Blog Archivo Histórico

Es cuestión debatida la antigüedad de la heráldica. En todo caso, se relaciona con la inquietud de las personas o instituciones de reconocerse en un símbolo, de identificarse. Era una señal empleada, principalmente, en el campo de batalla, lo mismo por personas que por ejércitos. Unas y otros condensaban sus virtudes en una pieza que se llama escudo de armas, objeto de estudio de la heráldica.

El nombre de Ezequiel Rojas suena a liberalismo, polémica y siglo diecinueve.

Con Marco Fidel Suárez, Emiliano Isaza es otro de los gramáticos colombianos de origen antioqueño: ¿qué otros nombres podemos sumar a la lista?

Es corriente encontrarse anotaciones marginales en los libros antiguos: llamadas de atención, resúmenes, comentarios, etcétera. Esta vez, nos encontramos un texto de mayor extensión y que, al parecer, quedó en pleno desarrollo.

Mucho llaman la atención los libros incunables del Archivo Histórico (nueve, posiblemente diez). La tajante división cronológica de lo que se entiende por “incunable”, el año 1500, marca el inicio de otro grupo de libros, los posincunables, muy similares en características a sus hermanos mayores. De esta clase, impresos entre 1501 y 1530, el Archivo posee treinta obras, entre las cuales destaca un libro científico, de astronomía, conocido como Tratado de las esferas (AHUR E17N027) llamativo por la presencia de grabados explicativos del texto.

Uno de nuestros incunables, los Comentarios de Julio César, conserva elementos que nos permiten saber algo de sus antiguos dueños.

Cuando el bicentenario de la muerte de Camilo Torres, en 2016, exhibimos una Biblia griega que, en la propia portada, traía el sello de propiedad con la leyenda “D. D. Joseph Camilo de Torres”. Entonces, nada sabíamos de la llegada de este libro al Archivo Histórico ni de Torres y su conocimiento del griego antiguo. Hoy presentamos datos de las dos incógnitas.

Antes de todo, una nota sobre el nombre del autor. En el propio lomo del libro, aparece el nombre abreviado “Emm.”, lo mismo que en la portada. Esta abreviatura siguió sin resolverse incluso en el Catálogo de la biblioteca, en pleno 1925[1], y seguía tan campante en nuestro catálogo CRAI hasta que nos dimos a la tarea de ubicar el exacto nombre de pila: una consulta en el ciberespacio nos ayudó a aclarar el nombre del autor de la obra celeste, Emmanuel Liais.