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Israel Cruz Velandia

Israel Cruz Velandia (1965 – 2022) El visionario de la fisioterapia

Por:Magda Páez Torres

Foto:Nora Cruz Velandia, URosario

En las aulas de la Universidad del Rosario aún hacen eco las enseñanzas del profesor Cruz Velandia, quien partió tempranamente, pero dejó un robusto legado al campo de la fisioterapia, a la academia, pero sobre todo a sus estudiantes, a quienes les inculcó la perseverancia; los instó a cuestionarse sobre las realidades de los pacientes y, ante todo, les enseñó a pensar con el cuerpo, a ver su profesión desde un enfoque holístico, desde una visión humanista.
En las aulas de la Universidad del Rosario aún hacen eco las enseñanzas del profesor Cruz Velandia, quien partió tempranamente, pero dejó un robusto legado al campo de la fisioterapia, a la academia, pero sobre todo a sus estudiantes, a quienes les inculcó la perseverancia; los instó a cuestionarse sobre las realidades de los pacientes y, ante todo, les enseñó a pensar con el cuerpo, a ver su profesión desde un enfoque holístico, desde una visión humanista.

El legado del profesor Israel Cruz Velandia está patente en cada uno de los pasillos de la Universidad del Rosario, en el ADN de sus estudiantes, en sus múltiples páginas académicas, en su voz inmortalizada en decenas de pódcast, en los recurrentes cafés matutinos con sus colegas, en el alma de los egresados, quienes aprendieron de él la conexión del cuerpo con la mente. “Isra”, como solían decirle sus amigos, no se ha ido; su acucioso trabajo por la fisioterapia lo mantiene vivo como un referente ineludible de una profesión a la que le entregó, incansablemente, sus días, hasta el 14 de abril de 2022, fecha en la partió a sus 57 años.

La comunidad rosarista lo define como un visionario, un hombre alegre, amante del arte, la cocina y las buenas charlas; como un profesional adelantado a su épo - ca, un profesor consagrado que se preocupó siempre por darle contenido a la fisioterapia. “¡Israel, ante todo, fue un educador por excelencia, un maestro. Siempre iba un paso adelante de todos nosotros, como el lema de la Universidad del Rosario: ‘adelante en el tiempo’. Así, en diferentes cosas: en el tema de la rehabilitación, en educación... Creo que fue un visionario en muchos aspectos”, comenta con un dejo de nostalgia su colega Luis Fernando Rodríguez.

En el universo pedagógico era considerado un líder en todo el sentido de la palabra. “Lo defino como el provocador, el activador, no solamente el que transfería conocimientos, sino también el que activaba emociones”, señala, por su parte, la profesora Karim Garzón Díaz. En ello coincide su colega Amparo Mogollón
“Israel fue una persona visionaria en develar la posibilidad de transformar el campo de acción, no solamente de la fisiote - rapia; yo diría que de las profesiones que pertenecen a las ciencias de la rehabilitación. Desde sus inicios comenzó a tener un pensamiento disruptivo en términos de decir ‘hay que abandonar esa mirada de la fisioterapia, de la fonoaudiología o de la terapia ocupacional centrada en un enfoque biológico del ser humano’. Así abrió la puerta a una visión más humanista”.
 
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“Isra”, como solían decirle sus amigos, no se ha ido; su acucioso trabajo por la fisioterapia lo mantiene vivo como un referente ineludible de una profesión a la que le entregó, incansablemente, sus días. Para la comunidad rosarista era un “transformador”


Consagración a la salud colectiva
El profesor Israel Cruz culminó sus estudios en el pregrado de Terapia Física de la Universidad Nacional de Colombia (1988) y al inicio de su carrera trabajó en el área cardiopulmonar. Poste - riormente adelantó una maestría en Educación en la Pontificia Universidad Javeriana (1995) y a partir de ahí –cuentan sus colegas– inició un tránsito hacia la salud colec - tiva, camino que fortaleció con un doctorado en Salud Pública en Brasil (2001). A inicios de la década del 2000, regresó al país para dedi - carse a la docencia en la Universidad del Rosario y enfocarse en el campo que se convirtió en su prioridad: la discapacidad, un interés que empezó a materializar desde el Grupo de Inves - tigación en Rehabilitación e Integración Social de las Personas con Discapacidad. En torno a este tema articuló varias disci - plinas como medicina, fonoaudiología, terapia ocupacional,ingeniería biomédica, ciencia política y derecho, dado que concibió y desarrolló un concepto integral de la rehabilitación.
 
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Siempre tuvo el máximo interés por la discapacidad entendida desde un enfoque muy social; buscaba generar una mirada diferente hacia este tema”, expresa su colega Claudia Guarín. A raíz de ello trabajó activamente en los procesos de construcción de la política pública de discapacidad del Distrito Capital, principalmente a lo largo del año 2006.

