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Aaron Douglas: el pincel del renacimiento negro

Felipe Cardona

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*Mural en la Biblioteca pública de New York

Fuente:https://journalstar.com/news/local/cindy-lange-kubick-the-father-of-black-art-living-on-ninth-street/article_d9b91835-16b2-5fd2-9cab-d5f8be48b810.html
 

Es inevitable, este mundo hostil nos hace voltear la cara, torcer los ojos hacía vías paralelas. Si no soportamos la visión que nos presenta la realidad, siempre está la otra cara, la del revés. Esta que observas es New York, la diosa sorda, la ciudad que siempre se desvela. Piensa en el vértigo hermanado con el caos, aquí la tienes. Y Que no te confunda, aunque se ve radiante con la lumbre de sus imponentes edificios, su apariencia carga con muchas deudas. La contraparte de este escenario está en la punta de tu pincel, es el mundo al que no perteneces pero que gime en tus venas, el de los tambores sembrados en la tierra latiendo como bestias furibundas, el de tus ancestros invocando la lluvia en ceremonias de humo y plantas consagradas. Es el cosmos rodeado de dioses que son tus semejantes, es la selva del África lejana. 

En la distancia los rastros de tu legado adquieren una fuerza indescriptible. Es cierto, naciste en los Estados Unidos con el nombre de Aaron Douglas, eres otro de los tantos hijos de esta tierra promisoria, aunque hay algo que no te deja participar de este festín. Como tus padres y tus abuelos, sobrevive en ti el gravamen del desterrado, la diáspora de tus ancestros que vinieron como esclavos a colmar el capricho de los terratenientes blancos. Eres afroamericano y has elegido la pintura como un medio de conectarte con tu esencia. Sabes que es una alternativa poco común, pero eso no te desanima, ha llegado la hora de romper los patrones sociales y estás listo para llevarlo hasta las últimas consecuencias.

Tu etapa inicial está marcada por la influencia del continente negro. Estudias la expresión artística de los imperios africanos de Shongai y Mali. También escarbas en la cultura egipcia y su noción del arte como un empalme sagrado entre los hombres y el mundo sobrenatural.  Poco a poco la línea y el color adquieren ese sello particular que en un futuro marcará tu distancia respecto a otros artistas. Cuando sientes suficiente confianza vas a buscar los vientos de la consagración. Empacas los pinceles y te despides de tu Kansas natal.

Buscando la plenitud llegas a Harlem en 1925, querías estudiar en Paris, pero has escuchado de la erupción afroamericana en pleno centro de Manhattan.  Eres afortunado, por las calles del barrio negro se vive el alumbramiento de una nueva conciencia. Decides entonces anexarte a este proyecto sin antecedentes. Harlem es un sitio lleno de una vibración irresistible. Del bar Apollo se escapa el ritmo trepidante del swing bajo la tutela del piano de Duke Ellington y las exhortaciones celestiales de Louis Armstrong y su trompeta. En los cafés la agitación no es menor, entre el tintineo de las copas se oye la poesía de Countee Cullen y Langston Huhges que incorporan en sus líneas las formas arriesgadas del jazz. Por si fuera poco, hay un acontecimiento excepcional en el arte, dos mujeres negras, la muralista Elba Lightfoot y la escultora Meta Vaux Warrick, se han apoderado del circuito artístico con obras que delatan los ánimos de toda una minoría: resurrección e identidad.

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Charleston, 1928. Fuente: https://www.wikiart.org/es/aaron-douglas/charleston-1928

Es irónico que el despertar de la raza negra hacia sus propios intereses marque el inicio de la decadencia blanca.  Mientras unos se van liberando de ataduras los otros se llenan de frustraciones.  Ya se sienten los aires de la Gran Depresión que sumergiría la ciudad en la decadencia que el escritor Federico García Lorca describiría con atino en su libro Poeta en New York: Un orbe de “vivísimos hormigueros y monedas en el fango”. 

Este momento sin precedentes para la cultura negra sería llamado el “Renacimiento de Harlem”.  Aquí estás, como un Miguel Ángel de ébano, con el pincel en la mano y el corazón rebosante de convencimiento.  El poeta James Weldon te entrega sus poemas y pide que los ilustres. Los textos te calan y eso se traduce en unos dibujos con un vigor desconcertante. El libro se llama “Gods Trombones” y está inspirado en los sermones religiosos tradicionales en la cultura afroamericana. Varios poemas expresan situaciones de pueblos subyugados y tu línea entonces sirve como un reclamo de libertad. Haces una pieza llamada Let my people Go (Dejen que mi gente se vaya) donde se muestra el éxodo de Moises a través de las aguas: El drama de un pueblo que escapa hacia la redención.

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Let my people Go. Fuente: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/676458

El editor Charles Johnson, admirado de tu trabajo con los poemas de Weldon te propone realizar unas ilustraciones para una publicación de corte oficial llamada “National Urban League”. El resultado son unos dibujos donde se evidencia el problema más rotundo de la población negra: la segregación. La serie gira en torno a varias escenas de linchamientos. Tu postura es aclamada por los intelectuales afroamericanos y por algunos críticos blancos que ven con buenos ojos la sublevación que acontece en Harlem.

Finalmente llega la odisea interior. Te trasladas a Nashville donde los muros blancos de la Biblioteca de la Universidad Fisk reciben tu pincelada acuosa y delgada. Apuestas por una paleta muy distinta a la de otros pintores, en tu trabajo priman los colores traslucidos. Las líneas son precisas y le das al cuerpo todo el protagonismo. Pintas figuras sin rostro, seres que moran en medios de los bosques y están fusionados con el entorno. Evades cualquier signo que marque la distancia entre los elementos, no hay egos ni mundos interiores, sólo una comunión donde cada silueta hace parte de un todo.

Pero esta simpleza de las formas se potencia a través del color, el equilibrio cromático es asombroso. Si bien te importa el carácter mítico y narrativo de la pintura, la técnica no se queda atrás. Recoges los aportes del Art Deco y del cubismo y propones una interpretación de los planos muy singular.  Los críticos intentan encasillarte, pero no les facilitas el trabajo. Tu obra rompe con los estereotipos.

La última faceta de tu vida transcurre en Nashville, te dedicas a la docencia en el departamento de arte de la Universidad de Fisk. En tus cátedras reivindicas todo lo que defendiste a lo largo de tu vida. Transmites tu afán por ese mundo primitivo africano lleno de magia y resaltas la poesía de lo arcaico en las culturas antiguas. Sin embargo hay algo que reiteras con especial predilección y es la capacidad del arte para superar las represiones mentales, porque cómo alguna vez dijiste en una de tus escasas entrevistas “Una vez libre, puedes mirar hacia atrás con un suspiro de alivio y preguntarte cómo alguien podría estar tan engañado”.