Un mundo de dioses o dioses en un mundo de hombres
César Torres
Siempre me he cuestionado: ¿Por qué hay una parte en cada ser humano que desea ser un Dios? Lo que quiero decir es que porqué ese afán de tener siempre la razón y llegar a los extremos.
No aceptamos una opinión diferente, un consejo, otra forma de pensar, una creencia, etc.
Todo esto se puede ver reflejado en cada aspecto de la vida desde la religión hasta el fútbol. Increíblemente es como si todo adquiriese un carácter intocable en cada ser humano. Ahora bien, el punto no es que se cuestione algo, sino la reacción de las personas ante una diferente manera de pensar. Parece como si las personas sean más sensibles a las palabras que a los hechos. En algunos casos las palabras se las lleva el viento, en otros, una palabra se convierte en un tornado.
Si alguien expresa una idea negativa de su político de preferencia, equipo del alma, religión, nos sentimos ofuscados como si nos mentaran la madre y somos capaces de hacer de todo por defender lo que pensamos. Parece que somos unos empedernidos egocéntricos.
Si perdemos la batalla ante cualquier comentario, apelamos a las emociones o evadimos la conversación destacando los errores de la vida del que critica y si el grado de afectación es mucho mayor, toman el camino más simple que es callar para siempre a cualquier persona que piense diferente.
Colombia no es el epicentro de ésta situación. La razón da cuenta del coronavirus y la terquedad de Bolsonaro; los salvajismos de los campos de concentración en la Alemania de Hitler, las atrocidades cometidas en África por parte de los colonizadores europeos, etc. Hay tal vez un sinfín de ejemplos que muestran a un hombre que siempre ha tratado de imponer su voluntad por encima de los demás como si cada uno se creyera una especie de Leviatán de Hobbes.
Jair Bolsonaro - De Palácio do Planalto from Brasilia, Brasil CC BY 2.0