Arte, artesanía e industria en una fiesta patriótica bogotana de 1841: el retrato del Dr. Ignacio de Herrera, por Celestino Figueroa
Ingrid Frederick - Elkin Saboyá
Ingrid Frederick - Elkin Saboyá
El 28 de noviembre de 1841, una fiesta patriótica dio paso a una muestra artística. Ese día se conmemoraba el aniversario de la batalla de Buenavista, jornada en que el Ejército, comandado por el coronel Juan José Neira, resistió el ataque a Bogotá por fuerzas rebeldes al Gobierno del Dr. José Ignacio de Márquez[1].
Durante ese día, la obra de artistas que vivieron en esta época, como José Celestino Figueroa, y Luis García Hevia se exhibieron en una muestra descrita como “una exposición de las obras de la industria” (Arboleda 1919, p. 57). Allí, se conjugaron los intereses por rendir un homenaje a la patria en una fecha histórica por medio de una muestra de selección interesante de saberes, capacidades y destrezas que reflejaran las habilidades productivas de una nación emprendedora. Así, esto resultó en una curiosa colección de obras de arte y daguerrotipos, entre muchos productos de diversa índole, vistas desde una narrativa más amplia como logros en el marco de la industria en un país deseoso del progreso y una identidad propia.
Una fiesta patriótica con una muestra artística
En principio, las autoridades tenían pensado organizar dos bailes para la conmemoración. Fue idea de los señores Judas Tadeo Landínez, Francisco Montoya, Ignacio Gutiérrez, Javier Herrán, José María Portocarrero y Fernando Nieto, comisionados para ello, proponer más bien una muestra de productos industriales, junto con una indemnización monetaria a las viudas de la guerra. Acogida la propuesta, se procedió a nombrar una comisión para que organizara la muestra y sirviera de jurado del premio. El jefe político Justino Valenzuela designó a los señores Alejandro Osorio, Juan Manuel Arrubla y Simón Burgos (en remplazo de Andrés Caicedo Bastida). Valenzuela, en unión a esta comisión “excitó a los agricultores, industriales y artesanos para concurrir con máquinas y artículos diversos de su invención o producción a dicho certamen, que se abriría el 28 de noviembre, y se ofreció un premio de cien pesos para el mejor trabajo (Arboleda 1919, 56).
Por Acto Legislativo de 19 de abril de 1841, se había dispuesto la colocación del retrato “del esclarecido Neira” en un lugar preferencial del Museo Nacional, así como la instalación de su nombre, grabado en letras de oro, en las Cámaras Legislativas. El día señalado para la fiesta patriótica, se presentaron en la Plaza Mayor los cuerpos de guarnición, los empleados y el pueblo. A mediodía, entró el retrato del coronel Neira, conducido por carro triunfal. Luego del discurso del gobernador, un hijo del coronel Neira repartió a los inválidos (veteranos de guerra) una donación en dinero. Guarnición y pueblo se dirigieron a la siguiente parada del homenaje, donde habló el jefe político, Dr. Andrés Aguilar. Se entregó la inscripción dorada; luego el retrato, destinado a la sala de monumentos históricos del Museo Nacional, junto con su espada y su lanza. Hubo otro retrato de Neira, donado por la familia del héroe a la Compañía de la Unión, colocado en su sede el mismo día.
Terminados los “obsequios a la memoria de Neira”, el público se dirigió a las galerías de la casa del Congreso[2] a visitar la exposición de productos de la industria. Una nueva comisión, compuesta de los señores Luis M. Silvestre, Luis M. Azuola, Mariano Ortega y Ramón Posadas, preparó el local para la muestra y “adornó de antemano las galerías, en donde lucían los retratos de muchos próceres de la independencia" (Arboleda 1919, 57). La lista de retratos que adornaban el recinto es lamentablemente vaga: Bolívar, Nariño, Lozano, Torices, Torres, Madrid, García Toledo, Castillo, Santander (¿por qué tan lejos de Bolívar?), Camacho, el arzobispo Caicedo, Caldas, Rivas, Manrique, Gutiérrez, Restrepo, Estévez, Omaña, Andrade “y otros varios”[3]. Esta comisión se encargó de recibir y clasificar los objetos, permaneciendo al frente de la muestra durante los tres días de su duración y prestando “un servicio verdaderamente patriótico y recomendable”.
Vale la pena destacar la descripción incluida por Gustavo Arboleda (1919) para imaginarnos cómo resultó esta exposición: “En dicho local se exhibían: algunas máquinas para la industria, cueros curtidos y muebles que imitaban los europeos y norteamericanos, telas, calzado, galápagos, vestidos, joyas, loza, libros impresos en Bogotá y lujosamente encuadernados, pinturas, retratos y diversos objetos más” (ibid, 57).
