces, en la práctica, el microcrédito funciona con unas tasas que incluso pueden estar cercanas a la usura.
Hay otras alternativas para que las personas puedan acceder a créditos a través de un modelo similar al Banco Grameen, una institución de microfinanzas y de desarrollo comunitario originada en Bangladesh. Este modelo permite gestionar préstamos desde $USD100 hasta $USD500 a personas con escasos recursos, sin necesidad de que haya un codeudor, simplemente utilizando personas referidas.
Un microcrédito es un instrumento financiero diseñado y regulado para los microempresarios y las personas independientes. En Colombia se manejan esencialmente dos tipos, los personales y los empresariales. En ambos casos el microcrédito no debe superar los 120 salarios mínimos legales vigentes (SMLV).
Quienes definen o diseñan los productos financieros son los bancos, las cooperativas y las entidades autorizadas y reguladas por el sistema financiero colombiano.
Los “gota a gota” son préstamos informales ofrecidos por personas particulares para cubrir una necesidad de consumo urgente. No son vigilados por una entidad supervisora del Estado, así que se mueven en la ilegalidad con tasas de interés muy elevadas, y constituyen un problema socioeconómico que crece en medio de la informalidad y la baja bancarización.
Cuando el Banco de la República interviene, lo hace para regular el consumo. Durante la pandemia esta institución bajó la tasa de interés tres o cuatro veces. En esta época la gente se quedó sin empleo y necesitaba crédito. El Banco de la República suele prestar a las entidades financieras a una tasa determinada, por ejemplo, al 2%, y así ellas ponen sus tasas al 2,3%. Más adelante, el Banco de la República tomó la decisión de dejarla al 3% porque no quería que hubiera tanto consumo, ya sea porque había suficiente demanda o porque el mercado se volvió a estabilizar. De acuerdo con nuestro ejemplo, en ese momento los bancos comenzaron a prestar al 3,2% o 3,5%.
Estas correcciones no se hacen automáticamente porque ya hay un dinero circulando a una tasa diferente. Los bancos, entonces, comienzan a corregir sus productos de manera progresiva, a los tres o a los seis meses e incluso al año. Pero el único producto en el cual eso no pasa es en el microcrédito. Cuando baja la tasa de interés sucede lo contrario, es decir, sube la tasa del microcrédito, porque hay mayor demanda y es ahí cuando empieza a competir con el “gota a gota”.
“Nos dimos cuenta de que cuando el Banco de la República baja la tasa de interés, porque necesita que más gente acceda al crédito, los bancos que otorgan los microcréditos las mantiene altas. El efecto es completamente diferente al esperado y es el único producto que se comporta así”, explica Aglaya Batz, investigadora de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.
Para Andrés García, profesor de Economía de la Universidad del Rosario e investigador de otra línea de la Alianza EFI, el acceso para microempresarios a esos instrumentos financieros es muy importante, “primero, porque facilita el crecimiento y las inversiones dentro de cualquier negocio; y segundo, porque es un mecanismo para mitigar impactos o choques que los puedan afectar, como sucedió durante la pandemia”.
En su concepto, es necesario que haya una oferta más específica de productos financieros hacia el microcrédito. “En este sentido, las microfinancieras han avanzado mucho y es ya un segmento completamente consolidado que ofrece también el acompañamiento durante el préstamo, algo muy beneficioso para el usuario. No obstante, aunque existen buenos productos, todavía se puede profundizar en este aspecto”, precisa.
En cuanto al fenómeno observado en este artículo y las tasas de interés, el profesor García asegura –partiendo de que el mercado del crédito se caracteriza por no ser homogéneo y por considerar como prioridad el nivel de riesgo–, que los bancos buscan siempre los mejores clientes, aquellos que tienen una mejor capacidad de pago, en el caso de los microcréditos es normal encontrar personas sin historial crediticio, una información muy valiosa para que el banco pueda evaluar el riesgo de impago de cada cliente. Por ello muchas personas no pueden acceder a estos mecanismos de endeudamiento e inversión, o si los obtienen, el desconocimiento del banco sobre su capacidad de pago hace que las tasas de interés sean altas.
“Esto hace que, en muchas ocasiones, así bajen las tasas y el mercado esté flexibilizando el costo del crédito, esa falta de capacidad para perfilar muy bien a los clientes hace que no se refleje en las tasas de interés de los microcréditos”, aclara García. “De ahí la importancia de las microfinancieras, que se focalizan en perfiles de crédito específicos, para poderles brindar una tasa de interés adecuada”.
