Punto de Fuga
Andrés Pulido
De vuelta a la maldita habitación la cual odié cuando era aún pequeño, ahora me recibe sin ninguna objeción, se nota que no tiene vida.
Con todas las maldiciones que pude decir, con el ánimo con que la desprestigié por ser sucia, calurosa y en tiempos de lluvia poseer ese hedor que me repugna. ¡Qué ironía! Pues aquí vuelvo a terminar. Duré más tiempo del que creo sin venir a la casa frente al mar.
El mar hoy se encuentra agitado, se siente tenso el ambiente en la costa, los pájaros huyen, vuelan tierra adentro. Pero no me importa, estoy acá sentado en una butaca junto a la ventana de mi cuarto, contemplo sin mucha atención las aguas alteradas del mar.
La posición del sol dicta que ya pronto empezará a caer la noche. Caeré dormido y las pesadillas irrumpirán mi sueño para recordarme que no debería vivir. No tengo propósito en esta insustancial vida. Mi único anhelo de existir y seguir andando por este camino con más tropiezos que momentos felices, ya se esfumó.
¿Cuánto dormí? ¿Qué paso aquí? ¿ Dónde….estoy? Es tan diferente. No entiendo. Hace un rato estaba en la ciudad a pasos de la bestia, y ahora estoy perdido. Todo es oscuro, lleno de nubes gruesas color gris, el ambiente es mustio. Se percibe el aroma característico a nardos. ¿Será una pesadilla? Me pellizco, sólo experimento un dolor intenso en el brazo. Todo es tan inexplicable, quiero salir ya de aquí, de este sombrío lugar. Decido caminar y explorar el sitio. Lo único que encuentro al final de varios pasos es que hay un abismo, una caída que no tiene fondo. Intento ver hacia el horizonte, está nublado. Me acerco de manera meticulosa para poder vislumbrar a lo lejos. Piso en falso y caigo, grito con todas mis fuerzas pero ningún sonido sale de mi boca.
Despierto sudando, decido caminar fuera de la casa. Cruzo la habitación con pasos cortos hasta parar en frente al ropero, saco la camisa a cuadros. Al ponérmela contemplo inscrito en mi piel el poema de Baudelaire. Este tatuaje fue un capricho adolescente. Aparecieron remembranzas inefables perdidas en mi subconsciente. Después de dos meses aún debía mantener mi cabeza ocupada para evitar pensar en Ella. Se me pasó por la mente la vaga idea de volver a componer canciones como antes.
Vi por la ventana lo que nunca antes aprecié de este lugar; la puesta del sol en la playa (debo admitir que me agradó estar en aquel lugar). El mar se había calmado, al parecer ese escándalo que formó hace un rato fue momentáneo. Contemplé las olas chocar contra las rocas al mezclarse con el cielo rojizo y anaranjado en el panorama caribeño. Las nubes que indudablemente traerían una tormenta, en este momento traen consigo una calidez única, me brindaba una tranquilidad que necesitaba en ese momento.
Camino fuera de la casa, me recuesto en una banca junto a un poste de luz, la brisa me relaja. Caigo dormido en medio de la playa. Al despertar en la madrugada recuerdo haber soñado con el momento en que nos conocimos Ella y yo… Fue en una mañana en una cafetería, sonaba Schoenberg al fondo. Ella caminaba en dirección mía, sus ojos negros me causaron curiosidad, lo gracioso es que pasó sin ni siquiera cruzar miradas conmigo. Después de pensarlo y repensarlo me dirigí hacia Ella. Con gran facilidad entablé conversación y quedamos en que la llamaría para salir alguna vez. Al tiempo la llamé y en mi cara apareció una sonrisa al escuchar su voz otra vez.
***
De repente, murió: que es cuando un hombre llega entero, pronto de sus propias profundidades. Se pasó para el lado claro. La gente muere para probar que vivió. Pero ¿qué es el pormenor de ausencia? Las personas no mueren. Quedan encantadas, eternamente atascadas en este mundo…
Bernardo Franco se levantó intranquilo, tuvo el mismo sueño recurrente, él era perseguido por un perro negro, con colmillos ensangrentados, en un campo a las afueras de la ciudad, intentaba refugiarse pero no lo conseguía, siempre terminaba del mismo modo. Las noches se habían vuelto insoportables. Se paró al baño, se miró en el espejo y vio su reflejo, desgastado, cansado, demente. Se sentía agotado, se dirigió a la puerta y salió a caminar a ver qué sucedía.
Nuestras miradas se encontraron, y en unos cuantos segundos, pudimos exponer nuestros más ocultos pensamientos y descubrí a la fuerza… no puedo vivir contigo o sin ti.