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La función de las “distopías”: Más allá de la ciencia ficción

Ismael Iriarte Ramírez

1984 de George Orwell - Dominio público

A pesar de que la aparición del término distopía se remonta al siglo XVIII, su uso no ha sido regularizado por la Real Academia Española.

El concepto que designa con frecuencia se define en oposición al vocablo utopía, que, según el artículo “Las distopías: Fahrenheit 451", se entiende como “una proyección de una sociedad idílica cuyos principales rasgos son la justicia, la igualdad, la paz, la moral, el bienestar físico y la colectividad de los bienes”.

Acto seguido, en la misma publicación se describe a la distopía como “la descripción de una sociedad futura hiper-tecnológica y totalitaria, opuesta a las utopías, que advierte sobre la posible evolución de la sociedad a la que es contemporánea”. Aunque escueta, esta última definición sugiere que la crítica social es la verdadera función de este tipo de literatura, la cual al adquirir esta connotación se convierte en mucho más que un subgénero de la ciencia ficción.

Nos encontramos entonces frente a un discurso que, contrario a lo que un análisis superficial podría indicar, está mucho menos vinculado al futurismo y el desarrollo tecnológico como fin per se, que, a la naturaleza cíclica de la historia y a la conducta autodestructiva de los seres humanos, dando lugar a los grandes miedos del presente y el futuro. Esto explica en buena medida que, sin menoscabo de su calidad, la lectura de este tipo de obras no resulte placentera, pues tiene la poca apreciada labor de hurgar en las heridas que representan las grandes derrotas de la humanidad y de alertarnos sobre la inminencia de su repetición.

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Animal Farm de George Orwelll - Dominio Público

De esta forma, entre los temas recurrentes se cuentan los efectos nefastos de los totalitarismos, la vigilancia absoluta y el conflicto que genera desarrollo indiscriminado de la tecnología. Todos ellos pueden apreciarse en las obras más representativas de este género en el siglo XX, tal es el caso de 1984 y La rebelión de la granja de George Orwell, autor antiutópico por excelencia.

En el primero de los títulos citados, el británico nos presenta una sociedad en la que las fronteras se han redefinido y la polarización reinante a sumido al mundo en una guerra interminable. El régimen dominante, autoritario y omnipresente controla a través de su aparato de vigilancia cada uno de los aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos, incluso el pensamiento, de lo que en 1949, año de la publicación de la obra, parecía un delirio, hoy resulta escalofriantemente familiar, ya sea por parte de los servicios de seguridad de los países desarrollados o por cuenta de la apabullante maquinaria comercial de la industria.

La rebelión de la granja nos recuerda como un régimen que originalmente buscaba derribar a otro considerado como opresor, puede convertirse en una amenaza aún peor. Poco tiempo después de la publicación de esta obra, el mundo asistió a la materialización del temor que describe, tras el brutal ascenso del comunismo en Europa, después de haber jugado un papel decisivo para detener la cruzada del nacismo.

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Fahrenheit 451 de Ray Bradbury - Foto De Agavekonyvek

Por su parte, en Fahrenheit 451 de Ray Bradbury también se perciben aún frescas las heridas de la Segunda Guerra Mundial, considerada como la gran derrota de la razón, que ocasionó una pérdida de fe en la ciencia, así como constantes señalamientos a la pasividad de algunos intelectuales de la época. Estas dos tendencias están presentes en la consagratoria obra de Bradbury, en la que se combate el “peligro” que entrañan los libros con fuego, extirpando no solo el acceso al conocimiento y la capacidad de deliberación de la sociedad, sino también su propio pasado.

Mucho más vinculado a la tecnología, pero no por eso menos alejado de su compromiso de lectura de una sociedad cambiante resulta Yo, robot, del científico y prolífico escritor Isaac Asimov; quien en esta novela no solo pone manifiesto un profundo conocimiento en robtótica, término que él mismo ayudó a acuñar, sino también en otras gestas impensadas en la década del cincuenta, como la inteligencia artificial o la colonización de territorios fuera de nuestro planeta. Sin embargo, más allá la construcción de un universo altamente desarrollado, se advierte la denuncia sobre el peligro de la excesiva tecnificación del trabajo e incluso de la vida cotidiana.

Concluyo este breve repaso de algunas de las obras más relevantes del género “distópico” destacando su capacidad de permanecer vigentes, casi un siglo después de su creación, con historias, que dejando de lado las predicciones tecnológicas, podrían escenificarse bien en la primera mitad el siglo XX, en nuestros días o en un futuro cercano. Esta vocación de trascender en el tiempo puede atribuirse a un profundo conocimiento de la condición humana, cuya naturaleza falible puede determinar el apogeo y las caída de las sociedades.

Referencias
Muñoz, Lidia Infante, and I. E. S. Verdaguer. "Las distopías: Fahrenheit 451."