Abandonar la soledad
Tomás Francisco Zabala Cardona
“Lo que se considera un espacio vacío está lleno de energía esperando ser despertada”
Nikola Tesla
¿Estamos solos? ¿Somos la única mancha de vida en el firmamento? ¿algún día abandonaremos esta soledad cósmica? ¿Cómo lo haremos? En el mundo científico y filosófico, siempre han existido estas dudas sobre nuestro papel en el universo. En la actualidad le llamamos “astrobiología” a la rama de la ciencia que, con ayuda de la más avanzada tecnología, está intentando dar solución a estas dudas existenciales. Pero en medio de la búsqueda se ha encontrado diversos problemas que han impedido encontrar alguna forma de vida extraterrestre.
Una de las mayores dificultades es la inmensidad de cosmos, dejándonos muy distantes de cualquier otro planeta, para solucionarlo se utiliza la vasta red de telescopios con la que contamos en la tierra, así como las diversas sondas que se han mandado al espacio; además, según Briones (2021), se encuentra el hecho de que no todos los cuerpos espaciales son aptos para albergar vida, ya que deben cumplir con determinadas condiciones como: Una determinada distancia con su estrella que permita una temperatura estable y adecuada; una atmosfera que pueda proteger a la vida de la radiación espacial; y unos niveles mínimos de humedad en los que se pueda desarrollar la vida.
Pero, antes de comenzar la búsqueda de vida en el espacio primero hay que determinar ¿Qué es la vida? Esta ha sido una recuente discusión filosófica y científica; en la actualidad, gracias a la bioquímica, consideramos a algo “vivo” si cuenta con: Material genético que sea capaz de replicar y transferir a otra generación; Un metabolismo que le permita hacer de manera autónoma reacciones de intercambio de materia y energía; y, Una individualidad de su medioambiente por medio de algún tipo de compartimiento.
Y si estamos buscando vida, ¿Por qué no analizamos cómo surgió la vida en la tierra? En general creemos que la vida en la tierra se formó por la mezcla de diversas moléculas en los antiguos cuerpos de agua del planeta, formando los aminoácidos que consideramos como los pilares de la vida; lo más probable es que muchas de estas moléculas no provengan de la tierra, en cambio, se formaron en el espacio y llegaron gracias a los meteoritos. Bajo este pensamiento, sí ocurrió en la Tierra, ¿Por qué no podría pasar en otro planeta? ¿es acaso la Tierra un planeta especial?
Después de tener en cuenta estos factores, empieza la búsqueda por algún rastro de vida, ya sea en la actualidad o en el pasado de aquel planeta; según Briones (2021), estos “rastros” suelen ser moléculas de origen biológico a las que llaman biomarcadores; estos biomarcadores deben ser moléculas químicas que solo se forman por procesos biológicos, y de ser posible tengan cierta complejidad; determinar si una molécula es o no un biomarcador es un proceso complicado, ya que muchas moléculas que consideramos de origen biológico, como el metano o la urea, pueden originarse por procesos geológicos o incluso formarse en nebulosas. A todo esto, se le suma la posibilidad de que las formas extraterrestres no estén basadas en agua y carbono, incluso que no posean ADN como nosotros. Aunque sean posibilidades muy remotas hay tenerlas muy en cuenta a la hora de catalogar a una molécula como un potencial biomarcador.
Según Briones, un ejemplo de biomarcador seria “lípidos como los que forman nuestras membranas, y que sean lo suficientemente complejos, como es el caso de los derivados del colesterol” ya que no conocemos alguna ruta química que los pueda producir sin necesidad de una intervención biológica, por ende, son una buena pista de la existencia de vida en ese entorno. Además de los biomarcadores, otro rastro que buscamos en el espacio es la presencia de fósiles de bacterias o capas de microorganismos, como lo son los estromatolitos presentes en la tierra. El planteamiento de todos estos rastros surge de las observaciones que hemos realizado en la propia tierra, las diversas moléculas que hemos hallado en el espacio, y las teorías que hemos desarrollado sobre la aparición de la vida.
