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La innovación radical de Machiavelli: el nacimiento de la ciencia política

Dario Ghilarducci

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Es opinión común en Italia que Niccolò Machiavelli sea el fundador de la ciencia política moderna y con ella, de las ciencias sociales en su conjunto. Machiavelli escribe sus obras alrededor de un siglo antes de que Galileo (2012) introduzca su visión matemática de la naturaleza, considerando este lenguaje – el matemático – como “el” lenguaje las ciencias.

 

A pesar de esto el Príncipe de Machiavelli – y en buena medida también los “Discursos” y el “Arte de la Guerra” – tienen una estructura lógico-matemática, que convierte la obra en un código binario de antítesis contrapuestas con controles y moderaciones – para utilizar un lenguaje particularmente apreciado por parte de los partidarios de los métodos cuantitativos de investigación. El matemático norteamericano John Forbes Nash en una conferencia dictada en la Universidad de Bérgamo en Italia el 30 de septiembre de 2013, respondiendo a las preguntas de un periodista del periódico “La Repubblica” y hablando del Príncipe, afirmaba que: “Los consejos de Machiavelli no están ligados a la moral. Pero es muy difícil volver científica la ética, sobre todo cuando se pretende hacerla derivar de la religión. Y ya que la ciencia requiere cientificidad, probablemente Machiavelli hizo bien en dejar la ética afuera del discurso de sus decisiones” (Odifreddi, 2013). En este sentido la cientificidad del autor florentino sería debida a su capacidad de analizar la política de manera desligada de otros campos del pensamiento y de la acción humana. Según el filósofo italiano Ludovico Geymonat (1981),[1] la edad del Renacimiento dio lugar “al desarrollo y a la acentuación ilimitada de la especialización” (Geymonat, p. 15) en todos los campos de los conocimientos – ciencias – humanos. Según el autor Machiavelli lleva a sus consecuencias más extremas las capacidades de la racionalidad humana y al mismo tiempo su acercamiento “científico” al campo de investigación – la política – sería dado del hecho de que el florentino parte siempre de la observación de eventos históricos concretos y nunca de afirmaciones a priori, (Geymonat, p.100) cosa que de alguna manera anticipa una vez más el método de Galileo.

Resumiendo, unos cuantos italianos consideramos deberle a Machiavelli la introducción del método científico en el estudio de la política y de las ciencias sociales por: 1) haber sido el primero en especializarse analizando[2] y diferenciando el campo de la política de todos los otros campos del conocimiento humano, como investigación empírica sobre el ejercicio del poder; 2) aplicar un método experimental lógico-racional basado en la observación directa de las acciones humanas, con sus cursos y recursos históricos.

La innovación radical introducida por parte de Machiavelli debe ser encontrada en el valor epistemológico de su obra, más que en su propuesta política. Dicho valor epistemológico es el que hace del Príncipe un “libro viviente” (Gramsci, 1997, p. IX), más aún que la mezcla entre ideología y ciencia política, entre valor heurístico y esfuerzo normativo.

En los capítulos dos y tres Machiavelli introduce los tipos de principados, operando una distinción entre hereditarios y mixtos, entendiendo estos últimos como aquellos que no han sido totalmente refundados con una nueva dinastía. Ya desde estos primeros capítulos, el autor discute acciones que podrían ser consideradas reprochables o inmorales, porque piensa que “quien desea conservar esta clase de Estados necesita dos cosas: una, que se extinga el linaje del antiguo príncipe […]; la otra, que el príncipe nuevo no altere sus leyes ni aumente los impuestos” (Machiavelli, 1997, p. 9). Las prácticas indicadas sin duda son antiguas, pero la exposición del autor aparece novedosa en su sistematicidad y estructuración, como allí donde se van ponderando los costos de eventuales ocupaciones militares, así como del control indirecto utilizando colonias (p.10-11). La disertación sobre las formas de principados posibles y las maneras de mantenerlos, sigue hasta el libro XII, donde el florentino empieza a considerar como deberían ser estructuradas las milicias para maximizar su utilidad para mantener el principado. Tanto en esta obra como en los “Discursos” y en el “Arte de la Guerra”, Machiavelli expresa su preferencia para las tropas autóctonas en contra de las milicias mercenarias: “resulta, pues, que los ejércitos ajenos, o te arruinan, o te abandonan, o te ahogan” (p.61), avanzando lógicamente sobre una premisa observada en la evidencia empírica.

