¿Tránsito o destino final?: Las migraciones africanas en América Latina
Carolina Bernal-Márquez - Sebastián Polo Álvis
Carolina Bernal-Márquez - Sebastián Polo Álvis
“La migración no implica solo un flujo en un único sentido, sino un desplazamiento recurrente y circular, un continuo intercambio de personas. Por el mismo motivo, no define una situación transitoria, sino que refleja esta emergencia de espacios plurilocales y de comunidades transnacionales”. (Kleidermacher, 2017)
La migración es el movimiento de personas con mayor cobertura ha tenido a lo largo de la historia. Migramos por diferentes razones, migramos por deseo, por aspiraciones o por la simple razón de cambiar el entorno cotidiano; al hablar de migración, el ideal más recurrente está relacionado con el desplazamiento de un país del sur o en desarrollo a uno del norte o desarrollado. Sin embargo, cada día es mas visible los flujos migratorios entre países denominados sur.
Asimismo, dentro de los procesos de globalización, la migración ha ocupado un papel importante, tal como lo señalan Castles y Miller, los cuales señalan cinco rangos de lo que ellos llaman “la era de la migración”: 1) la globalización de la migración; 2) la aceleración de la migración; 3) la diferenciación de la migración; 4) la feminización de la migración, y 5) la creciente politización de la migración (Castles & Miller, 2003).
Básicamente, los elementos que caracterizan cada uno de los rangos se han ido formando a lo largo del crecimiento de la globalización y las facilidades que la misma proporciona para la movilidad de un punto a otro. En base a lo anterior, los diferentes procesos, rangos y etapas de la migración, han posesionado a la migración sur-sur como el nuevo fenómeno para estudiar, dado que plantea un cambio en los flujos migratorios. Este tipo de migración está marcado por perfilar a los países, que se han denominado por su país de origen y el país de destino. De hecho, el tránsito del origen al destino está condicionado con la migración temporal a un lugar de paso, que le permita al emigrante parar para poder continuar su camino hacia su destino. Estos lugares, son países de paso o trampolín[1] que cuentan con dos características fundamentales. Por un lado, la ubicación geográfica lo que conlleva la facilidad de la llegada a su destino, por otro lado, la facilidad de entrar al país sin visa o algún documento previo a la llegada, convirtiéndose en un factor de atracción para los migrantes.
La mayoría de los países latinoamericanos se encuentran perfilados como países trampolín, dado a que cuentan con las dos facilidades mencionadas anteriormente. Por un lado, muchos de ellos no requieren de visados para ciertos ciudadanos de países africanos como los senegaleses que utilizan a Bolivia como punto de entrada, o los ghaneses que no requieren de visado para entrar a Ecuador. Del mismo modo, otra facilidad se relaciona con su cercanía a Estados Unidos, sobre todo por la “ventaja” que representa la movilidad terrestre si se compara con otros medios de transporte como vía marítima o aérea, las cuales representan mas riesgos y/o mayores controles limítrofes.
De este modo, al hablar de flujos migratorios entre África y América Latina, resulta poco habitual establecer que dichas migraciones van en crecimiento, reafirmando el termino de Migración sur-sur entre estas dos regiones con características similares. De esta manera este articulo intenta exponer el porqué de la migración sur-sur entre dos regiones similares, pero con diferencias notorias descubiertas en el análisis realizado en la investigación. En primer lugar, se establecen las semejanzas y diferencias por sus periodos históricos, economía y costumbres que las caracterizan para determinar su realidad actual. En segundo lugar, se realiza un análisis que determina los principales puntos de inmigración de africanos a América Latina en los últimos años y como este factor ha ayudado a la formación de nuevas relaciones birregionales entre estas dos regiones.
Una historia similar, un camino parecido, un resultado inesperado
África y América Latina son dos continentes que fueron colonizados por varios países europeos, que buscaban demostrar su poderío comercial y militar al expandir su territorio. En ese sentido, el reconocimiento migratorio de ambos continentes viene relación con los periodos coloniales, puesto que la llegada de los colonos implico un traslado de europeos por diferentes razones, para establecer nuevas rutas de comercio, para establecer costumbres, creencias, religiones, entre otras características de una conquista que dependía de la coyuntura histórica, terrenal y temporal de los diferentes pueblos. Aunque cada colonización tuvo cuatro siglos de diferencia entre la latinoamericana y la africana, fueron procesos peculiares que determinaron la económica y conflictos internos entre las dos regiones, lo que conlleva una serie de similitudes y diferencias dentro de la historia, sobre todo, entre los dos procesos de colonización.