Todo esto va en contravía del principal objetivo del microcrédito, como lo es apoyar a la población de microempresarios más desfavorecida, y, al final, quienes terminan recibiendo el crédito son aquellos con mejores condiciones y que no suelen ser quienes más lo necesitan.
Andrés García, profesor de Economía de la Universidad del Rosario e investigador de los componentes de mercado laboral y economía urbana de la Alianza EFI, asegura que "los bancos buscan siempre los mejores clientes, aquellos que tienen una mejor capacidad de pago. En el caso de los microcréditos es normal encontrar personas sin historial crediticio, una información muy valiosa para que el banco pueda evaluar el riesgo de impago de cada cliente".
“Somos un país supremamente desigual, en el que hay una parte de la población que tiene mucho dinero que funciona para el sistema financiero, pero hay otra parte gigante que está desatendida”, comenta Montes de la Barrera.
“Así que lo ideal sería que empecemos a volcar nuestras miradas hacia entender la realidad y construir productos y servicios que respondan a las necesidades reales de un país como Colombia, pero en su totalidad”.
Para poder comprender a esos consumidores desatendidos por la banca y por el mismo Estado, los investigadores advierten que es urgente proponer diferentes productos para ellos:
• Personas migrantes. Un problema latente en Colombia; a este grupo poblacional le resulta extremadamente difícil acceder a un microcrédito. No hay productos financieros que les faciliten empezar con sus negocios y, mientras tanto, los migrantes son absorbidos por el “gota a gota” o por aplicaciones que no son una verdadera solución.
• Emprendedores por supervivencia. Para las personas que se dedican, por ejemplo, a la venta de jugos o de arepas, pero a pequeña escala, deberían crearse fondos rotativos u otros productos que apoyen el escalamiento de su actividad.
• Educación financiera. Educar a los consumidores de los microcréditos es una tarea pendiente, ya que ellos no siempre toman las mejores decisiones, sino que están adquiriendo créditos a unas tasas bastante altas, sin ser conscientes de ello. Por lo tanto, es necesario poner en marcha mecanismos de educación que contemplen plataformas de fácil acceso donde puedan hacer comparaciones, mirar en tiempo real qué instituciones les ofrecen una tasa más favorable, dónde les piden menos requisitos, plazos de pago, etc.
Dentro del laboratorio social de la Alianza EFI, el reto fue construir un laboratorio social para observar el fenómeno de la informalidad, y la idea es darle continuidad a este propósito una vez termine la Alianza (septiembre de 2023), de manera que los esfuerzos conjuntos de la URosario y de las otras instituciones aliadas se encaminen a seguir observando este fenómeno.
El objetivo es ayudar a los microempresarios a mejorar sus condiciones de trabajo y su bienestar, para que pasen de ser emprendimientos de supervivencia a ser emprendimientos transformacionales, es decir, que sigan las curvas empresariales y puedan llegar a tener unos crecimientos económicos importantes.
A nivel externo hay unos elementos que han avanzado de manera importante en los últimos años, como lo son las aplicaciones móviles para poder efectuar transacciones (Nequi, TransfiYa y Daviplata), que les han permitido a muchos trabajadores informales acceder a una cuenta bancaria o transferir dinero. Este es un avance importante que seguramente permitirá nuevas y diferentes acciones.
José Orlando Montes de la Barrera, coautor del estudio y también investigador de la Alianza EFI, comenta: “Somos un país supremamente desigual, en el que hay una parte de la población que tiene mucho dinero que funciona para el sistema financiero, pero hay otra parte gigante que está desatendida”.
También, algunas empresas están investigando en tecnologías de blockchain y criptomonedas, para el diseño, la ejecución y el seguimiento de los créditos, y para aumentar la trazabilidad y la transparencia de sus procesos.
Finalmente, hay otras alternativas para que las personas puedan acceder a créditos, a través de un modelo similar al Banco Grameen, una institución de microfinanzas y de desarrollo comunitario originada en Bangladesh. Este modelo permite gestionar préstamos desde $USD100 hasta $USD500 a personas con escasos recursos, sin necesidad de que haya un codeudor, simplemente utilizando personas referidas. En el país, los emprendimientos basados en tecnologías financieras (Fintech) pueden generar – y ya lo están haciendo– cambios o complementos al sector financiero colombiano, pues al llegar a esas poblaciones no bancarizadas y desarrollar nuevos productos o servicios financieros, crean más opciones de desarrollo para esas poblaciones que necesitan un pequeño impulso para generar valor en nuestra economía.