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Las tropas mercenarias no tienen “más afición y motivo para servir con las armas que el corto estipendio que reciben” (p. 54) y por lo tanto procediendo según esta misma lógica de la ganancia, estarían sujetas a cambiar de bando, así como a hacer todo lo posible para evitar los riesgos en batalla. Después de considerar la cuestión de las milicias, Machiavelli empieza a enunciar las características propias del buen príncipe. Es sobre todo en estos capítulos – desde el XV al XIX – que se produce la novedosa escisión maquiavélica entre política y cualquier otro campo del saber. El autor teoriza de forma cumplida la necesidad de actuar según las necesidades contingentes para defender el principado, o sea se refiere a la “razón de estado”. Es muy celebre la afirmación según la cual “a los príncipes convenga saber usar bien de la bestia y del hombre” (p. 76). Machiavelli considera que existan dos formas de luchas, una con las leyes – propia de los seres humanos – y una con la fuerza – propia de los animales y “como muchas veces no basta la primera, es indispensable acudir a la segunda” (Ibídem). Teorizar la utilización estratégica de la violencia, así como del engaño – el príncipe deber ser león y zorro, o sea a la vez poderoso y capaz de engañar según las necesidades (p.78) – significaba destacarse de la moral ético-religiosa imperante en su tiempo. De hecho, el autor no hacía nada más que observar y analizar sin prejuicios la realidad de los principados italianos, donde semejantes prácticas ocurrían a diario.

Fortuna y virtud.
“La idea que guía toda su investigación, es la firme convicción de que la inteligencia pueda forzar la naturaleza, inclusive aquella humana, direccionando los eventos hacia fines que nosotros mismos predeterminamos” (Geymonat, p. 101). Este párrafo resume de manera clara y sintética las finalidades del trabajo de Machiavelli, que antes de ser historiador y humanista, también había sido diplomático y funcionario político de la República de Florencia.

Por lo tanto la visión de Machiavelli es casi una visión iluminista ante litteram y su pesimismo frente a los apetitos humanos ilimitados (Discursos, Libro I, pos. 1366), es temperado por la fortaleza de la razón, que se transforma en “virtud”, como característica irrenunciable de quienes deben administrar la res publica, sean ellos príncipes o funcionarios republicanos.

El término fortuna en Machiavelli tiene un doble sentido, así como en toda la tradición latina donde la fortuna podía ser propicia o adversa. La visión del autor se enfoca en las capacidades y en la agencia humana, dejando de un lado todo determinismo moral y/o religioso propio de la anterior tradición cristiano-católica. Inclusive en casos de mala suerte, es posible – y necesario en términos políticos – actuar positivamente y producir una inversión de tendencia, operando virtuosamente.

La virtud no es una categoría moral individual, cuanto más bien “la concreta actitud de entender cada vez lo que conviene, lo que es oportuno, lo que es necesario para la vida equilibrada de la comunidad” (Gentile, 1984, p. 53)[3]. La virtud por lo tanto, es la inteligencia política finalizada a la defensa, reproducción y mejor manejo colectivo posible de una comunidad agregada y organizada. Por lo tanto una acción virtuosa puede implicar también la utilización de medios deplorables, siempre y cuando, dicha actuación esté direccionada al conseguimiento del mayor bien común posible.

En la carta a Francesco Vettori, donde Machiavelli describe uno de sus días prototípicos en el exilio, está presente toda la energía del intelectual y del ex funcionario político, que a pesar de haber sido alejado de cualquier cargo público, sigue buscar condiciones de rescatarse. En línea con lo anteriormente expuesto, los intentos de Machiavelli de volver a entrar en las gracias del Príncipe, tienen que ser entendidos como una respuesta racional y estratégicamente formulada frente a la fortuna adversa a la cual el florentino intenta poner remedio con su experiencia y sus capacidades intelectuales.