La colonización de América Latina, hecho histórico procedente de una casualidad de la navegación, sería dominio compartido de los españoles con los portugueses. Las islas del Caribe, a diferencia de la anterior región, serían más disputadas por la diversa influencia naval de las potencias comerciales europeas, además de otras tendencias productivas que forzaron procesos autónomos de esta región. Por el lado de África[2], fue dada por la nueva ola de colonización europea, haciendo que varios países europeos entraran al interior de África, con nueva tecnología que cambiaría y que se diferenciaría del proceso de colonización en América Latina y el resto del mundo, puesto que, en esta colonización buscaban un nuevo territorio que les permitiera la expansión de sus límites, pero a su vez le proviniera nuevas meterías primas.
Otro aspecto para analizar es la conquista, dado que no es la diferencia de tiempos, de contexto internacional y adelantos marcaban problemáticas distintas en cada región. En África, gracias a las diversas tribus que fueron separas de manera arbitrar después de la Conferencia de Berlín a finales de 1884 y comienzos de 1885, África quedó repartida a imagen y semejanza de lo establecido por los países colonos para evitar un conflicto internacional. Esto hizo no solamente que las tribus tuvieran que aprendieran varios idiomas para lograr comunicarse entre sí y que aún hoy en día sigue siendo preponderante en la actualidad, sino que también implicó una división territorial arbitraria que derivarían en condiciones posteriores de conflicto. Lo que, en el caso contrario de América Latina, que adquirió el idioma de los colonos en la mayoría de los casos, sin embargo, sigue teniendo un gran número de pueblos originarios que conservan sus costumbres e idioma.
Asimismo, la historia africana de ciertos países se remonta a los inicios de la humanidad y los primeros paradigmas de la especie humana, lo que situaba al continente dentro de la trayectoria histórica de Europa, quienes sabían qué aportaba y dónde estaba el continente africano. Por otro lado, el desconocimiento del continente y el descubrimiento inesperado hizo que el desarrollo de la vida cotidiana en América Latina se tornara, en cierta medida, idéntica a la de Europa, sin contar algunos matices que la geografía y la convivencia con el otro desarrollaron a lo largo de la historia; esto debido en mayor parte a las diferentes migraciones de todo tipo de gente que personalizaba una identidad especifica trasladada al nuevo mundo.
Sin embargo, el primer vínculo migratorio entre ambos continentes se derivaría del infame comercio de esclavos. Con la creciente necesidad de suplir de mano de obra en regiones en que la población indígena no fuera mayoritaria, el flujo contante de esclavos provenientes de diversos puntos del continente africano llegaría a regiones como la Antillas, América Central, Colombia, Venezuela y el nordeste de Brasil. No obstante, luego de los procesos de independencia de las repúblicas latinoamericanas a inicios de siglo XIX, se dieron avances escalados para la abolición de la esclavitud entre 1823 y 1854 en el continente. Además, a pesar de que en puntos como Brasil y Cuba la esclavitud como institución se sostuvo hasta 1888 y 1886 respectivamente, los flujos no se renovaron desde 1851 por la prohibición del comercio transoceánico de esclavos provenientes de África; condiciones que propiciaron el surgimiento de migraciones masivas transcontinentales de alemanes, italianos, españoles, portugueses, japoneses, entre otros, como poblaciones de colonización y de reemplazo ante el faltante de mano de obra a lo largo del Imperio.
En consecuencia, en ambas regiones los periodos de colonización representaron la llegada y salida de migrantes de su respectivo territorio; el mestizaje y la mezcla de tradiciones formaron parte de la imagen y de dinámicas actuales en América Latina y África.