“Estábamos convencidos de que nuestros egresados podrían ser unos agentes muy importantes para influir en el diseño de las políticas públicas, en cómo se piensan los programas para las personas con discapacidad; en cómo se involucran las organizaciones de personas con discapacidad en la toma de decisiones”, agrega la profesora Garzón Díaz. “Fue un desplazamiento conceptual y práctico sobre cómo la discapacidad es un asunto que se resuelve desde distintas miradas; no solo desde la salud, sino también desde la economía, la política, desde la perspectiva de los derechos humanos. Ahí fue cuando empezamos a abrir ese horizonte para generar otras formas de pensar las asignaturas de nuestros currículos”

Sin duda, Israel nació para dejar huella, siempre inquieto por mejorar la calidad de vida de las personas. Fue un abanderado de la acreditación nacional e internacional de la carrera de Fisioterapia del Rosario, a la que estuvo vinculado durante más de 20 años. Allí promovió ajustes curriculares para conducir a la profesión y al programa por el diverso e inclusivo camino de lo social. Fortaleció los grupos de investigación de la Facultad y participó en el diseño, formulación e implementación de lo que hoy es el Centro de Rehabilitación Integral Inclusiva (CRI) para miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia y víctimas del conflicto armado, entre otros múltiples aportes que quedarán para siempre como impronta de lo que fue su vida: una lección de servicio.
 
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El profesor Israel también es recordado por exhortar siempre a sus estudiantes a tener una actitud transformadora del entorno. “Sus discípulos lo querían y lo apreciaban mucho, especialmente por su gran apertura hacia lo social. Era un excelente ser humano”, comenta Sandra Fernández, directora administrativa de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la URosario.

Para Ana María Calderón, una de sus estudiantes, el profesor Israel fue un orientador extraordinario que llevó a los alumnos a abrir el espectro, a pensar más allá de lo físico. Dicho en sus palabras, “la fisioterapia es Israel”. Hoy lo evoca como el hombre que le dio valor a la carrera que eligió para la vida: “Tuve la primera clase con él cuando ingresé a la universidad: introducción a la fisioterapia. Siempre fue muy respetuoso; muy dispuesto a escucharnos, sin importar lo que tuviéramos que decirle. No solo en lo relacionado con lo académico, sino con la vida en general, nos ampliaba el panorama”. Ana María recuerda con nostalgia algunas de las sabias enseñanzas que el profesor le recalcaba: “La fisioterapia no solo son ejercicios, frío y calor; si a ti te gustan las leyes y ayudar a la gente abre tu panorama, porque lo más bonito de estudiar fisioterapia es que puedes tener un contacto directo con la persona; entonces la estás tocando, escuchando, tienes un acercamiento grande, holístico. Hay que mirar las dos caras de la moneda”.
 
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Y es que, como complementa el profesor Rodríguez, su esencia era impactar positivamente la vida de las personas, lograr que los profesionales se interesaran por hacer del mundo un lugar mejor. “Él tenía una frase para nosotros y para los estudiantes: decía que deberíamos formar a sujetos políticos. Siempre repetía: ‘Demos un paso adelante, miremos qué es lo que va a pasar, dejemos una puntadita para que la gente tenga algo en qué pensar’”.

De ahí que Karim Garzón lo describa como un provocador de escenarios: “Buscaba poner en diálogo a diferentes teorías y contrastarlas. Siempre dejaba esa inquietud en los estudiantes para que ellos exploraran y desarrollaran sus intereses, se dieran cuenta de sus proyecciones particulares. Así lo veo porque todavía lo siento muy presente”.

Palabras más, palabras menos, para la comunidad rosarista Israel Cruz era un “transformador”. “Yo creo que cuando uno tiene una convicción frente a lo que hace genera transformación; cuando uno estimula a los estudiantes a cuestionarse y a cuestionar las cosas que viven a su alrededor, genera transformación. En ese sentido, Israel promovió un gran cambio en los alumnos”, reflexiona Claudia Guarín.

En ese afán de transformar realidades, en 2019, junto con la profesora Victoria Molina, creó un programa radial llamado Pensando con el cuerpo, en el que exaltaban la visión holística de la profesión para llegar cada día a más estudiantes y a la comunidad en general. En ese mismo espacio de la emisora rosarista, recientemente su coequipera le rindió un homenaje mediante una edición especial titulada Las huellas de un visionario.

Fue abanderado de la acreditación nacional e internacional de la carrera de Fisioterapia en la Universidad del Rosario; promovió ajustes curriculares para repensar la profesión y el programa con enfoque social; fortaleció los grupos de investigación de la Facultad; lideró la formulación de la política pública de Bogotá en el año 2006 y participó en la creación de lo que hoy es el Centro de Rehabilitación Integral Inclusiva (CRI).

“Hoy se mezclan muchos sentimientos… Que este sea el espacio para honrar su vida, su obra, como un hombre visionario”, expresa su compañera de micrófonos para dar apertura a un reconocimiento que no termina ahí, sino que continúa con la recopilación de los diferentes pódcast que grabaron juntos.

La añoranza de los amigos
Además de su gran vocación, de las semillas de cambio que sembró en la fisioterapia y de su permanente inquietud intelectual, el profesor Israel es recordado por su enorme sonrisa, su sentido del humor, sus tertulias profundas y constructivas, así como por el amor por su familia y su pasión por los deportes y las artes, especialmente la música y la pintura.