Así mismo, esta curiosa selección de objetos de la “industria” nos indica cómo lo que hoy consideramos como arte seguía viéndose como un oficio manual, que, en el caso de la pintura, no había cambiado mucho desde la colonia pues se seguía aprendiendo en talleres familiares de pintores. Esta situación no cambiaría realmente hasta casi medio siglo después con la creación de la Escuela Nacional de Bellas Arte de Colombia en 1886. Es así como aun no era clara una distinción de los objetos y obras de arte de lo que se consideraba vagamente como oficios, artesanía e industria.
Igualmente, la fotografía era un avance unido más a la ciencia e industria que al quehacer artístico, aunque en Colombia se difundiría por medio de un artista y retratista, Luis García Hevia. Se convertiría en una herramienta fundamental para la elaboración de retratos durante la segunda mitad del siglo XX hasta hoy en día. Siguiendo la descripción de esta ecléctica muestra, Arboleda continúa con su descripción:
“Mencionaremos también un carro construido por Mariano Ortega, que cargado con enorme peso se podía conducir con la mayor facilidad y al menor impulso; un modelo de máquina para hacer tejas con economía de tiempo y gasto de producción, ideada por el joven doctor Antonio Ponce de León, y dos ensayos en daguerrotipo, de Luis García Hevia.” [4] (ibid, 57).
Fuera de lo industrial (en el sentido de “artesanal”), estuvieron expuestos los retratos del señor Francisco Montoya[5] y del arzobispo.[6] Del entonces arzobispo Manuel José Mosquera se conocen unos seis retratos, incluyendo el del Museo de la Universidad del Rosario. Hevia, además de este retrato, lo representó arrodillado frente al general Santander en La muerte del general Santander.
La exposición también incluía una pintura de tema “riña de campesinos” y un busto del general (¿coronel?) Neira. Existía un número considerable de retratos: uno del Dr. Ignacio de Herrera, “de la mas perfecta semejanza con su orijinal”, y otro de perfil del general Santander, ambos por Celestino Figueroa. Estaba un retrato del arzobispo Mosquera, hecho en cristal por la señora Bernarda Garay de Vargas, y una muestra de caligrafía, un retrato del general Sucre y una pintura de Jesús Nazareno, en miniatura, por Simón Cárdenas. Silveria Espinosa de Camacho presentó una Coronación de san José, imitando el estilo de Vásquez, y otra pintura del mismo asunto fue exhibida por Marcelo Espinosa. José María Espinosa presentó una escena del padre Francisco Margallo, en miniatura. Composiciones musicales hicieron parte del evento con la música de una misa y de una canción al general Neira, por el joven Manuel Rueda, de trece años, y la música de un Te Deum, por Ramón Rueda, de dieciséis.
Dos retratos del Dr. Herrera
En este punto, es preciso plantear un problema respecto del retrato del Dr. Herrera: se conocen hoy dos: uno en el Museo de la Independencia y otro en el Museo de la Universidad del Rosario. Ambos del pintor José Celestino Figueroa y ambos de 1840 (el retrato del Rosario cuenta con una cuenta de cobro de 1840 y una firma y fecha en el cuadro de 1841). El prócer retratado había muerto en Bogotá, el 11 de marzo de dicho año y poco después, el día 23, el artista Figueroa pasaba la cuenta de cobro por el retrato destinado al Colegio del Rosario al rector del Colegio, el señor Doctor J. Cañarete (AHUR, caja 32, f. 318). Hasta ahora, el único dato conocido de la obra exhibida en esta fiesta patriótica es, aparte del autor, que era “de la mas perfecta semejanza con su orijinal”, sin que se pueda saber cuál de los dos retratos sería[7].
Retrato de Ignacio de Herrera y Vergara. 1840. Óleo sobre tela 82 x 66 cm. Reg. 1. Colección Museo de la Independencia – Casa del Florero. Donado por Lucrecia Suescún de Meek (10.8.1960). Fotografía: Ministerio de Cultura, Piezas en Diálogo, octubre de 2020 Tomado de: https://museonacional.gov.co/colecciones/piezas-en-dialogo/2020/Paginas…
El 30 de noviembre, finalizada la muestra, se distribuyeron los premios. El primero, a la “muestra mas perfecta de su industria”, correspondió al fabricante de una máquina de hacer limas (100 pesos); el tercer premio recayó en García Hevia, por sus muestras de daguerrotipo, escultura y pintura (10 pesos); el séptimo fue para Francisco Javier Matiz, por sus plantas medicinales (5 pesos); el octavo se concedió a Celestino Figueroa, por el retrato de Ignacio de Herrera (5 pesos). Todos los premiados recibieron, de parte del jefe político y del jurado, una patente oficial de aprobación[8]. Cabe señalar, finalmente, que José María Espinosa, Antonio Ponce y Agustín Rodríguez presentaron sus obras con el fin de exhibirlas al público, excluyéndose voluntariamente del concurso.