La migración sur-sur: un diálogo entre dos regiones
El desarrollo de ambas regiones se encuentra marcada por las migraciones que pueden ser representadas en tres etapas tal como las describe Marroni:
“la producida por la conquista y colonización europea, la forzosa de esclavos negros y la de los grandes flujos de europeos durante el siglo XIX e inicios del XX. Además, particularidades interregionales, fronterizas o extrarregionales constituyeron también un escenario de movilidad humana que contribuyó de manera importante a la diversidad de su sociedad”. (Marroni, 2016)
Por lo que se puede concluir que América Latina y África estuvieran catalogados como lugares de recepción de migrantes, no solo por los procesos de colonización que mencionamos anteriormente, sino, por los migrantes que decidieron establecerse en dichos territorios de forma permanente como también, su crecimiento dentro de la esfera internacional.
Para ello las características geográficas y demográficas de estas dos regiones hacen que las pongamos en un paralelo. Por el lado de África con una población de poco más de 850 millones de habitantes y 53[3] países, y por el lado de América Latina que cuenta con una población también muy importante, alrededor de 600 millones de personas repartidas en 33 países. Es así como sus dimensiones hacen que se posesionen en un lugar importante para el comercio internacional, pues para la creación de las rutas de los diferentes flujos migratorios, el comercio, aproveche estas vías para incentivar las relaciones comerciales con países similares, en ámbitos sociales, culturales y económicos.
Asimismo, las migraciones internas en ambos casos condicionaron los primeros movimientos migratorios de lo rural a lo urbano, sobre todo a las grandes ciudades y capitales que representan nuevos imaginarios migratorios no solo hacia el ámbito interno sino hay que mirar a los antiguos colonos y el desarrollo que estas ciudades representan para los países africanos y latinoamericanos. Sumado a esto, el crecimiento imparable de la globalización representó una serie de problemáticas en los migrantes que inducen a “las desigualdades de desarrollo subregional, así como la de las nuevas formas de subordinación del trabajo al capital en esa misma escala. Estas desigualdades heredadas de la política colonial de rentabilización solo han sido hasta ahora prolongadas bajo diversas formas” (Fall & Tall T.,1991)
De ahí que la perspectiva del inmigrante de países en desarrollo contenga una imagen negativa y poco relacionada con la poca educación, estos estereotipos se visualizan en la relación migratoria entre África y América Latina. Este vínculo se ha ido forzando desde la inmigración de los primeros africanos a los virreinatos en el siglo XIX, bajo su condición de esclavos y mano de obra, estos perfiles fueron cambiando a lo largo de los procesos de independencia latinoamericanos, al igual, que los diferentes mestizajes que trascurrieron en dichos periodos. Posteriormente, los procesos de independencia en los estados africanos y a finales del siglo XX, hizo que muchos empezaran a migrar y crearan “rutas hacia las ciudades del mundo desarrollado: París, Bruselas, Madrid, Montreal, Nueva York, etc”. (Fall & Tall T.,1991) Sin embargo, debido a las restricciones migratorias como los visados, la dificultad de sacar pasaportes y los permisos de estadía, hicieron que los países latinoamericanos fueran una opción viable como países trampolines para lograr llegar a Estados Unidos, pero, dentro de otras perspectivas, el proceso de esas rutas migratorias empezó a conformar centros africanos en diferentes países latinoamericanos como los senegaleses o marfileños en Argentina.
De acuerdo con informes de la Organización Internacional para las Migraciones (2017), los flujos migratorios en América del Sur de poblaciones africanas tienden a utilizar como puentes para re emigrar hacia otros destinos como Estados Unidos. No obstante, también la proximidad cultural o geográfica ha consolidado nexos migratorios que cada vez son de mayor peso en la región. Dada la cercanía entre los países del hemisferio sur con la salida al Atlántico y la poca distancia que significa, los viajes más comunes son con destino a Brasil y a Argentina dado al tiempo en las rutas por vía marítima y vía aérea. Por una parte, se registra la presencia de 22.507 migrantes africanos en Brasil para 2017, los cuales son provenientes de Senegal, Nigeria, Angola, Mozambique, Ghana, y República Democrática del Congo (OIM, 2017). Gran parte de la presencia de africanos en Brasil obedece a la aproximación diplomática de este país en el África Subsahariana, sin mencionar la proximidad cultural por la lusofonía compartida con países como Angola, Mozambique y Guinea Bissau. En el caso argentino, en el que se registra la presencia de 1.002 personas provenientes del continente africano, en los que se presenta un espectro de nacionalidad más reducido en la presencia de esta población. Acorde con la OIM (2017), en el 2016, se otorgaron 1.451 permisos de residencia a nacionales de países africanos, entre los cuales figuran senegaleses, egipcios, marroquíes, sudafricanos, entre otros.