“Hubo una época en la que le gustaba nadar –nadaba bastante–, viajar, cocinar; también iba mucho a eventos culturales, obras de teatro, cine… Le gustaba hacer tertulias en su casa sobre diversos temas. Era un estudioso consagrado de todo lo que hacía”, cuenta su amiga Sandra Fernández.

Más allá de esa invaluable herencia, en la memoria de sus amigos quedan las charlas del día a día. La profesora Guarín aún extraña las profundas conversaciones que sostenían al calor de un café, esas que hoy atesora en un lugar especial de su alma. Es inevitable como ella misma lo expresa que se le quiebre la voz al recordarlo. “Hablábamos de infinidad de temas; ante todo, nos reíamos mucho; había una complicidad con mucho humor; conversábamos de lo divino y lo humano, de las cosas que nos pasaban; del entorno, de las relaciones de amistad, también de las relaciones profesionales, de cómo veíamos la profesión. Él era un amigo excelente”, relata.

En el corazón de sus amigos y colegas queda retratada una infinidad de instantes que día a día les alimentan el alma y les hacen llevadera la ausencia de quien honró no solo la docencia, sino también el significado de la amistad.
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En definitiva, ella extraña más al amigo que al colega. “Siento su vacío cuando llego a la universidad; me hace falta; me hace falta tomarme el café con él. Sin duda, era de esos amigos con los que contabas para lo que quisieras; sabías que siempre estaba ‘ahí’. Quedan todos esos recuerdos maravillosos”.
 
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Esa misma ausencia acongoja hoy a Rodríguez, quien lo conoció siendo apenas un estudiante para más tarde reencontrarse como docentes. “Nosotros teníamos tertulias de ‘tintos productivos’; los llamábamos ‘tintos académicos’ pensando siempre en lo que a él 30 DIVULGACIÓN CIENTÍFICA 31 le gustaba; en temas para enseñar; en cómo mejorar las cosas. También nos reíamos mucho, su risa era explosiva y contagiosa; él tenía una risa desde el corazón”.
 
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Y es ahí, precisamente en el corazón, donde queda retratada una infinidad de instantes que a muchos les entrecortan la voz, pero les alimentan el alma y hacen llevadera la ausencia de quien honró no solo la docencia, sino también el significado de la amistad.
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Un legado imborrable
Colegas, amigos, compañeros de trabajo, estudiantes, todos buscan afanosamente inmortalizar el legado del profesor Israel; hacer que su huella perdure, que no la borre el tiempo ni el olvido, más allá de estos trazos. Por ello decidieron hacerle un tributo que encarna su vida, buscando que siga iluminando a las nuevas generaciones.

Hoy su semilla continúa dando frutos, materializada en un árbol que fue sembrado en el Bosque Humboldt de la Quinta de Mutis, ubicado en predios de la Universidad del Rosario, por el decano de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, Gustavo Adolfo Quintero, en compañía de la directora del Programa de Fisioterapia, Ingrid Tolosa, y la comunidad educativa. “Es un yarumo. Queríamos que fuera un árbol que realmente perdurara, que mostrara flexibilidad, que evocara esa mezcla de la calidad física y el sentido de lo humano, propia del fisioterapeuta que él ayudó a formar; que tuviera un crecimiento extraordinario y que fuera el primer árbol que nosotros pudiéramos ver cuando entremos al Bosque Humboldt”, detalla Fernández.
 
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Ese homenaje encierra, indudablemente, el afecto, la gratitud y la búsqueda afanosa de hacer perdurable el colosal legado que el profesor Israel deja al mundo académico y a la salud universal.

“Su herencia intelectual es un impulso diario para la universidad; su creencia profunda en los estudiantes, en sus capacidades y su empeño en motivarlos a perseguir sus sueños son huellas indelebles”. “Deja a la sociedad una movilización gremial muy grande”. “Hizo muchas transformaciones a nivel latinoamericano, que marcaron un nuevo rumbo para la profesión, incluso con un impacto global, porque él era parte de los comités mundiales de Fisioterapia y miembro de las organizaciones gremiales nacionales e internacionales”. “Nos mostró cómo trascender del objeto de estudio de la profesión hacia todos los escenarios de la vida de las personas”. Estas y muchas otras frases de los profesores Karim, Claudia y Luis dan cuenta de que la muerte no es necesariamente el fin cuando la vida se ha consagrado a sembrar para cosechar prosperidad y futuro.
 
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“Isra” queda para siempre. su legado es inmortal; sus risas, inolvidables. Sin duda, la fisioterapia lleva impreso su nombre; en cada colega, en cada estudiante, en cada egresado que día a día aplica con mística y ética sus enseñanzas está el reflejo de un hombre que rompió paradigmas, que se atrevió a desafiar visiones de la carrera, del mundo; que se preocupó por ver en los pacientes, más que un cuerpo, un alma con necesidades que requieren una atención holística, una mirada humana
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