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Petro, entre los miedos infundados y las expectativas desbordadas

Mauricio Jaramillo Jassir

Presidente Gustavo Petro - De Departamento Nacional de Planeación - CCBY2.0


Transcurridos tres meses del gobierno de Gustavo Petro vale la pena hacer un balance de su gestión. Lo primero que se debe recordar era la expectativa que generaba su llegada al poder, pues ha sido la primera experiencia progresista en la historia de Colombia. Si bien en el pasado, se eligieron gobiernos comprometidos con un liberalismo social, asimilable a la izquierda (Alfonso López Pumarejo, Alfonso López Michelsen, Ernesto Samper), siempre estuvieron circunscritos a los estrechos márgenes del bipartidismo.  Esta vez, se trataba de un mandatario que, aunque poco a poco se ha vuelto parte del establecimiento, hizo del cambio su lema de campaña. 

También vale la pena traer a colación los temores que despertaba su figura. Colombia estando tan cerca de Venezuela y viendo de “primera mano” el derrumbe del modelo bolivariano, en especial desde 2017, vio cómo el discurso maniqueo y simplista del castrochavismo había calado en un electorado que prefería cualquier opción desde que no fuese Petro. En 2018, algo de eso explicó la elección de Iván Duque. Para 2022, la estrategia no funcionó, sin embargo, sigue en el ambiente la idea de que Petro por algún motivo representa una amenaza. La actual oposición hizo advertencias de todo tipo acerca de un viraje equiparable al de Venezuela e incluso el precandidato Óscar Iván Zuluaga llegó a afirmar que si ganaba el actual mandatario “Rusia invadiría Colombia”. 

Petro, en resumidas, cuentas llego con extremos tanto de quienes lo veían como el líder que representaba el cambio estructural, en una sociedad que se acostumbró a la inequidad y a la corrupción; y los que advertían sobre los riesgos a la economía de mercado, la inversión privada y las instituciones. Con algo de perspectiva, hoy se puede decir que ninguna de las versiones se ha cumplido y el cambio ha sido mucho más gradual de lo esperado, incluso con decisiones difícilmente justificables desde el discurso de la izquierda. Eso sí, Colombia no ha asistido al colapso de su sistema político ni económico y no parece asomar, de ninguna manera, una refundación constitucional como la que vaticinaba un sector de la derecha.  

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Irene Velez Torres - De Departamento Nacional de Planeación de Colombia - CC BY 2.0

Hasta ahora, las transformaciones mas visibles parecen ocurrir en los temas de política exterior, la defensa y la transición energética. En el primero, Colombia asiste a una transformación con pocos antecedentes en el futuro reciente. La alocución de Petro en la inauguración del periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, fue “un antes y un después”. Por primera vez un presidente colombiano en ejercicio reconoció públicamente que la guerra contra las drogas había fracasado. Tampoco se había visto semejante defensa de la Amazonía, pues los temas ligados el medio ambiente siempre fueron vistos como subsidiarios de otros intereses en política exterior. Esta vez todo indica que ocuparán un lugar central. En esa misma lógica de mutaciones diplomáticas, se inserta la renovación del vínculo con Cuba y Venezuela y al arrojo para proponer una relación entre iguales con Washington, algo que parece funcionar hasta ahora, pero con el nuevo panorama legislativo puede enfrentar obstáculos hoy inadvertidos. 

El revolcón en materia de defensa y seguridad expresado en la nueva doctrina de “paz total”, parece un objetivo tan ambicioso como difícilmente lograble en cuatro años. El espíritu de apertura y los diálogos abiertos con diversos sectores implican una democratización inédita del sector, pero a su vez, hacen compleja la tarea de lograr consensos para construir políticas públicas viables. Y, en la trasformación energética y ecológica los desacuerdos cada vez más visibles entre Irene Vélez, Susana Muhamad y José Antonio Ocampo tienen dos lecturas: o bien se trata de la diversidad y pluralidad típica de los gobiernos de unidad nacional; o como una señal de debilidad en la que la ausencia de coherencia juega en contra de la credibilidad interna como externa. La volatilidad del dólar parecería confirmar esto último. 

Y así como estos cambios concretan las promesas de campaña, otras decisiones confirman la idea de que el gobierno en algunos temas no tiene un rumbo claro. Determinados nombramientos han sido duramente criticados en el seno de la propia izquierda como es el caso de Concha Baracaldo, cabeza del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), sin ninguna experiencia relevante en la materia e incluso con antecedentes poco prometedores, por decir lo menos. A esto se suma la lentitud en varios nombramientos que empiezan a ralentizar los tan anunciados cambios. Cuando Petro se posesionó no tenía director para el Departamento Nacional de Planeación, ni designaciones en las agencias, unidades y oficinas ligadas con la redistribución de tierras. En varios ministerios los nombramientos habrían llegado tarde por lo que la incorporación de algunos funcionarios fue más aparatosa de lo que se pensaba. 

Aun así, el gobierno mantiene unos niveles de aceptación favorables y los apoyos en el Congreso parecen estables. De cara al futuro dispone de una ventaja de la que el gobierno anterior careció, una abundante agenda legislativa con proyectos emblemáticos. Es un arma de doble filo porque en caso de que no se aprueben, el efecto de la desilusión será difícil de gestionar. El gobierno espera avanzar en la reforma fiscal, clave en los recursos para financiar programas sociales y cerrar el déficit además de imponer una estructura progresiva, base de una sociedad igualitaria. La reforma política, la creación del ministerio de la igualdad, la nueva ley de orden público y un cambio en el esquema pensional con una ponderación de lo público, son tal vez la apuesta más arriesgada, pues de aprobarse el Pacto Histórico habría cumplido con una parte significativa de sus promesas.  Aquello no lo exime de problemas, pero al menos podrá darse el lujo de revindicar una capacidad de realización de transformaciones, algo que parecía imposible en la rígida política colombiana. 
 

*Profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos
Twitter: @mauricio181212