Asimismo, se percibe la presencia de estas poblaciones en destinos no habituales para la migración de africanos, lo cual puede indicar la existencia de puntos secundarios de escala para la migración de esas poblaciones en América Latina. Por ejemplo, países como Colombia, Ecuador, México y Chile -además de su presencia en lugares de menor probabilidad migratoria como Costa Rica, Panamá e, incluso, Cuba- tienen registros relevantes de africanos en su territorio, lo cual también aduce que paulatinamente América Latina está siendo progresivamente considerado como un destino de migración que va más allá de una lógica de escala hacia otros destinos. Incluso, dichas migraciones tienden a ser mucho más antiguas de lo que se cree, ya que los flujos de comercio naval en el hemisferio sur han sido latentes por la proximidad logística y por la tendencia a ser mercados complementarios para suplir oferta de bienes agrícolas a países del hemisferio norte. Ejemplo de ello es la migración sudafricana en Argentina y Chile, caracterizada por ser mayoritariamente compuesta por afrikáners como resultado de la Segunda Guerra Anglo-Bóer (1899-1902); el recrudecimiento de la guerra llevó a la reclusión y expulsión de afrikáners por parte de las fuerzas británicas, lo cual empujó a la creación de nuevas colonias en la provincia del Chubut en Argentina, así como otros flujos de gran importancia hacia la región de la Araucanía y Los Lagos en Chile, Australia, Nueva Zelanda, Namibia, Zimbabwe, Botswana, entre otros.
No obstante, a pesar de que el presente fenómeno migratorio es proclive a ser una ventana de oportunidad para el tráfico ilícito de migrantes, los cuales se desarrollan en zonas de presencia de redes de Delincuencia Organizada Transnacional, dentro de la región no hay una tendencia dominante de personas africanas como victimas de Trata de Personas. De acuerdo a los reportes de la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Delito (2016), el panorama regional en América Latina, respecto a los flujos para la Trata de Personas, suele ser de predominancia endógena, con un 89% de casos identificados dentro de la región de estudio (ver Mapa 1). Además, el nivel de flujo de víctimas de trata de personas provenientes de países del África Sub-sahariana oscila a menos del 5% del total de casos identificados, de los cuales predominan sus tendencias de destinos hacia países de América del Norte como Estados Unidos y Canadá, debido a que los principales destinos también obedecen a tendencias endógenas dentro de la región, además de destinarse a regiones como el norte de África, Medio Oriente, Europa y Asia Pacífico (ver Mapa 2).
De lo anterior, es posible afirmar que, a pesar de la gran vulnerabilidad de los flujos migratorios transcontinentales del África subsahariana a ser susceptible de actividades ilícitas, los procesos migratorios hacia América Latina han sido de una predominancia paulatina de flujos regulares, a pesar de los diversos bemoles por considerar respecto de los casos de refugio y del tráfico ilícito de migrantes. La importancia de estos flujos también demuestra una interacción e intercambio cada vez más fluido entre ambos continentes, lo cual da una creciente significancia a la revisión estadística y académica de este fenómeno. Por último, cabe resaltar la importancia de tener en el radar el desarrollo de nuevas tendencias que, no solo comunican nuevas opciones para quienes se embarcan a nuevos horizontes en búsqueda de un mejor porvenir, sino también es una ventana de oportunidad para extender nuevos lazos de cooperación y coordinación entre los estados que, como en el caso de África y América Latina, no tienden a estar proximos.
Fuente: (ONUDD, 2016).
Fuente: (ONUDD, 2016).
Bibliografía
[1] La forma coloquial para referirse a los diferentes países que ayudan a lograr la llegada al país de destino. Sea por la acción que representa el trampolín como un impulso mecánico.
[2] Cabe resaltar que, con excepción de los estados del norte de África, situados en el mediterráneo cuya colonización habían pasado con anterioridad.
[3] Referencias sacadas del proyecto de la CEPAL del 2008 titulado: “Las relaciones entre América Latina y África: ¿potenciales o ilusorias?” por lo que los datos pueden haberse visto cambiamos en la última década, pero para el fin del artículo resultan convenientes.