El retrato de Ignacio de Herrera y Vergara en el Rosario
Aunque no podemos saber con certeza si el retrato de la colección del Rosario hizo parte de la exposición, si fuera el caso este marcaría la primera vez que sepamos que se haya expuesto un retrato del Rosario fuera del claustro.[9] Aun así es importante señalar que parece haber un modelo común en la realización de las obras, hechas el mismo año, con características similares en la expresividad y los rasgos del retrato y con unas intenciones de representar con realismo al personaje.
En cuanto al retrato de Ignacio de Herrera, aunque junto a la firma de Celestino Figueroa cuenta con una fecha de 1841, una carta de cuenta de cobro del 23 de marzo de 1840 indica que se trata de una comisión realizada a José Celestino Figueroa, por el rector del Colegio del Rosario (en la carta se dirige al ‘Colejio de Santo Tomas de esta Capital’[10]). Esta fue entregada en casa del rector (posiblemente la casa rectoral del Rosario), lo cual pone en duda si fue pagado directamente por el rector o por la institución. También se indica el valor de 24 pesos como el costo del cuadro de Ignacio de Herrera, un retrato posiblemente hecho en los últimos meses de vida del personaje. Esto podría explicar la diferencia en el valor con el segundo cuadro que cobra al mismo tiempo, tratándose de una “copia del Doctor Castillo.” Esta copia habría costado 16 pesos y sería uno de los dos retratos existentes a José María Castillo y Rada con los que cuenta la Universidad del Rosario).
José Celestino Figueroa nació en Bogotá el 19 de mayo de 1811 (Museo Nacional de Colombia, 2019, Pintores en tiempos de Independencia, 51). Aunque fue uno de los retratistas más representativos de la primera mitad del siglo XIX, se conoce muy poco de su vida. Junto a sus hermanos, recibió lecciones de pintura de su padre, Pedro José Figueroa.
Retrato de Ignacio de Herrera. José Celestino Figueroa. 1840-1841. Óleo sobre tela 81.5 x 65.5 cm (sin marco) / 92 x 75 cm (con marco). Museo de la Universidad del Rosario. Exhibido en la Sala de Juntas de Rectoría.
Una de las diferencias entre los retratos, además de la posición de las manos y la vestimenta, es la presencia del Acta del 20 de julio de 1810 que en el retrato del Rosario aparece sobre la mesa con la beca de colegial. En este retrato llama la atención la nariz prominente, una mancha oscura sobre el costado izquierdo de su frente, y las arrugas también presentes en esa parte del rostro, bajo los ojos y alrededor de los labios y nariz, indicativas de la vejez del personaje y del interés el artista en reflejar fielmente a Herrera con los detalles más mínimos de su aspecto físico.
La cartela del retrato del Rosario cuenta con una descripción extensiva de Herrera, por el contrario del otro retrato en el Museo de la Independencia. Allí, se indica que Ignacio de Herrera y Vergara, nacido en Cali el 2 de julio de 1769, estudió Jurisprudencia en el Colegio Mayor del Rosario entre 1791 y 1793, donde vistió la beca de colegial. Participó activamente en los eventos del 20 de julio de 1810 y figura como uno de los firmantes del Acta de Independencia. En la cartela del retrato en el Rosario se mencionan sus “virtudes morales i políticas que ejerció en alto.” Se finaliza con las frases: “Sirvió con desprendimiento a la patria, i su memoria existirá mientras se estimen la virtud i el mérito. Murió el 11 de marzo de 1840 a las 3 de la tarde”.
Referencias
Arboleda, Gustavo. 1919. Historia contemporánea de Colombia: (desde la disolución de la antigua república de ese nombre hasta la época presente). Casa Editorial de Arboleda & Valencia. Librería Colombiana de Camacho Roldán y Tamayo.
Instituto Caro y Cuervo. (2017). Estado del arte. Pintura en tiempos de desamortización. Exposición temporal. Guía de estudio.
Museo de Independencia. 2019. Pintores en tiempos de Independencia. Figueroa, Gil de Castro, Espinosa. Bicentenario 1819-2019 Exposición Internacional. Catálogo de la Exposición del 29 de noviembre de 2019 al 1 de marzo de 2020. Bogotá: Ministerio de Cultura de Colombia.