Es también y precisamente por estas razones que el texto de Machiavelli es un “libro viviente” (Gramsci, 1997, p.IX) que se presta a múltiples lecturas e interpretaciones desde las más distintas posturas, ideologías y orientaciones políticas. Según Antonio Gramsci, el Príncipe moderno – donde por moderno se entiende evidentemente contemporáneo a este autor – debía encarnarse en el partido comunista entendido como “la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales” (Gramsci, p. XIII); según Carl Schmitt “el Príncipe por su parte no pretende ofrecer justificaciones morales o jurídicas, más bien simplemente sugerir la técnica racional del absolutismo político […], porque solo lo racional tiene reales capacidades de hegemonía y acción” (Schmitt, 2006, p. 30-31); según Ulrich Beck “es posible darle a la política ecologista una tutoría estratégica en la forma de un […] pequeño manual de maquiavelismo ecológico” (Beck, 1998, p.174); según los coroneles del ejercito de la República Popular de China Quiao Liang y Wang Xiangsui, “por un periodo de tiempo muy largo y debido al hecho de que el pensamiento expresado en el Príncipe y las ideas de su autor eran demasiado adelantadas respecto a su tiempo, ellos han sido despreciados, [pero ahora] el nuevo método necesario consiste en crear un Machiavelli militar integral” (p. 117 y 148)[4].

Todos los académicos, militares, consejeros, intelectuales de los más distintos campos del saber que se han acercado y se siguen acercando al pensamiento de Machiavelli, confirman los presupuestos epistemológicos del florentino que se resumen en una valorización de la racionalidad y de la inteligencia humana para garantizar condiciones de vida y reproducción de la existencia colectiva en condiciones de fortuna adversa o propicia.
 
Bibliografía
Beck, U. 1999. La Invención de lo Político. México: F.C.E.
Galilei, G. 2015. Il Saggiatore. Edición Kindle en italiano.
Gentile, F. 1984. Intelligenza politica e ragion di stato. Milano: Giuffrè.
Geymonat, L. et al. 1981. Storia del pensiero filosofico e scientifico. Volume Secondo. Il Cinquecento – Il Seicento. Milano: Garzanti.
Gramsci, A. 1997. “El Príncipe Moderno” en Maquiavelo, N. 1997. El Príncipe. Bogotá: Editorial Temis.
Liang, Q., y Xiangsui, W. 2001. Guerra senza limiti. L’arte della guerra asimmetrica fra terrorismo e globalizzazione. Gorizia: Libreria Editrice Goriziana.
Machiavelli, N. 1513. Lettera XI a Francesco Vettori. Disponible online en: https://it.wikisource.org/wiki/Lettere_%28Machiavelli%29/Lettera_XI_a_F….
Machiavelli, N. 2015. Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio. Kindle, Edición Italiana.
Machiavelli, N. 2015. Il Principe y Dell’Arte della Guerra. Kindle, Edición Italiana.
Odifreddi, P. 2013. “Il Nobel Nash, Machiavelli, i leader coreani e il presidente Assad”. La Repubblica, 06 de octubre 2013.
Schmitt, Carl. 2006. La dittatura. Edizioni Settimo Sigillo: Roma.

 


[1] Se le debe a Geymonat la introducción de la discusión filosófica en la academia italiana alrededor del debate epistemológico del Círculo de Viena, con particular referencia a autores como Popper, Feyerabend y luego Kuhn. Además fue autor de uno de los manuales de historia de la filosofía más difundidos en las escuelas públicas italianas cuando quien escribe tuvo la buena suerte de aproximarse por primera vez a la filosofía acompañado por excelentes docentes. Traducción desde el italiano del autor. N.d.A.

[2] O sea aislar, de acuerdo con la etimología latina del término. N.d.A.

[3] Traducción del italiano a cura del autor. N.d.A.

[4] Traducción de la edición italiana a cura del autor. N.d.A.