Soledad- por Hans Thoma - Dominio público
Ya teniendo claro lo que buscamos solo queda averiguar como encontrarlo, para esto, durante más de cuarenta y cinco años hemos mandado diversas misiones espaciales con sondas, orbitadores, telescopios espaciales, y Rovers a diversos rincones del espacio. Destacando misiones como: Viking, por ser la primera misión estadounidense en aterrizar sobre Marte; Hubble, siendo uno de los telescopios espaciales más importantes de la historia al analizar miles de exoplanetas; Mars Odyssey, al ser la misión más longeva en analizar el medioambiente del planeta rojo; Perseverance Mars Rover, siendo la misión más reciente en llegar a Marte buscando signos de vida microbiana, y James Webb, un moderno telescopio con la función de sustituir a otros como el Hubble.
La mayoría de las misiones tienen como objetivo Marte, esto se debe a su “gran cercanía” que nos permite mandar expediciones en cosa de unos miseros meses, en comparación de los años o décadas que tardamos en mandarlas a cualquier otro cuerpo celeste. Otro motivo son las relativas similitudes entre el planeta rojo y la tierra, que en antaño eran mayores, como la distancia con el sol, el tamaño, la geología, la composición química y la evidencia de grandes océanos; que en conjunto hacen muy posible la aparición de la vida. Pero hay acaban las similitudes, ya que el Marte actual no tiene actividad tectónica, perdió su atmosfera, sus mares se evaporaron y tiene una temperatura promedio de -55 °C. Condiciones que no son particularmente amigables con la vida, por ende, las misiones enviadas buscan evidencias, como los biomarcadores, de que hubo vida y no vida como tal.
Como método para clasificar la importancia, veracidad y poder unificar diferentes líneas de investigación sobre cualquier indicio de vida extraterrestre, la NASA ha desarrollado una escala de siete niveles, que, en palabras de Voytek (2021), ayudara a comprender la importancia de cada descubrimiento y la relación que ha tenido con otros hallazgos, sin estancarse en las opciones de es vida o no es vida.
Con cada peldaño se va aumentando la rigurosidad en la comprobación de algún descubrimiento. El primer escalón es el reportar un descubrimiento, el segundo y tercero, son comprobar que los instrumentos funcionen correctamente y contextualizar el descubrimiento con el lugar donde fue hallado respectivamente, en el quinto escalón, se indaga si el medioambiente donde se encontró sea apto para la vida y descartar fuentes no biológicas para el hallazgo, solo se alcanza el nivel seis cuando diversos equipos hallan verificado las pruebas, y el siete cuando una segunda expedición, a otro punto del planeta, comprueba los descubrimientos. Con los siete peldaños se tendría gran seguridad de haber detectado vida.
Finalmente sabemos que responder la pregunta ¿estamos solos en el universo? Atreves de la astrobiología, seguirá siendo una ardua para los científicos y astrónomos. Mientras desarrollamos nuevos y más poderosos telescopios, y mandemos más Rovers, que nos ayuden a “acortar” esas grandes distancias. Si tenemos en cuenta que es la, como surge y donde prospera vida. Y si seguimos buscando biomarcadores y clasificando nuestros descubrimientos, tengan por seguro que libraremos a las próximas generaciones de esta duda existencial, dejándoles abierta la puerta del conocimiento.
Webgrafía:
¿Estamos solos en el universo? (26/11/2022) https://ciencia.nasa.gov/estamos-solos-en-el-universo
¿Cómo se busca vida en otros planetas? (26/11/2022) https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/como-se-busca-vida-en-ot…
La búsqueda de vida en el espacio (26/11/2022) https://www.aexa.digital/Joomla/index.php/31-aexanews/1220-la-busqueda-…;